Pedro José Campos sube al estrado del Aula Magna del edificio Quintiliano para dictar su última lección de ciencia y vida JUSTO RODRÍGUEZ

La última lección del primer rector de la UR

Despedida. Pedro J. Campos, primer rector del campus logroñés, dijo adiós a sus compañeros con recuerdos de 47 años de docencia y retos de futuro

Víctor Soto

Logroño

Miércoles, 8 de septiembre 2021, 02:00

A Pedro J. Campos, la Universidad de La Rioja le recordará como el presidente de la Comisión Gestora que dio vida al campus logroñés, es decir, como su primer rector. También sus centenares de alumnos y decenas de doctorandos verán en él a un hombre ... polifacético, volcado en sus investigaciones de química orgánica y abierto siempre a explorar nuevos caminos.

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Pero él, ayer, en la que fue su última lección antes de jubilarse, quiso mostrarse como el hombre apasionado de la ciencia, el mayor de 10 hermanos al que un juego de Cheminova, los paseos con su abuelo Enrique y los libros de Verne abrieron las puertas de un mundo que no ha dejado de explorar a través del microscopio.

En el Aula Magna de la UR, arropado por familiares, compañeros y amigos, el catedrático de Química Orgánica enlazó moléculas de vida y de ciencia, de 47 años de docencia y de muchas personas que le han acompañado. Nombres y más nombres. Campos lo dejó claro: no quería olvidarse de ninguno porque ellos, sus colegas (además de su familia, empezando por su mujer, Nieves, hijas y nietos) han sido lo más importante de esta prolija vida de investigación que, a pesar del obligado retiro, promete no terminar porque aún le quedan muchos proyectos. «Me llena hacer ciencia, enseñar a otros a apreciar la ciencia y a ayudarles a hacerla», resumía. «Mis compañeros han hecho que la investigación en La Rioja, en Oviedo o en Zaragoza sirviera para algo», recalcó.

«Espero ver un Instituto de Investigación de Química en La Rioja, lo que nos permitiría autonomía, financiación extra, becas...»

Pedro J. Campos | Catedrático de Química Orgánica

Si todo empezó en la universidad aragonesa, de la mano de José Barluenga, y siguió en el campus de Oviedo y Wisconsin (EE UU), donde realizó su postdoctorado, fue una llamada la que unió su destino a Logroño. «En 1992, el Ministerio de Educación me propuso poner en marcha la UR. Me parecía increíble, pero no podía decir que no», recordaba.

Fueron años duros, ingratos, en los que recibió contestación «por parte de casi todos los sectores». Pero su tesón aragonés y la convicción de unos pocos lograron poner en marcha lo que hoy es parte del orgullo de La Rioja y su motor intelectual. Algunos lo tildaron de paracaidista, pero él lo tenía claro: «Venía a quedarme a Logroño. Quería poner en marcha la universidad y seguir adelante», recordaba. Esa foto histórica junto a su compañero Alfredo Pérez Rubalcaba, entonces ministro de Educación (ayer su viuda acompañó a Campos en Logroño) fue la imagen fundacional de la UR.

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Así que, tras dos años en los que el bebé pudo andar solo, Campos volvió a su laboratorio, al grupo de investigación GRUFOR, que ha sido protagonista de parte de la producción científica más destacada e internacional de la UR. Nunca ha abandonado una vocación investigadora (nuevos reactivos, fotoquímica, microesporinas, aprovechamiento de energía solar térmica...) que ha sabido combinar con otras pasiones, poniendo en marcha las jornadas sobre historia de la química que han encontrado acomodo en los Cursos de Verano de la UR.

«Los científicos estamos bien vistos, pero la gente no conoce la ciencia. Formamos muy bien a los científicos, pero el problema es que no los colocamos»

Y, sobre todo, su objetivo («casi una obsesión», explicaba ayer) es que el Centro de Investigación en Síntesis Química (CISQ) con el que han firmado «centenares de publicaciones» crezca. «Ese Centro de Investigación puede ser el germen de un Instituto de Investigación. Espero ver ese Instituto en La Rioja, lo que nos permitiría autonomía, financiación extra o lograr becas», explicaba.

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Será un proyecto más para el futuro, como el de lograr que la ciencia sea parte de la vida de todos, una espinita que tiene clavada. «Conociendo la sociedad española no me sorprende tener que reivindicar la ciencia porque hay muy poca cultura científica. Los científicos estamos bien vistos, pero la gente no conoce la ciencia. Formamos muy bien a los científicos, pero el problema es que no los colocamos», se lamentaba.

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