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LOGROÑO
Lunes, 28 de enero 2019, 20:31
La intervención en el castillo de Davalillo no puede demorarse ad calendas graecas. Hay que darse prisa. En las fotografías se aprecia, sin aguzar mucho la vista, que una de las torres cilíndricas va perdiendo las piedras que conforman su base, como si un ... chaval travieso y un poco sádico fuera retirando las piezas de una maqueta. «No es que sea urgente la intervención: es urgentísima», apremia el arquitecto Jesús Marino Pascual. Si la torre pierde definitivamente su estabilidad, arrastrará parte del muro y aquello acabará convertido en un montón de escombros. No es una perspectiva halagüeña, pero el riesgo es real. Los vecinos de Casalarreina podrían explicar la impotencia que se siente cuando uno de los edificios más bellos y singulares de su municipio (y de La Rioja entera) se derrumba por la incuria o la falta de acuerdo de sus propietarios. El Palacio de los Condestables de la villa riojalteña, construido por la familia Velasco en el siglo XVI, llegó a servir de aposento a papas (Alejandro VI) y reinas (Juana la Loca), pero acabó por los suelos. Los actuales propietarios pretendían -o quizá aún pretenden- convertirlo en un hotel de lujo, pero de momento, y pese a las requisitorias continuas del ayuntemiento, lo que queda del edificio aguanta difícilmente en pie, esperando agónicamente una nueva vida.
Tampoco resulta mejor el destino de unos inmuebles más singulares del patrimonio riojano: el palacio-fortaleza de Inestrillas, pedanía de Aguilar del Río Alhama, construido en el siglo XVIII y embebido en la roca. Estuvo habitado hasta los años sesenta del pasado siglo XX, pero hoy se encuentra en estado de ruina. Inicialmente, perteneció a Pedro González de Castejón y Salazar, ministro del rey Carlos III, aunque ahora tiene unos diez propietarios que al parecer no se ponen de acuerdo sobre su venta, su cesión o su reparación y, si nadie lo remedia, pronto quedará reducido a polvo y piedra.
Sea cual sea la decisión que adopte el Ayuntamiento de San Asensio (o sus vecinos, si finalmente se somete a consulta), el principal reto es que el castillo de Davalillo no acabe por los suelos. El tiempo apremia. «Todos los recursos son imprescindibles para su recuperación. Pero lo más difícil y lo más necesario es que ese impulso inicial se convierta en algo sostenido y para siempre», remacha Jesús Marino Pascual.
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