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Terapeutas de cuatro patas para estimular y desconectarCuenta Carmen Alonso, del centro hípico El Dorado, que entre las personas que acuden allí a hacer terapia con sus caballos recuerda especialmente el caso ... de un muchacho con autismo que nunca montó pero permanecía largos ratos observando y cepillando a los animales: «Si le pedías que trajera un cepillo podía tardar media hora en traerlo pero las monitoras me dijeron que se portaba mejor cuando iba a venir y que a la única persona a la que llamaba por su nombre era a mí, por la relación con el caballo».
Parece que ya desde el siglo XVIII se utilizaron animales para estimular a las personas mayores. Después, a mediados del XX, un herido de guerra que permanecía en un hospital de EE UU solicitó un perro como compañía y, al experimentar una tremenda mejoría cuidando del cachorro, las solicitudes de mascotas se dispararon. Aitor Piñeiro, terapeuta de AFA Rioja, donde realizan intervenciones asistidas con perros, destaca que «el hecho de que haya una continuidad responde a un propósito, intentamos que haya un compromiso, igual que no tendría sentido romper la periodicidad de la terapia farmacológica». «Durante y entre las sesiones trabajamos recordando lo que hicimos, anticipando cuando vayan a volver para trabajar el vínculo», señala Piñeiro.
Ana Rodríguez dirige Dejando Huella, un proyecto de intervención con perros que trabaja habitualmente con personas con autismo, alzhéimer y problemas mentales. «Los perros de intervención tienen un protocolo de entrenamiento, trabajo y descanso. Primero son perros de familia, después grandes profesionales de los que hay que cuidar no solo a nivel veterinario y físico sino emocional», advierte Ana Rodríguez. Con Tirma, Poliki, Dana, Koska, Zeus, Epi… realizan intervenciones asistidas y terapias. «Todos los proyectos han de tener una estructura: fases iniciales de vínculo, ejecutivas y de cierre. Alrededor se articulan diversos profesionales (maestros, fisioterapeutas, terapeutas ocupacionales, psicólogos...) que buscan objetivos. Todo tiene una misión, no es 'ir con los perritos'», subraya Rodríguez.
Sucede lo mismo con la equinoterapia. «A nivel emocional va muy bien porque se crea un vínculo con el caballo, vienen a darles de comer, cepillarlos... No hacemos con todos lo mismo sino lo que necesita cada persona», detalla Carmen Alonso. Para Jenifer Martínez, madre de Mateo, de 5 años y que ha padecido un cáncer, acudir al centro hípico de Navarrete es «desconectar» y «ayuda mucho». «Con el cáncer se abren muchos miedos, ansiedades e incertidumbres, y se nota que, poco a poco, sea por el vínculo o el entorno, se superan», añade. «Cuando pasan estas cosas es un sueño hecho realidad para nuestros hijos, es algo muy bonito dentro de los problemas que nos vienen. Creo que somos afortunadas de poder salir de esta manera, de ser felices con estas terapias», admite Sofía Bezares, madre de Lara, niña de 5 años que ha superado un tumor de Wilms.
Perros IES D'Elhuyar
Es primera hora de la mañana de un martes y, tras la oleada de adolescentes, entra un perro en el IES D'Elhuyar de Logroño. No va a recibir clase pero casi acude a impartirla junto a su guía, Zuriñe Arróniz. Juntos realizan una intervención con alumnos de entre 12 y 16 años con trastorno del espectro autista, problemas de salud mental y dificultades emocionales. La interactuación con la perra Dana provoca lo que de otra manera sería mucho más difícil, la participación de los jóvenes en la clase aunque solo sea para ofrecer una chuchería o cualquier otro incentivo al animal.
La idea partió de un profesor del claustro del instituto relacionado con la asociación ARPA Autismo Rioja, donde Dejando Huella ha realizado intervenciones asistidas con perros como Frida y Otto. «Empezamos a hacer el programa tras experiencias piloto en otros institutos, para trabajar la expresión emocional, el desarrollo de habilidades sociales y comunicativas y la regulación emocional, ya que las personas con autismo tienen dificultad para la interacción social, para autorregular las emociones y también tienen rigidez cognitiva, pero, a través del animal, se trabaja todo eso con diferentes objetivos según cada persona. Estamos muy contentas», afirma Mayte Gil, orientadora del centro.
