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Eusebio Jiménez llevaba doce años recogiendo tapones de plástico para su nieto, 'Kike, el Príncipe Valiente'. Utilizaba como centro de operaciones una nave en el camino de la Magdalena de Logroño donde ejerció su profesión de ebanista y continuó alquilándola una vez jubilado para ayudar a su nieto, que padece atrofia muscular espinal, recogiendo tapones, una iniciativa solidaria que se extendió por comercios y localidades. Esta misma semana Lardero retiraba sus contenedores por esta razón y antes lo hizo Villamediana.
«Aquí llevaba desde 1982 y como han vendido la finca, con la nave y la casa, ya no puedo continuar. Buscar otro lugar es muy difícil porque aquí tengo todos los servicios», lamenta Eusebio. Aunque instituciones como el Banco de Alimentos de La Rioja continúan recogiendo tapones de plástico para su reciclaje, por el que el fin solidario y sostenible se puede mantener por otra vía, esta iniciativa de la familia de 'Kike, el Príncipe Valiente' se termina. «Al principio, cada mes cargábamos un contenedor de más de 3.000 kilos, pero ahora tenemos otros más grandes, de casi 6.000, y tardábamos tres meses en llenarlos», explica Eusebio.
Por cada kilo de tapones les pagan 15 céntimos de euro, por lo que por cada contenedor que llenaban obtenían entre 600 y 700 euros. Una ayuda para los tratamientos que necesita su nieto, a lo que él ni descontaba la gasolina que gastaba yendo a buscar los tapones por toda La Rioja, Álava y Navarra. A pesar de que la nueva normativa obliga a que los tapones de las botellas de plástico no sean independientes, Eusebio asegura que no habían notado un descenso considerable del volumen de donaciones. «Lo notaban más los puntos de recogida que yo porque tardaban un poco más en llamarme o me echaban la botella entera, que no vale», cuenta Eusebio.
Ahora, por fin, se jubilará de verdad, a punto de cumplir los 80 años. «Ahora voy a tener que aprender a ser mayor. Yo dejé de trabajar hace muchos años pero esto era una labor, un 'hobby'. Y en mi vida me había imaginado tropezarme con gente tan buena, hay gente extraordinaria, parece mentira que nos crucemos por la calle y no nos saludemos», cree Eusebio. «La sonrisa y el cariño con el que me traían los tapones, lo bien que me han tratado los Ayuntamientos, hasta los mismos alcaldes de algunos pueblos me han ayudado a cargar los tapones...», agradece.
«Lo que él ha hecho y cómo lo ha hecho no sé si lo podría haber hecho otra persona. Una parte muy importante y bonita de la historia de Kike es el abuelo Use, sin llamar la atención ni pretender nada, con total humildad», reconoce Natalia Jiménez, hija de Eusebio y madre de Kike. «Ha llegado el momento de que mi padre parara, después de doce años en los que ha hecho un trabajo muy duro y que ninguna otra persona podía haber hecho igual, dejando tan buenas sensaciones en la gente», destaca Natalia.
Para que todos los tapones recogidos cupieran en el último contenedor Eusebio ha tenido que hacer «malabares», señala su hija. De hecho, está tan desbordado que algunos los ha esparcido el viento por el suelo. Y es que haber advertido de que era el último ha hecho que se llene especialmente estos días. «Me ha dicho mi padre que todo el mundo se ha volcado, que es la vez que más lleno está y que ha tenido que hacer un invento para que cupiera la mayor cantidad posible», destaca Natalia.
¿Y cómo está Kike, por quien se ha hecho todo esto? En mayo cumplirá 13 años y su hermano Shanti, 11. «Kike es un niño con necesidades especiales y, aunque está bien, está estable, aunque tiene muchas complicaciones, pero hemos pasado de que nos dijeran que la atrofia muscular espinal no tiene tratamiento ni cura, siendo además de los grados más severos, con una esperanza de vida pequeña a causa de los virus respiratorios, a que ya se hayan aprobado el Spinraza y el Evrysdi, que frenan el desarrollo de la enfermedad. Los años también te dan experiencia y ya es muy raro que lleguemos a ingresar. Kike sigue siendo un niño de gran dependencia, se ha hecho grande y da gusto por su naturalidad», explica Natalia.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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