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Epi entra a la clase de tercero de Infantil como un alumno más. Tiene la misma edad que sus compañeros (5 años) y participa en la actividad del aula con naturalidad. Hasta cuenta con un moderno corte de pelo y viste un pañuelo que lo identifica. Pero Epi es un perro. Y, obviamente, no es un escolar sino que ejerce casi de maestro. El colegio Nuestra Señora del Buen Consejo de Logroño realiza este curso un proyecto de innovación educativa, en concreto de intervención asistida con perros, para la mejora del bienestar emocional de los niños en colaboración con Dejando Huella, entidad especializada en formación, educación y terapias con perros.
La idea surgió a partir de la experiencia realizada en Autol para niños con autismo. Después, con el apoyo del Centro Riojano de Innovación Educativa (CRIE), se realizó en Pradejón con alumnos de ESO. Y ahora, en Agustinas, aunque el CRIE no aprobó la nueva iniciativa, el colegio logroñés lo asumió igualmente como propio. Todavía hubo otro contratiempo más. El principal motor del proyecto, el bonachón golden retriever Pepo, adiestrado como perro de intervención y con experiencia en ARPA Autismo Rioja y, junto a su compañero Zeus, en Pradejón, murió antes de iniciar el curso, así que se suspendió.
María Cegarra, maestra de Agustinas, era su dueña. «Yo quería seguir con el proyecto, pero con Pepo, y emocionalmente era muy difícil para mí hacerlo sin él, así que pedí más tiempo», confiesa. Ya en noviembre, y con Epi como nuevo actor principal, el perro entró por fin en el colegio y desde entonces visita dos veces al mes las aulas de Educación Infantil. La intervención del perro es en clases de veinte alumnos durante 35 minutos.
María Cegarra
Maestra de Agustinas
Roberto Bonachía
Director de Agustinas
Epi se llama así porque nació en plena pandemia. Realmente es un perro normal al que le gusta pasear y las chuches, un perro de aguas que practica agility y a punto ha estado de clasificarse para el Mundial. También trabaja con áreas como la salud mental y personas mayores. Con solo verle la cara se comprueba que es más expresivo que algunas personas. Noelia Higes, su dueña, estudió Económicas y trabaja en una oficina, pero lo compagina con las intervenciones y acompaña a María en las clases. «Tengo la suerte de tener un perro que ha valido para esto y es como un compañero de trabajo. Todos los perros pueden servir, pero es verdad que deben tener predisposición, dejarse manipular, que les guste el contacto físico, capacidad de saber cuál es su rol, un carácter amable, ser pacientes...», describe Noelia.
¿Y qué hace el perro en el aula? Realmente es un canalizador. A través del animal se promueve la participación de los niños, la expresividad y el trabajo en equipo. Cada sesión se inicia con el 'Emociómetro', una lista de sensaciones que van de la alegría a la tristeza, pasando por el disgusto o la preocupación, que los alumnos deben señalar para describir su estado. «Al empezar, muchos niños marcan que están alegres porque viene Epi y, al acabar, que están tristes porque se va», advierte Noelia. Después, se realizan juegos en los que se fomenta la comunicación y la empatía, también con el animal.
«Intentamos que los niños sean capaces de conocer y verbalizar sus emociones, ya que a esta edad empiezan a tener sus primeros conflictos de madurez. Trabajar a través del perro es más fácil porque lo hace llegar de otra manera, motiva como no hay nada que lo consiga y así el aprendizaje es más significativo. De lo contrario, se olvida más fácilmente», destaca María. Entre los valores que se realzan en las sesiones con Epi sobresale la autoestima como base del bienestar personal.
«Aunque es algo novedoso para nosotros, no así el objetivo, ya que siempre hemos querido promover la expresión sensorial y verbalizar las emociones. Creímos que el proyecto podía ser muy útil, informamos a las familias y fue muy bien recibido, expone Roberto Bonachía, director de Agustinas. «La presencia del perro en el aula facilita la interacción entre los alumnos, se canalizan las emociones de forma natural y el animal responde bien», añade. El director subraya que Epi favorece la inteligencia emocional y el equilibrio de los niños pero que, realmente, es la guinda de un amplio trabajo educativo: «La aceptación y motivación de los niños es evidente con el perro, pero también es resultado de otras experiencias».
Además, se rompen barreras y se afrontan temores. «Alguna vez, en otros centros, hemos empezado con algún niño fuera del aula por miedo y enseguida se le ha pasado al ver cómo trabaja el perro e interactúan con él sus compañeros. Al final siempre entran», señala María. Si hay mucho alboroto en clase, se advierte de que Epi se puede asustar y marchar, y los niños callan de inmediato. Su presencia es como una varita mágica. «Es muy bonita la relación, ver la felicidad en los niños, para ellos lo es todo que Epi se les acerque y poder acariciarlo», afirma Noelia.
Noelia Higes
Dueña de Epi
Y el perro, de alguna manera, también es recompensado. No solo tiene un paseo antes de su jornada laboral, además 'firma' un 'contrato de felicidad canina', es decir, después de una sesión recibe lo que más le gusta: una excursión por el monte o un 'snack' en casa. Con el animal se trabaja el refuerzo positivo. «Busca conformidad y le vale que le diga 'Muy bien'. Es gratificante saber que se esfuerza y disfruta», explica Noelia.
Claro que tener un perro en clase es algo muy atractivo en un colegio, todos los niños lo quieren en la suya, así que hay que gestionar bien el proyecto. «Lo ideal sería seguir trabajando en esta edad, que todos puedan beneficiarse de poder estar con el perro. Todos quieren que el animal entre en su clase y les vendría bien, pero Epi no puede abarcar todo», explica María.
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