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De izquierda a derecha y de arriba a abajo: Fermín Palacios, Enrique Castillo, Jorge Alacid y Elena Martínez-Zaporta.
«Es una tragedia, es mi tierra de acogida y vives esto con muchísimo dolor»
Testimonios | Riojanos en Valencia

«Es una tragedia, es mi tierra de acogida y vives esto con muchísimo dolor»

Cuatro riojanos afincados en Valencia relatan el drama vivido tras el mortífero embate de una riada «inesperada»

Miércoles, 30 de octubre 2024

Fue como el despertar de un mal sueño que al abrir los ojos se ha transformado en la peor de las pesadillas. La gente se fue a acostar con la congoja de algunas imágenes espeluznantes y amaneció con un parte descorazonador, con más de setenta vidas humanas segadas y decenas de desaparecidos bajo unas aguas que casi nadie vio venir. Cuatro riojanos afincados en la capital valenciana comparten su relato de una tragedia inesperada, cuando un tsunami arrasó toda la comarca del cinturón metropolitano tras una jornada de escasas lluvias en la zona en la que un vendaval asfixiante fue el gran protagonista. El mal llegó de las alturas, un enemigo invisible y silencioso, pero que descendió feroz por los barrancos tras las precipitaciones, de hasta 400 litros por metro cuadrado, registradas a 80 kilómetros del epicentro del drama, en la zona de Requena, Utiel, Cheste...

«Esto es un auténtico desastre», confiesa el abogado riojano Fermín Palacios (Logroño, 1949), afincado en Valencia desde 1967. «En la capital no hemos tenido nada, pero en los aledaños, en la Gran Valencia, donde viven un cuarto de millón de habitantes hay muchísimos barrancos y han sufrido una riada tan importante como la sucedida en el año 1957, con la salvedad de que las obras que se hicieron en los años 60 y 70 de canalización del Turia, han evitado una tragedia aún mayor de la que tenemos, que ya es terrible claro, porque en esos municipios arrasados ha sido dantesco, peor que en 1981 cuando reventó la presa de Tous», relata Fermín, que mira al futuro inmediato con más pesimismo aún: «Sorprendió a mucha gente en calles, en puentes, en los coches y, lamentablemente, me temo que en días sucesivos aparecerán muchos más cadáveres», augura, para explicar que «hay cortes de carreteras, no tienen ni agua ni luz ni cobertura móvil y tienen que llevar grupos electrógenos para ayudar a la gente pero con helicópteros. Es una drama, desde luego».

«Nos están anunciando que puede haber cortes en el suministro de agua y los supermercados están empezando a quedarse desabastecidos. Pero claro, lo peor, los muertos y que hay todavía muchos desaparecidos, con lo que esta tragedia puede ser aún peor. Muy doloroso todo, sí», coincide, por su parte, Elena Martínez-Zaporta (Logroño, 1974), quien reside en Valencia desde el año 2007.

Alerta llegada a los móviles a las ocho de la tarde del lunes y a primeras horas del miércoles. L. R.

«En Valencia llovió por la mañana, pero por la tarde no, aunque sí que hubo un vendaval de aire muy caliente. Aquí los únicos daños que hay son por el viento, pero todo alrededor es dantesco, montañas de coches arrastrados, municipios anegados , sin cobertura telefónica, electricidad o agua potable», narra para añadir que «llovió muchísimo en las partes más altas de la provincia, muchísimo, cayeron una bestialidad de litros en Utiel, Requena, Villamarchante... una zona montañosa y el agua bajó de repente cuando nadie se lo esperaba». «Una conocida mía se fue a Ikea y cuando se subió al coche empezó a subirles el agua a toda velocidad. Tuvo que subirse a un columpio y la rescató a las tres de la mañana Protección Civil», ejemplifica.

Nadie se esperaba la tragedia, admite: «Nos fuimos a la cama sin tener constancia de este drama. A los teléfonos móviles nos llegó una alarma con un zumbido el martes a las 8 de la tarde y el miércoles a las siete y media de la mañana desaconsejando los desplazamientos, que es la primera vez que pasa. Pero claro, el problemón ya estaba».

