El turnismo de los enchufados
EL REPASO ·
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EL REPASO ·
De cómo lo de 'La Rioja 360' nos recuerda algo que está mal... y debería poder arreglarseSi les parece, les digo cómo debería ser. Permítanme recordar lo básico de cómo tendría que funcionar esto. No debería hacer falta, ya sé. Pero bueno, recordar la teoría es bueno por si acaso a alguien se le ocurre ponerla en práctica algún siglo. No ... me miren así: cosas más raras han pasado.
Cuando uno forma gobierno, nombra a gente de su partido para el mismo. Es lo suyo, para eso le han elegido, para hacer las cosas que vienen en su programa. También nombra a una serie de cargos de confianza a los que considera afines; jefes de gabinete, gente de prensa. Lo básico.
Y a partir de ahí, uno se las ve con los funcionarios. Que cada uno es de su padre y de su madre; los hay más listos, más tontos, más trabajadores y más amigos de pasar la aguja sin hilo. Pero están ahí porque se ganaron su oposición. Y no son removibles: los gobiernos pasan y ellos siguen, haciendo su trabajo y sin depender (demasiado) de lo que le guste al político.
Así es como debería funcionar la administración. Que tiene sus cosas malas, pero que no nos ha traído a mal sitio. Que con sus disfunciones, este país es primer mundo.
Hasta aquí lo básico de la teoría. Ahora vamos con la práctica. Como a los gobiernos autonómicos esto de pegarse con los funcionarios les da pereza, tienden a ir creando «sociedades públicas». Oséase, empresas que pagamos todos, pero en las que las leyes del empleo publico aplican, pero poco. La excusa es la agilidad, pero la realidad es la opacidad y el enchufe descarnado. El colocar a gente que no tiene por qué valer para nada, con tal de que tenga mi carné o de que yo le deba algo.
Lo de esta semana de 'La Rioja 360' canta mucho por su grosería y porque algunos aspectos parecen rozar el borde de lo legal. Pero es solo una cuestión de grado: es lo de siempre, pero con más torpeza.
Llegan unos y enchufan a los colegas en una sociedad pública de esas que hay por ahí, en las que es fácil entrar. Llegan los otros, echan a esos unos y colocan a sus propios unos. Esta vez por poco, además, les hacen fijos, lo que era ya pasarse de castaño oscuro. Pero ya me entienden: como cuando Sagasta, es el turnismo, pero de los enchufados. El hecho de que ya nos hayamos acostumbrado no lo hace más tragable. Sobre todo llegado de quienes venían a cambiar todo esto.
Miércoles | Lobo
Se juntan estos, aquellos y lo de más allá. No es fácil, se dicen alguna burrada. Pero al final, con unas cuantas mesas de por medio, resulta que llegan a un acuerdo. Lo firman, se comprometen, y tiran pa'lante con sus vidas.
Qué cosas más maravillosas y más raras pasan en esto de la democracia. Que cuando una situación se está pudriendo, los perjudicados pueden protestar, airear sus quejas y lograr la suficiente repercusión como para que se les haga caso. Y que aunque no consigan todo lo que quisieran, sí lo suficiente como para poner su firma en un papel.
Eso acaba de pasar esta semana con uno de esos asuntos enquistados en las que los acuerdos parecían imposibles: el del lobo. Los ganaderos a los que el bicho se les come más de 300 ovejas cada año consiguen más ayuda y el compromiso de probar soluciones nuevas. Los defensores del medio ambiente mantienen la preservación vigilada de una especie natural protegida. Y el gobierno consigue apuntarse un tanto que le hacía falta en un asunto espinoso.
Sí, las cosas a veces funcionan. Hay esperanza, que falta hace.
Miércoles | Expo
Llega un momento en el de todo hace veinte años. Y luego empieza a hacer treinta de muchas cosas. Ya, mejor es poder recordar que quedarse por el camino, pero qué cosa fea es la nostalgia.
Esta semana se cumplían 30 añitos de la Expo 92. Recuerdo poco del par de días que anduve por allí: estaba yo a otra cosa. Pero sí recuerdo la sensación, antes y durante, de que aquello era algo importante y trascendente.
No lo era. Fueron muchos oropeles, mucho dinero y, luego, algo de ruina y poco poso. Solo nos acordamos y como de pasada por el aniversario que viene y se olvida. Como la propia Expo.
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