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El Ebro ha sido siempre para el territorio riojano, antes incluso de que nadie se atreviese a denominarlo como tal, el eje vertebrador, la principal vía de comunicación, sea fluvial o terrestre, junto a la que se han asentado las localidades más populosas. Ycuando llegó ... el tren no iba a ser para menos. Las vías dibujan el perfil regional hasta imitar los meandros del río, algo que ha supuesto al mismo tiempo su fortaleza y su debilidad. La ruta Bilbao-Zaragoza guía, inmutable, las comunicaciones ferroviarias de La Rioja desde sus orígenes hasta que a finales del siglo XX comenzaron a tomar otros desvíos.
Fue en el año 1863 cuando la nueva provincia de Logroño entró en la modernidad, abrazando la segunda revolución industrial con lustrosas estaciones y al paso del primer tren por ese inmortal itinerario diseñado por el francés Charles Vignoles. La construcción de la línea Bilbao-Tudela, cuya necesidad fue defendida en las Cortes por Sagasta, permitió a la región un impulso económico, especialmente para la industria vinícola y la conservera. Muchas bodegas y fábricas históricas nacieron entre vagones.
La tercera guerra carlista y las dificultades económicas de la sociedad propietaria lastraron las posibilidades de esa incipiente conexión, que tuvo su verdadero desarrollo cuando pasó a manos de la Compañía del Norte, que la administró hasta la nacionalización de todo el ferrocarril y la creación de Renfe después de la Guerra Civil.
Las guías de horarios del comienzo del siglo XX detallan que cuatro trenes de pasajeros recorrían diariamente la región en ambos sentidos, hacia Bilbao y Zaragoza. Paraban, de camino, en once andenes:Alfaro, Rincón de Soto, Calahorra, Alcanadre, Recajo, Logroño, Fuenmayor, Cenicero, Briones, Haro y San Felices. Después se sumó el apeadero de El Cortijo. Fue en los años treinta cuando se abrió una ruta hacia Barcelona, toda una novedad que ampliaba unos horizontes que siguieron décadas siendo modestos.
El ferrocarril riojano despegó con la llegada de la democracia. Primero, con la electrificación del tramo Miranda-Castejón en 1976 y la incorporación de sistemas como el Control de Tráfico Centralizado (el segundo de todo el país), que permitía gestionar el tránsito desde un puesto telemático. Después, con la promoción de nuevos servicios y destinos. Una hoja de horarios de 1981 de la estación de Logroño recuerda veinte salidas diarias, la mayoría a Bilbao, Miranda y Zaragoza.
Quedaba el reto de llegar a Madrid y el primer intento decidido fue en los noventa, aunque con un coche sobrante y deficiente de la serie 9000, la que lucía el icónico diseño azul y amarillo, y que se enganchaba en Zaragoza al Jaca-Chamartín. El salto definitivo de la red riojana llegó con el nuevo siglo, y de ahí, la caída.
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