«Sorprendió a mucha gente en calles, en puentes, en los coches y, lamentablemente, me temo que en días sucesivos aparecerán muchos más cadáveres»

Fermín Palacios

Logroño, 1949

«Una conocida mía se fue a Ikea, tuvo que bajarse del coche por el agua, se subió a un columpio y la rescató a las tres de la mañana Protección Civil»

Elena Martínez-Zaporta

Logroño, 1974

«Aquí en Valencia y en su entorno en ningún momento hubo una situación de alarmismo porque no llovía apenas, pero el enemigo estaba arriba, y era silencioso e invisible»

Jorge Alacid López

Logroño, 1962

«El martes me fui a la cama sin víctimas mortales y hemos amanecido con cuarenta y tantas. Todo esto te pone muy mal cuerpo, claro, es terrible»

Enrique Castillo

Alfaro, 1960

«Aquí en Valencia y en su entorno en ningún momento hubo una situación de alarmismo porque no llovía apenas, pero el enemigo estaba arriba, y era silencioso e invisible hasta que llegó de golpe. Y claro, seguramente falló también la información no parece que la alerta no contenía lo que podía suceder, simplemente se decía que había aviso rojo por precipitaciones», explica también Jorge Alacid López (Logroño, 1962), y desde 2021 jefe de Coordinación de Las Provincias, a donde llegó desde Diario LA RIOJA.

«Nos acostamos el martes con la incertidumbre de lo que nos íbamos a encontrar el miércoles por la mañana y, por desgracia, se han cumplido los peores augurios, que predecían que al bajar el nivel del agua iban a aparecer pilas de cadáveres», resume, para trazar una radiografía desoladora: «Aquí no ha llegado, eso que el periódico está al lado del epicentro del drama, en la zona del Horta sur, la comarca del cinturón metropolitano que está separada de Valencia por el nuevo cauce del Turia, una trinchera enorme que se construyó tras la riada de 1957. Al otro lado están pueblos como Alfafar, Sedaví, Catarroja, Paiporta, Picaña, Silla, Picassent... A estos les llegó una riada que descendió a través de los barrancos y que desbordó el río Magro, un afluente del Júcar, que suele que ser un hilillo, pero que a medida que iba avanzando creció como en estos juegos de fichas de dominó. El agua arrastraba lodo, vegetación, troncos y piedras, pero también coches y contenedores y esas localidades sufrieron el embate más brutal», desgrana el periodista.

«Yo soy riojano, pero llevo muchos años aquí, 45, y esta es para mí mi ciudad de acogida y vives esto con mucho dolor y con mucha pena, porque, claro, tengo muchos amigos aquí», admite Enrique Castillo (Alfaro, 1960), ciudadano valenciano desde 1979.

«Me he pasado toda la mañana hablando con unos y con otros, muchos afectados por los daños en los pueblos más castigados por la riada, aunque afortunadamente todos con solo daños materiales, porque lo peor de esto es la pérdida de vidas humanas. Yo no me imaginaba esto. El martes por la noche me fui a la cama sin víctimas mortales y el miércoles hemos amanecido con cuarenta y tantas y a primeras horas de la tarde ya llevamos 70. Todo esto te pone muy mal cuerpo, claro, es terrible», explica sobre un drama inesperado. «Yo vivo en Valencia capital, en un piso 11, y solo padecimos el martes muchísimo airón. Había llovido por la noche, pero tampoco mucho. Sí cayó muchísimo en poblaciones que están como a 80 kilómetros de Valencia capital, desde Requena y Utiel hasta Cheste, donde está el circuito, y toda esa agua es la que ha desbordado los barrancos y los ríos y llegó la riada a los pueblos donde no había llovido mucho y la gente estaba tan tranquila, pero, claro, tenían el enemigo arriba», coincide en si relato.

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