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Primitivo Masa y su hija Soledad protagonizaron la portada de este diario el 5 de diciembre de 2020. Fueron la imagen del reencuentrro familiar tras nueve meses de confinamiento en las residencias de mayores. Un día antes, se habían vuelto a ver pero en la distancia y sin abrazos.
«Nos tuvimos que poner toda aquella parafernalia, las protecciones y todos esos artilugios que él no entendía; tenía a mi padre, pero faltaba el abrazo», recuerda Soledad, aún con un nudo en la garganta.
Primitivo se explayó porque con solo una pregunta «te contaba toda su vida». Acababan de levantar las restricciones de visitas y su hermana y ella se turnaban para ver a su padre en la distancia, con una mesa de por medio. «No podíamos ni darle un abrazo ni mucho menos besarle, aunque a veces, cuando no nos veían, alargaba la mano para tocarle un poco, a hurtadillas, como los novios primerizos», confiesa.
En aquella primera visita le impresionó «el bajón tan grande» que habían dado todos los mayores. Su padre también. Había sido muy vital.Hasta que todo ocurrió se lo llevaba cada domingo a la calle Laurel a tomar unos pinchos y unos vinos y hasta las 22.30, cuando todos estaban en sus cuartos, no lo llevaba de vuelta a la residencia. «Cuando volvimos a vernos no era ni la mitad», comenta. Soledad cree que «ninguno de ellos llegó a entender lo que estaba ocurriendo, por qué no podíamos ir, por qué no podían salir y aunque se lo explicaras, muchos de ellos no llegaron a entenderlo».
El 7 de enero de 2021, apenas un mes después de aquel reencuentro, de aquel instante recogido por la cámara de Justo Rodríguez que pasó a convertirse en el icono de uno de los momentos de la pandemia, Primitivo Masa falleció.No se lo llevó el covid, sino una caía de madrugada. «Se dio un golpe en la cabeza, empezó a fallarle todo y fue cuestión de horas», relata. Pese a que sus hijas le habían advertido que no se levantara por la noche, precisamente para evitar caídas, él era «demasiado cabezota» para hacer caso «y con los años más», así que al final se levantó, cayó al suelo y se dio un mal golpe. No pudieran despedirse porque «para cuando fuimos, a primera hora de la mañana, ya había fallecido». Fue muy doloroso por lo repentino, porque hasta entonces estaba bien, «lo único que nos queda que no sufrió».
«Aparte de echarle de menos», cuenta, ve todo aquello «como si hubieras leído un libro o visto una película». «Cuando ves las fotos y te pones a pensar tranquilamente es cuando te das cuenta de que de verdad fue así».
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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