«El perro es como un vehículo a través del cual los alumnos no están hablando con un ser humano, así que para ellos es más fácil entender si el animal está frustrado o enfadado. Saben que lo deben tratar bien a la vez que aprender a cómo comportarse, gestionar sus emociones y manejar una situación», añade Mayte Gil. Cada quince días el perro asiste a la clase y Zuriñe Arróniz plantea una actividad prácticamente a la carta, según cómo hayan tenido la semana los alumnos que asisten.
«Muchas veces son juegos de emociones, una yincana con pruebas que el perro tiene que superar, y los chicos le dan una recompensa. A lo largo de la sesión fluyen y se encuentran en una zona de confort. Yo noto que muchos días, con lo que aquí se les da, los alumnos sueltan lo reprimido», expone Marta Hierro, profesora de Servicios a la Comunidad. No es fácil, algunos alumnos son muros, pero Dana no se rinde e insiste. «Muchos, al principio, no quieren venir porque les sacas del aula pero en cuanto bajan lo agradecen porque se sienten cómodos», reconoce Marta Hierro. Y Mayte Gil añade: «No lo perciben como una clase al uso sino como un privilegio para unos pocos».
Caballos Asociación FARO
Lara y Mateo, dos niños de 5 años, peinan con delicadeza al burro Popeye en el Centro Hípico Navarrete, casi como si, en realidad, fuera un unicornio. Han superado un tumor de Wilms y una leucemia, respectivamente, aunque continúan con revisiones. Irati, más mayor, de 17 años, y que espera con impaciente timidez el momento de montar a caballo, ha padecido un linfoma de Hodgkin. Los tres forman parte de la Asociación de Familiares y Amigos de Niños con Cáncer de La Rioja (FARO) y acuden cada quince días, desde hace más de un año, a esta equinoterapia.
«Yo he notado muchísimo cambio en Lara desde que empezamos a venir hasta ahora, interactúa más tanto con los caballos como con sus compañeros. Le daban mucho miedo los animales y ahora monta a caballo, toca al burro y que se le arrime el perro ya es mucho», expone Sofía Bezares, madre de la niña.
«Primero, yo he notado mucho cambio físico en Mateo porque perdió mucha masa muscular. Le ha venido muy bien tanto para coordinar como para trabajar el equilibro. A parte, a nivel psicológico, le ayuda a mejorar su autoestima y los miedos, todo eso que se abre cuando un niño cae enfermo», asegura Jenifer Martínez, progenitora del niño. El cambio es radical, del hospital al aire libre.
Los tres montan a caballo y pasean entre viñedos por los caminos alrededor del centro hípico, una bucólica estampa por la que Mateo se aleja silbando, satisfecho y alegre, dejando atrás su enfermedad. «De hecho, me pregunta cuándo venimos. Incluso tienen prioridad ya por un caballo (Sultán) y lo eligen porque ya han establecido un vínculo», añade Jenifer. El caso de Irati es distinto porque es más mayor, ya adolescente. «A ella también le viene muy bien interactuar con los pequeños porque se siente protectora y ha evolucionado en todos los sentidos. Entre mayores y pequeños establecen un vínculo, no solo con los caballos», describe la madre, Prado Sánchez. «A Irati le ha venido muy bien hacer este ejercicio porque también perdió mucho músculo, y coge seguridad», apunta Prado.
Jenifer recuerda que la primera vez que acudieron no creyeron ni que sus hijos montasen a caballo pero, «desde entonces, aquí estamos». «Siempre había oído que la intervención con animales era muy beneficiosa, así que le di una oportunidad y es verdad que se nota mucho», reconoce la madre de Mateo.
Perros AFA Rioja
Poliki interactúa con las mujeres que asisten a la sesión para motivar que participen. Como buena perra de intervenciones asistidas, espera paciente la orden y acepta las caricias de todas con disciplina casi militar. En la Asociación de Familiares y Enfermos de Alzheimer de La Rioja (AFA Rioja) han apostado por trabajar con perros, en colaboración con Dejando Huella, como una experiencia distinta, algo original que estimule los sentidos. En concreto, aunque hay intervenciones asistidas para diferentes grados de alzhéimer, a estas terapias asisten personas en fases leves o moderadas de la enfermedad.
