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M.P. llegó tarde a la natación. Es de esa generación en la que no pocos quintos aprendieron a nadar más allá de la jubilación. Ella lo hizo hace «cuatro o cinco años», recordaban este martes, en pleno duelo, sus vecinas. «Estaba muy orgullosa. Venía ... y te decía, 'Que sé nadar; que he aprendido'», explicaban. No era una experta. Lo justo para disfrutar en el agua. «Quizá, en ocasiones, podía ser un poco osada», apuntaba otra de las compañeras habituales de la piscina del Residencial Beatriz, la urbanización en chaflán de las calles Pepe Blanco y Duques de Nájera, en la rotonda del reloj de sol. En alguna ocasión, decían, le habían dicho que evitara la zona más profunda de la instalación.
En la mañana de este martes, en los estertores de la ola de calor previa a la que comenzará mañana, M.P. (77 años de edad) y su marido, de cuyos achaques ella cuidaba, decidieron pasar un rato en la piscina comunitaria. No había demasiados vecinos. Los habituales. Todos se conocían, pero nadie se percató de que la menuda vecina del portal 99 de Duques de Nájera se había metido en el agua.
«No hubo gritos de auxilio, ni ruidos de un chapoteo fuerte que alguien pudiera interpretar como una señal de alarma. Quizá le dio algo mientras nadaba...», especulaban los consternados testigos del suceso. No hubo nada. Para cuando alguien se dio cuenta de que M.P. estaba en el fondo de la piscina, ya fue demasiado tarde. Cuando llegaron a la zona comunitaria, los servicios de emergencia no pudieron hacer otra cosa que certificar su defunción.
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Nadie sabe exactamente cuánto tiempo estuvo M.P. bajo el agua. Sí que el rescate e intento de reanimación fue relativamente rápido. Fue, calculaban los testigos, poco antes de las 13 horas. Alguien escuchó al marido de la víctima, a pie de escalerilla, decirle, «sal ya mujer, sal ya». Algo sospecharon los presentes que cuando se acercaron al borde de la piscina vieron el cuerpo de su vecina en el fondo. Se lanzaron dos jóvenes a rescatarla y la sacaron a la superficie, en donde trataron de reanimarla. «Cuando salió, algo de pulso sí tenía, pero...».
Tres ambulancias del SOS Rioja se acercaron hasta el lugar. También una patrulla de la Policía Local de Logroño y una dotación de la Policía Nacional. Todos los esfuerzos por salvar la vida de M.P. fueron en vano. Poco antes de que llegara un hijo de la pareja al lugar de los hechos se confirmó su fallecimiento.
«No es una piscina peligrosa, pero ya nos había dado algún susto», recordaba un joven mientras le explicaba a otro de los vecinos lo que había sucedido en la zona verde del edificio.
Pasadas las dos de la tarde, la autoridad judicial acudió a las instalaciones comunitarias, certificó el fallecimiento y ordenó el levantamiento del cadáver.
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