Padre e hijo. Despedida de Manuel y Mario Montaña en la entrada. M. H.

Los últimos del mercado Patricia

Desde junio, Pollería Angelines es el único negocio que levanta la persiana cada mañana, aunque en breve cerrará, abocando a la popular plaza a su clausura definitiva

África Azcona

Logroño

Lunes, 4 de enero 2021, 07:27

«No ha sido fácil llegar por la mañana temprano y ser los únicos en levantar la persiana en medio de un silencio absoluto; en los peores meses de la pandemia daba pánico entrar». Manuel Montañés y Angelines son los propietarios del último puesto ... abierto en el popular Mercado Patricia, en los bajos del número 84 de avenida La Paz. El 15 de marzo cerró la abacería. «Ese día ya no vinieron por la pandemia y se aceleró la prejubilación». Le siguió poco después, el 30 de mayo, el carnicero. «Lo mismo: también se jubiló». De un día para otro se quedaron solos y en la situación de tener que abrir el mercado cada jornada en condiciones normales, con entrada también desde Duquesa de la Victoria, el hilo musical sonando y las luces generales encendidas. Así llevan medio año, pero no estarán mucho tiempo más.

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Últimos días. Clientes aguardan su turno en Pollería Angelines, que tras las fiestas, se muda a un puesto en la calle. MIGUEL HERREROS

Ellos también seguirán el camino emprendido por la mayoría de los que un día tuvieron aquí su puesto y, tras las navidades, se mudarán a un local a pie de calle muy cercano, en avenida de La Paz, 86. Su decisión, que aboca al mercado Patricia a la clausura definitiva, no ha sido fácil, «porque llevamos el mercado en el corazón», explican. Orgullosos de haber mantenido la llama encendida hasta el último momento, estos días tienen más que nunca en el recuerdo a todos los tenderos que un día ocuparon los cien puestos hoy cerrados: «Con cinco años me sentaba en un bote de las aceitunas esperando a que mi madre me mandara a traer cosas del almacén». La fundadora, que también se llama Angelines y dio nombre a la pollería familiar, fue una de las pioneras de la plaza: «Se jubiló y no ha vuelto, prefiere recordarla tal y como la vivió ella, con todos los puestos abiertos y la alegría de los buenos tiempos».

Manuel no puede evitar hacer alusión al «bloqueo» que han sufrido por parte de los dueños-herederos del mercado, lo que ha hecho «inviable» afrontar cualquier tipo de mejora: «Intentamos unirnos para sacar la plaza adelante, pero por nuestra cuenta no hemos podido hacer nada. Sencillamente no ha habido interés en darle otro aire al mercado y modernizarlo». Lo que lamenta porque se muestra «convencido» de que hubiera podido prosperar. «A mí no me falta trabajo, ni a los que han aguantado aquí los últimos años; desde su creación Patricia ha sido sinónimo de calidad y atención personalizada», señala, mientras una larga fila aguarda frente a su puesto. «Nunca nos han faltado clientes, tampoco a los últimos que cerraron», insiste.

«A las 7 de la mañana ya estoy levantando la persiana para empezar a despiezar pollos, todo a mano, sin máquinas, y mis clientes lo saben apreciar». Porque, pese a todo, la clientela no les ha abandonado: «En una ocasión se cerró por obras y siguieron viniendo». Pero ya no es viable quedarse, iluminar la plaza como si funcionara a pleno rendimiento, pese a la alegría de los villancicos que suenan estos días por megafonía... Ha llegado el final para el Mercado Patricia, creado hace 52 años en el espacio antaño ocupado por el cine y la sala de fiestas Atenea.

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Cien puestos cerrados. Patricia, con dos plantas, llegó a albergar diez carnicerías y diez pescaderías. MIGUEL HERREROS

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