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Hace ahora más de un año, el 5 de septiembre del 2018, J.C.M. no regresó a dormir a su casa en Calahorra. 42 años de edad, casado, padre de dos hijos y natural de Aldeanueva de Ebro, encarnaba la nueva generación de ... una familia ganadera muy conocida en La Rioja Baja. Horas después de que su mujer interpusiera una denuncia por desaparición en el puesto de la Guardia Civil de la capital riojabajeña, agentes del instituto armado encontraban su cuerpo semihundido en el interior de una balsa de riego próxima a la carretera que une Alfaro con Grávalos y Cervera. Cuando, ya de noche, los agentes consiguieron remontar el cuerpo y subirlo a la superficie, el estado que presentaba el cadáver evidenció lo que los investigadores ya presumían: había sido asesinado.
Poco más de un año después, los agentes han conseguido poner nombre y apellidos a los responsables de un crimen con tres autores materiales y cuatro colaboradores necesarios. Todos (cuatro hombres y tres mujeres) forman parte de un mismo clan familiar, tienen entre 20 y 61 años de edad y son vecinos de Autol y Calahorra.
La investigación ha sido extensa. Sobre todo, explica la Guardia Civil en la nota en la que ha dado a conocer las detenciones, porque las líneas de investigación fueron muchas «debido a que una parte de las amistades de la víctima eran peligrosos delincuentes asentados en diferentes localidades riojanas». Entre ellas, estaba la que ha dado sus frutos, la de su mano derecha («su hombre de confianza») en las labores ganaderas: uno de sus trabajadores, de 41 años que la Guardia Civil define como un «peligroso delincuente» que posee numerosos antecedentes penales.
Él, presuntamente y según las conclusiones de la operación 'Yuko', sabía todos los movimientos que hacía su jefe, era conocedor de las transacciones que realizaba o tenía pendiente realizar, y él fue el encargado de trazar el plan que pusieron en marcha a principios de septiembre del año pasado.
El día del crimen, el cabecilla del grupo sabía que su jefe estaría solo en una de las granjas de engorde de pollos que regentaba en el término municipal de Alfaro. No solo eso, también que llevaría en su poder una gran cantidad de dinero. Con esa información, activaron el plan. Junto a otros dos miembros de su clan familiar, se trasladó hasta la explotación avícola alfareña y los tres sorprendieron a J.C.M. Según explica la Guardia Civil, allí se encargaron de reducirle, le ataron de pies y manos, le amordazaron y le introdujeron a la fuerza en el maletero de su propio vehículo.
Fue, como ya apuntaban a Diario LA RIOJA fuentes cercanas a la investigación en el momento del hallazgo del cuerpo, un asesinato brutal. «Se cebaron con él», apuntaban en referencia a la extrema violencia del ataque y las evidentes marcas que presentaba el cadáver. Según los investigadores, «acabaron con su vida utilizando un arma blanca» y posteriormente, atado de pies y manos y con un contrapeso anudado a la cintura para que se hundiera, arrojaron el cadáver a la balsa de riego. Ejecutado el plan, huyeron del lugar y dejaron abandonado el vehículo de la víctima con su documentación y su teléfono móvil.
Después de que la mujer del ganadero denunciara su desaparición, en la zona se estableció un dispositivo de búsqueda que contó con la colaboración de gente próxima al empresario asesinado, entre ellos sus propios asesinos. Una vez que los agentes localizaron el cadáver de J.C.M. todo cambió. También el comportamiento de los implicados en el crimen, explica la Guardia Civil. Así, los tres presuntos autores materiales del asesinato dejaron de mantener contacto entre ellos al tiempo que incrementaron sus medidas de seguridad para detectar si estaban siendo controlados por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Uno de ellos, incluso, ha cambiado en dos ocasiones de domicilio durante el último año y evitaba dejarse ver en público.
Su fuga duró un año y doce días, tiempo durante el que los agentes de la Unidad Orgánica de Policía Judicial de la Guardia Civil de La Rioja completaron una investigación en la que también ha colaborado el laboratorio de Criminalística de Madrid, la Unidad Central Operativa, el Equipo Central de Inspecciones Oculares, el Equipo de Análisis de Comportamiento Delictivo y el Grupo de Acción Rápida (una de las unidades de élite de la Guardia Civil). Precisamente estos últimos fueron quienes dieron el último golpe: el pasado 17 de septiembre protagonizaron un llamativo despliegue en Autol y Calahorra que se saldó con la detención de los siete implicados, el registro de dos domicilios (uno en cada localidad riojabajeña) y la resolución de uno de los crímenes que más ha sobrecogido en La Rioja Baja.
Tras ser puestos a disposición judicial, el juzgado que lleva la instrucción del caso decretó el ingreso en prisión de dos de los presuntos autores materiales del crimen (uno de ellos el hombre de confianza de la víctima) mientras que los otros cinco detenidos quedaron en libertad con cargos, con la prohibición de salir del territorio nacional y la obligación de comparecer ante el juzgado los días 1 y 15 de cada mes.
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