En torno al mesianismo
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«El paraíso existe; / pero es solo un estado de conciencia», Amado Nervo ('Los muertos')Entre las convalecientes filas del PP riojano ha hecho alguna fortuna cierta expresión para referirse a sus triunfantes rivales del PSOE: les llaman 'Los Mesías', en alusión a ese espíritu en efecto mesiánico (relativo al mesianismo, según la RAE: «confianza inmotivada o desmedida en un ... agente bienhechor») que distingue a su juicio la conducta de Concha Andreu y su equipo desde que llegaron al Gobierno. Ese estilo tan desenvuelto, del que se desprende (y corroboran las propias palabras de la presidenta) que durante la larga estancia del PP habitó un baldío en el Palacete. Se trata del mismo espíritu con que desembarcó en una responsabilidad similar el predecesor de Andreu: aquel José Ignacio Ceniceros que prometió obrar el milagro y conducirse en las antípodas de su antecesor, de cuya sombra pretendía despegarse. A semejante cometido entregó horas decisivas de su mandato, con el resultado conocido: doble fracaso. Porque fue derrotado en cada urna durante el 2019 y porque bebía de esas fuentes: el modo Sanz. Natural, por cierto. Tanto el interesado como la mayoría de sus colaboradores se habían educado en esa manera de gobernar. Sólo sabían imitarla. Su mesianismo era postizo, según la lógica que anida hoy en el PP. Donde inquieta más el mesianismo de Andreu. Que es por supuesto una opinión interesada pero guarda alguna lógica.
Como la política española tiende desde la Transición a conceder un trato privilegiado a sus héroes principales, toda lectura o revisión histórica de sus luces y sombras se canaliza a través de unas personalidades muy proteicas. Suárez, González, Aznar... Todos engendraron su propio ismo. El fulanismo carece sin embargo de sentido en un sistema consagrado según la división de poderes. Donde la acción del Ejecutivo debería limarse por su contacto con el Legislativo y el Judicial, que sirvieran en consecuencia como contrapesos. En la práctica, ocurre al contrario. El intervencionismo de cada ocupante de Moncloa en el Congreso convierte al grupo parlamentario de todo partido en el poder en una extensión del Ejecutivo, el bovino brazo ejecutor de sus políticas. Otro tanto del Poder Judicial, con ese método de elección que deja en manos de la clase política la composición del órgano principal de su gobierno y extiende una sombra de sospecha sobre sus miembros, entendidos por la ciudadanía como meros recaderos de los partidos a quienes deben su cargo. España no tiene un sistema presidencialista al estilo de Estados Unidos o Francia pero sus mandatarios se comportan como tales. Y propagan los temibles efectos de esa conducta a todo nivel de poder: del local al regional.
El relevo en el Gobierno regional ha traído consecuencias en todos los niveles de la Administración y organismos adyacentes: es el caso del Consejo Escolar de La Rioja, cuya nueva responsable, Begoña Andrés, acaba de incorporar como secretaria de la institución a Mercedes Abad. Su nombramiento se produce luego de otro relevo, en este caso en el Consejo Escolar a nivel nacional: el antecesor de Andrés, Juan Antonio Gómez Trinidad, ha abandonado su vicepresidencia.
Lo contrario del personalismo pasaría por recuperar el protagonismo del resto de poderes del Estado. Misión en teoría más sencilla de ejecutar en la escala autonómica, donde pudiera cristalizar un grupo parlamentario que sirviera, en la coyuntura actual, para recordar a Andreu y sus consejeros que son mortales, como avisaban los viejos romanos a cada César. Lo cual supondría una saludable rareza respecto a los años de donde venimos, aquel olvidado mesianismo del PP. Pero parece una batalla perdida. Sin disputarla. Como la discrepancia en España se considera indisciplina, el líder suele deducir que existe una pasarela invisible que conecta el Legislativo al Ejecutivo y guía al parlamentarismo a la irrelevancia. O peor: porque el mesianismo exagerado desemboca en el universo de su pariente más cercano, el adanismo. Que se manifiesta mediante síntomas análogos: la desenvoltura exagerada en el ejercicio del poder. Como si las instituciones de autogobierno de La Rioja hubieran nacido ayer.
El acto que protagonizó el pasado jueves en Madrid la presidenta Concha Andreu fue a la vez la primera ocasión que tuvo María Marrodán para ejercer oficialmente como nueva delegado del Gobierno, una vez que el BOE publicó el martes su nombramiento.Por deferencia hacia José Ignacio Pérez, su antecesor, la organización le situó en una de las mesas de preferencia. El relevo en la Delegación apunta al día 24, a la espera de que pueda asistir a la toma de posesión de Marrodán algún integrante del Consejo de Ministros.
Se trata de una enfermedad observable entre quienes llegaron a la política para regenerar sus entrañas y acabaron abducidos por el monstruo que iban a combatir. Hoy ejercen en perfil bajo su propensión al adanismo en el Palacio de los Chapiteles. Muy cerca de otro Palacete, el del Espolón. Y de la tercera sede del poder institucional, la Delegación. Espacios donde pudiera extenderse esa patología: la tentación a concluir que cada generación escribe su historia, indiferente a las conquistas de quienes les precedieron. En todos ellos mandan hoy 'Los Mesías', según el PP, expresión que equivale a una confesión: su nostalgia por los años de su propio mesianismo. Los años que encierran para el PSOE el fantasma más peligroso: replicar el modelo del que pretendía huir.
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