«Consideramos que los beneficios que aportan las intervenciones asistidas con animales son muy positivas, especialmente a nivel de autoestima y estimulación, se satisfacen las necesidades basadas en sus intereses, deseos y preferencias. Pero, sobre todo, tiene un sentido», cuenta Aitor Piñeiro, terapeuta ocupacional de AFA Rioja. Poliki porta un chaleco con tarjetas en las que se muestran acciones que le agradan y detesta, como pasear por la naturaleza o la ciudad, y las usuarias deben elegir una, saber si le gusta o no y memorizarla. Así, como una servicial botones, la perra va acercándose a una de las mujeres sin que ellas deban moverse, pues son mayores.
«A Poliki le pone contenta estar con la familia», ejemplifica la técnica canina Ana Rodríguez, quien dirige la intervención. «¡Pues ahora está contenta porque estamos en familia!», responde con ilusión Blanca, una usuaria. «Son igual que los niños pero más obedientes», apunta una compañera. «Muchas veces hay intervenciones basadas en cuestiones más clínicas de la enfermedad pero estas se basan en lo que las personas desean hacer. La diferencia es la significatividad que dan las personas a lo que hacen. Más allá de estimular las capacidades cognitivas, como la atención, la memoria, la orientación... todo repercute en sus proyectos de vida», afirma Aitor Piñeiro.
La novedad, que haya un animal, en este caso una simpática perra, siempre hace más atractiva la terapia. «Pero lo más valioso no es tanto el beneficio implícito sino el significado que se le da porque quienes están aquí es porque lo han elegido, hay una voluntad, un deseo, y esa parte la seguimos fomentando, la capacidad de decisión de las personas, que sigan escogiendo, en la medida de sus capacidades, lo que son capaces de hacer y quieren», advierte el terapeuta. Ha habido un proceso de elección anterior. Y las sesiones son abiertas, para probar y decidir en base a la experiencia.
Caballos Centro Hípico El Dorado
Ana Magaña, de 39 años, sufrió una lesión cerebral y desde 2013, en su proceso de recuperación, trabaja con caballos, sobre todo para mejorar el equilibrio. Empezó necesitando una escalera para montar y ya lo consigue a pie de suelo. Acude tres veces a la semana al centro hípico El Dorado de Lardero, donde también acuden personas con autismo, Asperger y síndrome de Down. «Es una terapia muy beneficiosa porque rehabilita muy bien el tronco y esto fortalece mucho la estabilidad. Con los movimientos del caballo se estimulan los músculos», detalla su padre, Roberto Magaña. «La evolución ha sido muy buena porque inicialmente iba atada con arnés y una persona sujetándola, mientras que ahora se mantiene sola», destaca Roberto.
La propia Ana reconoce que acude porque «supone una mejora para mí, aunque los caballos me daban un poco de cosa, pero ya no. Al principio me daban respeto». «Nunca había hecho terapia con animales, pero como era bueno, y me viene bastante bien...», admite Ana. Padre e hija, junto a Carmen Alonso, técnica en equitación y responsable de El Dorado, salen a pasear por el entorno del campo de golf de Logroño. Ana monta a Clon, un caballo viejo y tranquilo, muy acostumbrado al trato con personas y que parece tener muy claro cuál debe ser su función. «Una persona tranquila como Ana no supone un problema con el caballo pero otras más jóvenes pueden ser más alborotadoras, darle fuerte, tirarle de las crines... y el animal no debe inmutarse», advierte Carmen Alonso.
Tras el paseo, Ana realiza unos ejercicios de equilibro y fuerza sobre la montura. Es una auténtica rehabilitación a caballo. «Montando los músculos se ejercitan de manera totalmente pasiva, así que es muy agradable», destaca Carmen, pero también hay un beneficio psicológico. «A nivel emocional va muy bien porque se crea un vínculo con el caballo, vienen a darles de comer, cepillarlos... No hacemos con todos lo mismo sino lo que necesita cada persona», advierte Carmen, quien habla con los médicos y fisioterapeutas de cada persona para adaptar las terapias.
Por ejemplo, sobre terreno blando montar a caballo calma, en cambio, sobre suelo duro estimula. «Normalmente lo que necesitamos es estímulo, hacer funcionar los músculos. A casi todas las personas se les nota muchísimo el cambio, es algo muy natural», subraya Carmen Alonso.
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