

Las últimas gallinas cameranas
La asociación Iberavis promueve un proyecto para recuperar esta raza autóctona de La Rioja y que sea reconocida oficialmente por la Federación Española de Avicultura
Como la pita pinta de Asturias, la pedresa de Cantabria o la chulilla de Valencia, La Rioja también cuenta con una raza autóctona de gallina: la camerana. La despoblación rural y el uso de otras gallinas más productivas en las granjas ha propiciado que esta raza se encuentre en peligro de extinción. «Son razas que ha habido durante toda la historia, no se han conservado y se han perdido, sobre todo a partir de la intensificación ganadera y agrícola en los años 60 y el uso de otras más industriales, más productivas», cuenta Joaquín Laliena, veterinario de la asociación de Avicultura y la Cunicultura de La Rioja (Iberavis). Precisamente Iberavis promueve un proyecto de recuperación con el que ya han conseguido contabilizar y catalogar a unos 70 ejemplares, además de las que haya sin registrar en los pueblos riojanos.
«La gallina camerana ha sido seleccionada por la gente de la sierra por su fortaleza y rusticidad, está más adaptada a un medio hostil como es Cameros, donde habitualmente hace mucho frío, nieva y no hay muchos alimentos, no había mucho trigo y se apañaban con cualquier cosa. Además, es muy buena madre, tiende mucho a la cloquez y saca muy bien a sus pollitos», describe Joaquín Laliena. Como el objetivo de Iberavis es fomentar la avicultura entre la gente joven y habían oído hablar de la gallina camerana, emprendieron en 2012 la búsqueda de ejemplares por toda La Rioja, y los encontraron desde Santa Engracia hasta Grañón, todas con un patrón físico coincidente. «Pasado el tiempo, la gallina camerana había ido perdiendo características al mezclarse con otras razas, deteriorándose porque no se había cuidado», advierte Laliena.

La gallina camerana, físicamente, se distingue de otras de la cornisa cantábrica, sobre todo, por tener las patas y la orejilla (un tejido bajo el ojo) blancas, pero también son animales ligeros, vivaces, no muy grandes, al ser aves de puesta, no cárnicas. «Los pastores trashumantes se las llevaban porque querían sus huevos como alimento, pues son de alto valor proteico», destaca Laliena. Además, la raza cuenta con tres tipos según su plumaje: negra, aperdizada y cuco (o cuclillo, blanca con cuello dorado).
«Estas razas, si no se cuidan, se extinguen. Las razas industriales tienen un rendimiento de puesta muy rápido, aunque el animal puede tener una vida de puesta más corta y cuando empieza a disminuir se desecha. Sin embargo, la camerana, aunque pone menos, dura más tiempo poniendo. Y es más resistente a enfermedades y al clima», advierte Laliena. El objetivo final, además de recuperar la raza y sacarla del peligro de extinción, es que la reconozca oficialmente la Federación Española de Avicultura, Colombicultura y Cunicultura de Raza, y se está en trámite, con la entrega de documentación sobre su presencia histórica en la región y morfología, habiéndose presentado ya una de las tres veces que son necesarias en el concurso nacional anual.
Paula Buzarra, junto a su pareja Pablo López, cría gallinas cameranas en su huerta, a las afueras de Logroño, como afición, ya que, además, practican la permacultura. «Empezamos a infomarnos de qué sería lo más natural, una raza autóctona, y con el proyecto de Iberavis empezamos incubando huevos», recuerda Paula, que ganó dos premios en el IX Concurso de Avicultura celebrado recientemente en Albelda de Iregua con el gallo Calimero y la gallina Belda. «Queremos seguir, al menos, hasta que se reconozca la raza. Estamos muy motivados, y es bonito combinarlas con otras», confiesa Paula Buzarra.
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