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Históricamente, Villarroya y Préjano fueron enclaves mineros de cierta importancia en la antigüedad. Está documentada su actividad desde 1609, pero sus minas de carbón se mantuvieron activas sobre todo desde el siglo XIX y hasta los años sesenta del pasado siglo. Llegaron a trabajar más ... de trescientas personas y su labor obligó a construir un ferrocarril de vía estrecha que enlazaba las minas con Calahorra y Arnedillo, convertido hoy en Vía Verde.
Pero los últimos mineros riojanos fueron los de Jubera. Uno de ellos era Felipe Collado, ya fallecido, pero cuyo testimonio se conserva: «Cuando comencé en la mina, con menos de catorce años, trabajaba de pinche y solía estar en el exterior, sentado en una gavillera de bujos, con un martillo, donde me echaban las piedras y yo las distribuía. A los 16 años, como peón ya comencé a barrenar. A mano primero, con la maza y la barrena [barra larga con punta afilada para picar la roca]. Así golpeabas con la maza la barrena y venga a darle vueltas a la barrena hasta que se iba haciendo un agujero gordo. Después pusieron un compresor: dabas barrenos aquí y allá, luego en el otro lado, los explotabas y veías si salía plomo».
Las minas de Jubera también llamadas Túneles de los Moros, en el barranco de San Martín, fueron investigadas ya en 1785 por orden de la Dirección General de Minas, pero con resultados poco alentadores que llevaron a desistir de su explotación. En 1945 se hicieron nuevas pruebas con el consentimiento de la Jefatura de Minas de Zaragoza. Estos trabajos fueron dirigidos por un minero de Arnedo que había trabajado en las minas de Villarroya. Esta vez se obtuvieron resultados positivos. Se buscaron las vetas donde había muestras de galena plomífera. Los derechos fueron comprados por un grupo vasco que formó la compañía Vasco-Riojana de Explotación de Minas. La explotación en la Mina Providencia comenzó en 1947 extrayendo el mineral de plomo de distintos tajos.
En esa época, según recuerda otro testigo directo, Florentino Meroño, la perforación se llevaba a cabo con grupos electrógenos que facilitaban la compresión para que los barrenistas remataran la tarea arrancando de los socavones la piedra caliza, de cuyos filones se obtenían el mineral. En estos trabajos intervenían varios grupos de obreros de distintas especialidades como perforistas, entibadores, vagoneros, peones, personal de taller, electricistas, químicos, jefe de exploración y encargados de personal. La plantilla incluía un ingeniero, un facultativo de minas como director de explotación, el químico y otros auxiliares.
Se montó una línea eléctrica desde Villamediana hasta la mina y quedó instalado el lavadero. Por el alto ritmo de trabajo se optó por traer personal de distintos lugares de la geografía española: cántabros, andaluces, extremeños, vascos, navarros y, por supuesto, riojanos.
Ante el crecimiento de familias, la compañía construyó viviendas en la bocamina y en las proximidades. Se construyeron también una casa grande que servía de fonda y hospedaje y las viviendas del personal de la administración. Incluso se hizo un campo de fútbol para disputar torneos entre los obreros y gente del pueblo.
La Providencia fue fuente de prosperidad para el valle durante unos años. Pero pronto dejó de ser rentable y la compañía decidió el cierre. La clausura de las minas de Jubera en el año 1958 hizo emigrar a muchos de los que habían llegado y algunos del lugar. Unos y otros dejaron de ser mineros. Los últimos riojanos.
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