Lo que hay que tener
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«Puedo oír a lo lejos voces jóvenes / celebrando lo que hoy, / para ellos, aún es la victoria», | Joan Margarit ('Nuestro tiempo')Para una generación de estudiantes de Periodismo que ya enfila la jubilación, la lectura del maestro Tom Wolfe tuvo bastante de epifanía. Su dominio del lenguaje, su habilidad para el relato y, sobre todo, su bien entrenado ojo para situar el corazón de sus ... tramas, a mitad de camino entre la realidad y la ficción, en los pliegues de la actualidad fueron tan imitadas como su olfato para los títulos. 'Lo que hay que tener', por ejemplo, aludía a esa sobredosis de coraje que distinguió a los protagonistas de la obra así titulada: los pioneros de la odisea espacial. Los primeros astronautas, expedicionarios hacia lo desconocido, encarnaban el principio de exagerada valentía, lindante con la temeridad, que tantas veces echamos en falta en esta anodina vida pública que atraviesa el ser humano contemporáneo. Lo que hay que tener es justamente de lo que suelen carecer nuestra clase política. Y cuando, por el contrario, nuestros representantes sí se caracterizan por una cuota adicional de osadía, un escalofrío recorre a sus administrados: sucede cuando la administración serena y eficaz se ve sustituida por ese tipo de gestor tendente a perpetrar ocurrencias.
Una conducta que suele prevalecer durante la luna de miel entre político y ciudadanía, cuando aún dura el amor: nada más tener acceso al poder, cuando aún resuenan las trompetas victoriosas que tienden a nublar el entendimiento, el político de turno se apresura a implantar las prioridades de su programa más acuciantes o impopulares (a veces son las dos cosas al mismo tiempo), porque teme que superado el tiempo de idilio con la ciudadanía todas esas medidas se guarden en un cajón. De ahí se deducen algunos casos recientes en La Rioja: por ejemplo, la demolición emprendida en Logroño por sus actuales gobernantes de unos cuantos proyectos que dejó encarrilados el equipo anterior, incluidas todas esas promesas pendientes de materializarse en la próxima glaciación. Algo semejante ocurre a escala regional: Concha Andreu y su equipo, no bien firmaron el pacto con IU y UP para su investidura, proclamaron su intención de poner en marcha de manera inmediata aquellos acuerdos que más prisa le debían correr a sus socios, con atención especial a Henar Moreno, visto el celo con que reclamaba de los titulares del Palacete que pusieran fin a los conciertos educativos y sanitarios. Cuya eliminación, sin embargo, no figuraba de una manera tan taxativa en el documento que selló su pacto.
Así, en el ámbito educativo, el acuerdo se limitaba a abogar por «la educación pública como eje vertebrador del sistema». Luego detallaba una serie de prioridades donde sólo descollaban dos que pudieran interpretarse en esa misma línea: el compromiso de suprimir el cheque del Bachillerato y la exclusión de ayudas públicas para los centros que segreguen a sus alumnos por condición de sexo». Y otra promesa: «En el supuesto de que fuera necesario suprimir unidades en los centros educativos, se realizarán en los centros privados sostenidos con fondos públicos». De momento, sobre ninguno de estos particulares parece notarse avance alguno: los firmantes del pacto empiezan a notar la distancia que observa todo político entre predicar y dar trigo.
Otro tanto sucede en las cuestiones sanitarias. Esta semana, el Gobierno decidió contradecirse a sí mismo (y dejar también en mal lugar a sus socios de IU) cuando aparcó otro compromiso, el de suprimir el contrato de prestación de servicios con Viamed. Que, según avisan del Palacete, será realidad dentro de un año, fruto de una transición pausada y razonable para absorber en el sistema público a tantos pacientes derivados (que ahora deberán peregrinar por cierto a regiones vecinas). A despecho de que el acuerdo entre los tres partidos firmantes recogía expresamente lo siguiente: «Extinguir el contrato con Viamed que finaliza el 30 de noviembre». Palabras vanas, que se llevará el viento: no se sabe si sorprende más que en apenas tres meses se caiga en semejante contradicción desde el Gobierno o la pasiva conformidad que tal incumplimiento recibe desde el resto de fuerzas de extrema izquierda. Olvidando los responsables de tal cambio de opinión en materia de salud el primer consejo que recibe todo profesional sanitario: mirar a los ojos al paciente y decirle la verdad.
Lo cual vale también para nuestros representantes, que deberían ser capaces de mirar a sus representados y decirles la verdad. Porque cuando no se tiene lo que hay que tener (la audacia), pierde consistencia la confianza que debería presidir las relaciones entre clase política y ciudadanía, cuyas expectativas insatisfechas le conducen a cierto estado de postración. Tan grave como esa sensación generalizada de que ni siquiera los compromisos adquiridos por escrito merecen demasiada consideración a los firmantes de (nada menos) todo un pacto de Gobierno, cuyo destino inmediato pasa por instalarse en un territorio bien conocido por La Rioja: el cómodo pero irrelevante limbo de lo que pudo haber sido. Hay precedentes tan cercanos como temibles. Y no son el ejemplo más recomendable para quienes, en teoría, venían a sacar a La Rioja de su letargo.
Una vez que el lunes la Consejería de Salud oficializó los nombramientos de Francisco Antón como subdirector del área de Salud del Seris y de Javier Pinilla al frente de la dirección de Asistencia Especializada, quedan menos casillas vacías en el organigrama del departamento que dirige Sara Alba. Aunque son vacantes de importancia, como la dirección médica del Hospital de Calahorra o la dirección de Atención Primaria. Un área que carece de titular cerca de tres meses después de llegar a la Consejería el nuevo equipo, como recordó el pasado miércoles el colectivo que agrupa a los profesionales de ese ámbito, en sus movilizaciones semanales.
Alicia Rubio, diputada de Vox en el Parlamento regional madrileño, acaba de adquirir una sobresaliente notoriedad a propósito de unas polémicas declaraciones donde se mostraba partidaria de impartir como asignatura en la red educativa la materia de costura, bajo el argumento siguiente: «Coser un botón empodera mucho». Rubio, una figura bien conocida en la escena musical logroñesa a finales de los años 80, proviene de una familia riojana con vocación política: su padre, el empresario Celso Rubio, fue miembro en 1979 de la candidatura de Coalición Popular al Senado.
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