Los tesoros que no caben en una barrica

Aunque La Rioja cuenta con uno de los parques de barricas más grandes del mundo, los tesoros vinícolas que encierra la comunidad autónoma no caben en todas esas cubas. El patrimonio enoturístico de La Rioja se encuentra repartido por cada rincón para dejar su huella tanto en la superficie como bajo tierra. Ahora, el Proyecto Enorregión –enmarcado en el Plan de Transformación– quiere impulsarlo como parte de una modernización global del mundo del vino (del que el enoturismo es un área importante)_a través de la digitalización y la sostenibilidad para convertir a La Rioja en un referente mundial vinícola en toda su amplitud.

El más visible de todos esos tesoros relacionados con el vino tiene carácter natural. Se trata de un paisaje cambiante que marca su propio calendario estacional acompañándolo de una inusual riqueza cromática. Las cepas sobrias y desnudas dejan al aire en el invierno sus troncos dibujados en blanco y negro. En primavera, las vides recuperan su vigor y exhiben toda su voluptuosidad en una explosión verde que continúa durante el verano, cuando se adornan con los racimos de tempranillo, garnacha, viura, mazuelo... que entregarán con generosidad en otoño. Será entonces el momento de mostrar su paleta cromática más extensa. El verde deja paso al ocre, éste al rojo y finalmente, es el marrón el que cubre el viñedo antes de que comience, otra vez a dormir, nuevamente desnudo.

Esos mares de vides que dibujan los renques compartimentados en pequeñas divisiones parcelarias albergan, además, algunos tímidos ejemplos de la arquitectura más simple y funcional. Los guardaviñas –también llamados chozos en La Rioja– han dado cobijo, durante siglos, a esos hombres del campo a los que la climatología sorprendía en plena faena. Esas pequeñas construcciones de planta circular y una falsa cúpula de aspecto cónico se han convertido en un ejemplo de la arquitectura de otro tiempo.

También a otro tiempo remiten los antiquísimos lagares y calados que horadan algunos barrios de los núcleos de población riojanos, principalmente, en entornos rurales. Bajo la superficie, y aprovechando la estabilidad térmica, se elaboró vino durante años y ahora se erigen en testimonio de un trabajo artesanal y doméstico que reciben a 'peregrinos' ávidos de entrar en las entrañas de la historia vinícola y conocer la evolución experimentada por una forma de elaboración centenaria.

Enorregión quiere convertir los recursos culturales y paisajísticos en unos productos turísticos que se integren en una oferta líder y creen riqueza en el entorno. El proyecto busca así unir a toda la cadena de valor, en la que están presentes todos los agentes, la Ruta del Vino de Rioja Alta y la de La Rioja Oriental, bodegas, restaurantes, enotecas, servicios de catas y visita a viñedos, empresas agroalimentarias y servicios de alojamiento, restauración y ocio, para que sean parte activa en el proceso de transformación y se impliquen y beneficien de la transformación del sector.

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