Del COVID al cambio climático y a sus episodios de temperaturas extremas. La Rioja registró el pasado año la segunda mayor cifra de fallecimientos en su historia reciente, 3.481, un dato solo superado por las 3.736 muertes contabilizadas en el dramático 2020 ... en el que estalló la pandemia.
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Si los dos años previos la mortalidad estimada se desbocó por la letalidad del SARS-CoV-2 –600 fallecimientos por encima de los 3.136 estimados para 2020 y 232 más que los 3.187 calculados para 2021– el pasado año, con un exceso de 253 decesos y un centenar de fallecidos por COVID, tuvieron mucho que ver en el incremento de las estadísticas más dolorosas las temperaturas extremas registradas en la comunidad. De hecho, el frío o el calor fueron causa directa de 109 de las 3.481 muertes contabilizadas en La Rioja por el MoMo, el Sistema de Monitorización de la Mortalidad Diaria que gestiona el Centro Nacional de Epidemiología del Instituto de Salud Carlos III.
De la base de datos de esta herramienta puesta en marcha por Sanidad en 2004, que su nutre a diario de las cifras de mortalidad procedentes del INE y del Registro General de Registros Civiles y Notariados del Ministerio de Justicia, se desprende, además, que el pasado año la cifra de fallecimientos imputable a las temperaturas extremas se duplicó en la región respecto a la media histórica de los siete años anteriores.
En 2021, la mortalidad en la región atribuida a las temperaturas se quedó en 50 fallecimientos, 27 de ellos por el frío, una cifra similar a la de ejercicios anteriores: 48 en 2020 (38 en invierno), 56 en 2019 (26), 48 en 2018 (43), 48 en 2017 (39), 21 en 2016 (9) y 30 en 2015 (22), último dato disponible en el registro del MoMo.
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Aunque el recuerdo en lo meteorológico del pasado año nos traslada a las insoportables olas de calor tórrido estival, el aumento de la mortalidad no solo tuvo que ver con el exceso en los termómetros, sino también con las bajas temperaturas invernales.
De hecho, el mes con más fallecimientos atribuibles a las temperaturas fue enero, con 34, tres por encima de las 31 registradas en el bochornoso julio. Otro mes de invierno, febrero, fue el tercero con mayor letalidad debido a las inclemencias térmicas, con 15 muertes más. 2 muertes más en marzo, otras 5 en abril y 3 en diciembre pasado sumaron las 59 muertes que en la región pueden achacarse al frío.
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El otro medio centenar de decesos en La Rioja fue causa directa de las continuas olas de calor de un verano abrasador, en el que además de las mencionadas 31 víctimas mortales de julio, se produjeron 10 en junio y 9 en agosto.
Sin víctimas por temperaturas en los 17 días transcurridos de 2023, las estadísticas deben servir para proteger a los más vulnerables a las puertas de la llegada del primer arreón invernal, no en vano 263 de los 410 riojanos (64,14%) cuya muerte puede achacarse a las anomalías térmicas pagaron con su vida el frío.
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