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Quince días de incertidumbre, una confesión y «un lobo con piel de cordero»
Vanesa Ávila | 30 de octubre de 2009

Quince días de incertidumbre, una confesión y «un lobo con piel de cordero»

El cuerpo de Vanesa Ávila fue hallado quince días después de su desaparición. Su exmarido, un policía jubilado que fue condenado a quince años de cárcel, disfruta ya de la libertad condicional

Carmen Nevot

Logroño

Lunes, 25 de noviembre 2024, 07:18

El 6 de noviembre de 2009 la juez del Juzgado de Instrucción número 1 de Logroño envió a prisión a un policía jubilado, un hombre de 36 años que residía en Nalda, por la desaparición de su exmujer, una agente del mismo cuerpo, destinada en el servicio de conducción de presos. El matrimonio, que tenía fijada su residencia en Granada, duró 6 años. Se casaron en 2002 y en junio de 2008 suscribieron el convenio regulador de su separación en el que acordaban mutuamente atribuir la guarda y custodia de la hija que habían tenido en común al ya excompañero sentimental.

Ella, María Vanesa Ávila Cienfuegos, una joven granadina de 35 años, no acudió al trabajo en la Jefatura Superior de Policía de La Rioja el 2 de noviembre. A partir de ese momento saltaron todas las alarmas y comenzó una ardua búsqueda que no concluyó hasta que su cuerpo, descompuesto, apareció el 15 de noviembre a orillas del río a su paso por la localidad alavesa de Baños de Ebro. Por entonces, todas las sospechas recaían sobre él, B. M. Habían registrado su casa de Nalda y allí habían encontrado indicios suficientes como para enviarle a prisión. No duró mucho su ingreso y el 15 de enero de 2010 abandonaba el centro penitenciario de Logroño a la espera de un juicio que arrancó cuatro años después. El 6 de noviembre de 2012, B. M. llegaba a los juzgados a pie, junto a su nueva mujer y una bebé fruto de esta relación, y defendía su inocencia ante los miembros del jurado que tuvieron que deliberar sobre su culpabilidad: «Yo no he matado a Vanesa», declaró.

Durante el juicio, uno de los más mediáticos que se habían celebrado en La Rioja hasta entonces, salieron a relucir los correos que la víctima envió a un compañero de trabajo con el que se había ido de vacaciones días antes de su desaparición. «B. M. quiere eliminarme de la ecuación», le escribió. Tenía miedo de que él acabara con su vida porque ella, arrepentida, quería compartir la custodia de la menor. Temía sus reacciones, pero estaba dispuesta a seguir por su hija. Vanesa le había confiado a un amigo que había sufrido agresiones verbales y físicas por parte de su exmarido, que un día empezó a empujarla y golpearla y se tuvo que encerrar en el baño con su arma reglamentaria. De él decía que era un lobo con piel de cordero, un celoso patológico muy frío. «Tenía el manual del perfecto guerrillero en la mesita de noche».

Una amiga declaró que la víctima era una mujer dominada por su marido y que estaba convencida de que era mala madre porque se lo decía él

Al casarse, Vanesa Ávila empezó a vestirse como una señora, y era una niña de vaqueros y jersey

En la vista oral, uno de los testigos clave relató que el 7 de noviembre de 2009, sobre las 15.00 horas, en el despacho del entonces inspector jefe de la brigada de Policía Judicial de La Rioja, B. M. confesó que accidentalmente había matado a Vanesa en el transcurso de una discusión por la custodia de la niña y que había arrojado el cadáver al Ebro por el puente próximo al centro comercial Berceo.

En los cuatro años de espera de juicio, la madre de Vanesa falleció, su marido dijo en el juicio: «No nos engañemos, mi mujer ha muerto de esto». No llegó a saber que B. M. fue declarado culpable de matar a Vanesa, pero antes, la mujer, en una declaración efectuada el 12 de noviembre de 2009, tres días antes de que apareciera el cadáver de su hija, dijo que se había enterado de la separación de ambos por un mensaje que le envió al móvil cuando ya tenían el convenio regulador, e incluso le había confesado que no se veía capacitada para cuidar a su hija, «que con B. M. iba a estar mejor».

La madre también contó que fue él quien pidió a Vanesa que se trasladara de Granada a Logroño para que la menor se hiciera a ella, pero a partir de que se mudó a la capital riojana, la comunicación entre madre e hija se enfrió. Ya no eran tan habituales las llamadas.

Una amiga de Vanesa declaró en el juicio que la víctima era una mujer dominada por su marido y que estaba convencida de que era mala madre porque se lo decía él. Al casarse, detalló, empezó a vestirse como una señora y «era una niña de vaqueros y jersey».

El testimonio de decenas de testigos y los indicios fueron suficientes para que el jurado emitiera un veredicto de culpabilidad y que el juez le impusiera 20 años de cárcel, condena que el Tribunal Superior de Justicia de La Rioja (TSJR) rebajó a 15. B. M. entró en la cárcel el 21 de noviembre de 2012 y a día de hoy ya disfruta de la libertad condicional.

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