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A sus 29 años, Deseada Martín vive junto a su madre, a la que cuida por problemas de salud, y trabaja como administrativa desde hace ... siete años. Percibe el sueldo mínimo después de haber ejercido como auxiliar de enfermería en una residencia. «Antes cobraba más, pero también trabajaba más. La carga de trabajo era excesiva y decidí dejarlo», recuerda Deseada. Después probó a compaginar dos trabajos, el de administrativa con una media jornada en una clínica dental, pero lo dejó porque no le merecía la pena: «No tenía calidad de vida y, encima, me salió a pagar más de mil euros en la declaración de la Renta».
Esta joven de Navarrete que trabaja en Logroño asegura hacer malabares para llegar a fin de mes. Con la ayuda que percibe su madre pagan la hipoteca pero con su sueldo deben hacer frente a gastos como la alimentación y la electricidad. «Yo estoy contenta con mi trabajo, me encanta», asegura Deseada, pero le gustaría percibir algo más de sueldo por su labor. Su capacidad ahorrativa se limita a una hucha en la que introduce céntimos de euro y, cuando la llena y los cuenta, apenas suman 3 euros con los que poder pagar un café y un pincho. Todo un lujo para ella.
Realmente renuncia a muchas cosas, y eso que ni fuma ni bebe alcohol, algo que considera positivo por el coste que no le supone. «El único capricho que tengo es hacerme las uñas y viene una amiga a casa que me cobra la voluntad», asegura Deseada. De la peluquería, por ejemplo, prescinde, y tan solo se compra tintes de supermercado con los que se tiñe el pelo ella misma. «Renuncio a muchas cosas, como a salir con mis amigos o ir a cenar a un restaurante con mi familia. Y ojalá no tuviera un gasto como el del coche pero es que lo necesito para ir a trabajar», advierte.
A ella le gustaría independizarse como ya lo estuvo antes, aunque las circunstancias familiares tampoco son propicias. «Estuve un tiempo alquilando una habitación en una casa compartida pero he vuelto a vivir con mi madre para cuidarla. Ahora mismo tener una casa propia y una familia lo veo inviable, es imposible», cuenta Deseada. «Ojalá pudiera tener todo eso, vivir en mi burbuja, pero vivo al día, no puedo pensar en los meses venideros y me he acostumbrado. Mi vida es hacer malabares para llegar a fin de mes. Si me preguntan ni yo misma sé cómo lo hago. No puedo destinar 200 euros a ahorrar. Lo primero que pensé con la subida fue que tenía 50 euros más para la compra», admite.
Deseada incluso pidió que le prorrateasen las pagas extras para cobrar un poco más cada mes. «He intentado quitarme de gastos, pero es imposible. Y contar con el sindicato UGT, para mí, es una inversión porque me asesoran», señala Deseada.
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