Isam Haddour

Isam, el chico que siempre sonreía

Oyón llora la terrible muerte del repartidor asesinado en Logroño para robarle una bicicleta de 200 euros

Luis J. Ruiz

Logroño

Lunes, 12 de abril 2021

Desde que la localidad alavesa de Oyón se despertara el jueves sobresaltada con el brutal crimen de Isam Haddour, el cruce de las calles San Martín y Felipe IV se han convertido en el punto de fuga del dolor de sus amigos y familiares. ... El bar Garai oficia como inusual centro de duelo y ante el cartel que anuncia la desaparición del joven logroñés David Calvo Castellanos, la hermana de Isam no deja de recibir abrazos: intensos, sentidos, emocionados y plagados de lágrimas. De vez en cuando, alguna palabra gruesa se convierte en la vía de escape de la indignación acumulada desde la tarde del pasado jueves, cuando se certificó la muerte de Isam.

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El Garai era uno de los pilares que jalonaban la vida de Isam, dice su propietario, Iker Azkarate, tras un prolongado abrazo con la hermana de la víctima. «Venía todos los días a tomar café. Un chico muy educado» al que recuerda con una sonrisa perenne. «No me lo creo». Nadie cree que el joven de 34 años que nunca dijo no a un trabajo, fuera asesinado en Logroño por una bicicleta de 200 euros. Tampoco lo cree uno de los mejores amigos de Isam, ahora taciturno y vestido de camuflaje como si quisiera engañar al dolor.

La familia de Isam, dice su hermana, está rota. Ella demuestra una entereza casi impropia que se resquebraja esporádicamente. «Lo quería casar y al final lo he metido en un ataúd», dice antes de que las lágrimas invadan su rostro. Aún habla de él en presente cuando se refiere a la estrecha relación que le unía al mayor de los tres hermanos Haddour. «Es mi alma, mi gemelo, mi novio... Lo es todo para mi. Un ángel en la tierra», explica después de haber exigido justicia. «Que lo paguen duro. Aquí y en la otra vida», dice.

Brahim Haddour, el padre de familia, fue el primero en llegar a La Rioja. Salió de Agadir (Marruecos), pasó por Italia y recaló en Ribafrecha, cerca de su familiares de Logroño. En el 2005, lo hicieron su mujer y los tres hijos del matrimonio. Amil, el mayor de ellos, había estudiado en Marruecos hasta un nivel similar al Bachillerato español, pero cuando llegó a España se puso a trabajar. Primero de la mano de su padre, como soldador; después, donde podía, sin decir nunca que no: una empresa de mármol, una fundición, en el campo, en la construcción, como repartidor de un restaurante chino y, desde hace poco más de dos meses, del Burguer King de Gran Vía.

La hermana de la víctima recibe ánimos en Oyón. Justo Rodriguez

La casa familiar de Oyón, en las inmediaciones del Bar Garai que este lunes le lloraba, se convirtió en su referencia con alguna ausencia puntual (vivió un tiempo en Lanciego y otra temporada en Logroño con su expareja, según aseguraba este lunes el hijo de esta). Desde allí salió el miércoles y allí pretendía regresar al borde del toque de queda antes de que la brutal paliza le dejara inconsciente en el Parque del Ebro durante toda la madrugada. Para cuando fue localizado su cuerpo, ya era tarde. Ahora su familia y toda la comunidad marroquí de Oyón le lloran. Lo hacen desde la frustración y desde el miedo a unos agresores «para los que la vida no vale nada» antes de pedir el anonimato a los periodistas.

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