Secciones
Servicios
Destacamos
Cuando este periódico que tiene en sus manos comenzó a relatar la historia de esta tierra, la provincia de Logroño todavía vivía el florecimiento económico que le había dado ejercer como centro de abastecimiento durante las Guerras Carlistas. Según relata la 'Crónica Provincial de Logroño', ... la economía se caracterizaba por un vino de sensacional calidad y una diversa agricultura -cereales, legumbres, verduras...-, si bien este sector aún no había explotado todo su potencial. También era tierra pródiga en ganadería, pero sus entrañas no eran generosas en minerales, y todo el regadío se localizó en el margen del Ebro. La industria se hallaba bastante generalizada, sobre todo en las zonas de sierra, que por su orografía eran pobres en agricultura. Así existían fábricas de paños en Ezcaray y Santo Domingo de la Calzada, pero también de curtidos, aguardientes..., «todo en cantidad considerable».
De manera paulatina la mayor parte de las actividades productivas se fueron concentrando en el valle del Ebro y la montaña perdió su peso económico. Polarización que se trasladó al ámbito demográfico, ya que se produjo un éxodo rural hacia el norte de la región donde se concentraron las actividades fabriles, vitivinícolas y hortofrutícolas, dotando de especial dinamismo a Logroño.
La provincia siguió desarrollándose con la llegada del siglo XX y su economía continuó estrechamente vinculada a la tierra, no así con la ganadería, que fue cediendo protagonismo de forma gradual. Ese peso de la agricultura impulsó la expansión de la industria conservera, con centros en Logroño y en Calahorra, ciudad en la que hacia 1915, el 17% de su población estaba empleada en este sector. En esta explosión tuvo mucho que ver la filoxera que destrozó los viñedos. La posesión de la tierra ya no se observaba como una clave de poder económico y la llegada de la energía eléctrica potenció la industria. Así comenzó una etapa de expansión de las conserveras a las que les surgió otro aliado de trágico origen: la I Guerra Mundial. El estallido de la contienda disparó la demanda de alimentos en conserva en los países en conflicto, que hacían pedidos millonarios para satisfacer las necesidades alimenticias de su población y abastecer a los ejércitos. Pero, el espaldarazo definitivo al sector secundario en la provincia llegó de la mano de la Fábrica de Tabacos, que desde finales del siglo XIX comenzó a proveer a España desde Logroño.
Para resumir lo que aconteció desde entonces hasta el año 2000 no hay que pasar por alto un problema que sigue siendo actual: la población riojana crecía, pero a un ritmo notablemente inferior al de la media española, como recoge el estudioso Julio Alcaide en su trabajo 'Evolución económica de las regiones y provincias españolas en el siglo XX', publicado por la Fundación BBVA.
Desde 1930, los empleos crecieron en la provincia «significativamente, más del doble que la población residente, lo que supuso un notable incremento de la producción», apunta Alcaide. En tasas anuales acumulativas, La Rioja, en las setenta últimas décadas del pasado siglo, creció al 0,36% en su población residente, al 0,72% en los puestos de trabajo y al 2,93% en su Valor Añadido Bruto (VAB) a precios constantes. La conjunción del crecimiento económico y el menor aumento de su población dio lugar a que el índice de PIB por habitante, que se situaba en el 104,6% de la media española en 1930, avanzase hasta el 118,4% en el 2000, el quinto más alto de las regiones españolas.
Por otro lado, la ratio de convergencia de La Rioja respecto a España y la Unión Europea prosperó considerablemente durante ese periodo. Pasados los años de la República y los efectos de la Guerra Civil, este indicador, que se situaba en el 49% de la actual Unión Europea, dobló su crecimiento situándose en el 101,6% en el año 2000. La diferencia del nivel de confluencia con la media española, que era de 2,4 puntos en 1930, se elevó hasta 15,8 puntos porcentuales, «lo que pone de manifiesto el progreso de la economía riojana en los últimos setenta años del pasado siglo», subraya Alcaide. En cuanto a los precios de mercado, la economía riojana se mantuvo en línea con el crecimiento español entre 1930 y 1950 para desacelerarse en los años siguientes.
En un periodo tan dilatado y con tantas alternativas como las que separan los años 1930 y el 2000, el nivel de desarrollo relativo de las actuales comunidades autónomas tuvo «pocos cambios diferenciales». A pesar de las variables demográficas, los niveles relativos por habitante del Producto Interior Bruto (PIB) permanecieron a lo largo de tanto tiempo, y La Rioja se consolidó como una de las autonomías con mayor desarrollo relativo junto a Cataluña, Islas Baleares, Comunidad de Madrid y Navarra, desplazando incluso al País Vasco, con la que mantuvo una ardua batalla legal en España y en Europa por su deslealtad fiscal.
El 'crack' del 2008
La crisis económica que se desató entre el 2007 (inmobiliaria) y el 2008 (general), la peor recesión padecida desde la Guerra Civil, llevó a tocar fondo a la economía riojana en el 2013 con una disminución del PIB del 1,8%, seis décimas más que la caída registrada en el conjunto del país. Con todo, La Rioja fue, junto a Navarra, la región que mejor resistió la debacle, según un estudio de la Fundación BBVA y del IVIE.
A partir del 2014 comenzaron a mejorar, no sin ciertas dificultades, los principales indicadores de actividad de la comunidad: tras dos años de estancamiento, las exportaciones remontaron el vuelo, el deteriorado consumo privado empezó a mostrar señales positivas, se aminoró la contracción de la renta disponible real y aumentó la riqueza financiera de las familias. La región consolidó su buena posición en los indicadores más estructurales (capital humano o PIB per cápita), y los relativos al mercado laboral y a las cuentas autonómicas. Por el contrario, iniciaba la salida de la crisis con sus hogares y empresas fuertemente endeudados, una merma de la capacidad adquisitiva de los salarios, una desigualdad social provocada por el deterioro del empleo (uno de cada tres riojanos cobrando por debajo del SMI), una sobreoferta de viviendas en el mercado y un reto pendiente: diversificar los destinos de sus ventas al exterior.
En el 2016, La Rioja volvió a crear riqueza al ritmo previo a la crisis y el PIB superó el 'techo' psicológico de los 8.000 millones de euros. La tasa de riesgo de pobreza comenzó a retroceder en el 2018, ejercicio en el que la economía riojana siguió aprovechando la recuperación, con el comercio exterior (pese al parón de las exportaciones) comportándose como uno de sus principales motores. Por el contrario, el crecimiento de la economía se ralentizó, así como la creación de empleo, haciendo imposible que el mercado de trabajo retornase a las cifras anteriores a la crisis.
Y en esas estamos, cuando se anuncia una nueva desaceleración de la economía en Europa y en España, que La Rioja deberá capear con cierta desventaja respecto a la media nacional en diversos indicadores como producción industrial, tasa de paro y afiliaciones a la Seguridad Social.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.