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La diferencia entre los precios que percibe el agricultor y los que realmente paga el consumidor por los productos es uno de los caballos de batalla de las protestas del sector del campo.
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1 Hortalizas
El último Boletín Semanal de Precios publicado por la Consejería de Agricultura, ... correspondiente a la tercera semana de agosto, refleja notables diferencias en función del tipo de hortalizas, pero, en todos los casos, con márgenes que claramente duplican el precio dado al productor respecto al que paga el consumidor.
Los casos del tomate pera y del repollo, con diferencias de hasta un 520%, son los más significativos en un ranking por tipo de hortaliza, mientras que el tomate de segunda, el calabacín, el pimiento verde de cristal o la tomata marcan también diferenciales superiores al 300%. El tomate de primera reduce el margen al 208%, mientras la acelga verde lo eleva hasta el 257% por un 194% la lechuga.
2 Frutas
En plena campaña de la fruta, que, según denunciaron ayer los sindicatos, se está recogiendo sin precio claro obligando al agricultor a entregar una mercancía perecedera por necesidad sin saber realmente a cuánto lo cobrará, el boletín semanal de precios de la Consejería vuelve a confirmar el amplio diferencial entre lo que cobra el agricultor y lo que paga el consumidor por las piezas de fruta. La nectarina amarilla se paga hasta casi tres veces más a nivel de consumo, mientras que en el caso del paraguayo la diferencia ronda el 250%. Los diferenciales de precios para la pera, por variedades, se mueven entre el 231% para la moretini y el 148% para la blanquilla.
En el caso de la ciruela claudia, cuya cosecha ha sido muy escasa al resultar la zona productora bastante dañada por las tormentas, la diferencia entre lo que percibe el agricultor y lo que pagan los consumidores sería del 124%, según los datos del último boletín semanal de precios de la Consejería de Agricultura.
Uva y vino
Uno de los datos que más ha escocido al sector agrario riojano fue la reciente presentación del Observatorio de Precios de la Consejería de Agricultura, que puso negro sobre blanco los costes de producción y los precios medios percibidos por los viticultores la cosecha pasada, así como por las cooperativas por las ventas internas de graneles. Con la importante subida de costes de producción acumulados y la reducción de rendimientos amparados por el Consejo Regulador, los viticultores pagaron por trabajar el año pasado de forma generalizada. En este sentido, los productores riojanos de uva tinta trabajaron de media un 10/11% por debajo de sus costes, pero la situación fue todavía peor para cooperativas y cosecheros, ya que los graneles de vino se vendieron –en las escasas operaciones que ha habido– incluso un 25% por debajo de lo que costó producirlos.
Únicamente se salvaron las uvas blancas, cuya producción es mayor a las tintas (9.000 kilos por hectárea) y, además, sin que haya limitación de rendimiento amparado, pero en cualquier caso la superficie de blanco no llega ni al 10% de la DOCa. La uva blanca se pagó en 2023 a 62,83 céntimos el kilo, mientras que costó producirla 58,66 céntimos en el caso del vaso y 56,73 céntimos para las espalderas. Así las cosas, la rentabilidad por kilo fue de alrededor del 10%. Algo similar sucedió en el caso de los graneles de vino blanco, ya que el litro se pagó a 1,11 céntimos, frente a un coste de producción de 97 céntimos.
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