Secciones
Servicios
Destacamos
José Carlos Rojo
Suesa
Jueves, 6 de abril 2023, 13:22
El camping Somo Parque, en Suesa, vivió ayer una jornada dura. Muy dura para sus propietarios, para sus clientes, para sus trabajadores, para sus visitantes. Y no era para menos. Erika (42 años), su hijo Ethan (19) y María Teresa (68) eran algo más que clientes habituales ... . Formaban parte de la familia del camping, un privilegio que te da el hecho de que lleves una veintena de años alojándote allí; de que la palabra 'conocido' deje paso a la de 'amigo'. Con los que comes, paseas y te diviertes. Dolor, mucho dolor en el camping. «Estamos destrozados», resumió en dos palabras Emilio Valle, propietario del establecimiento. «La imagen de Erika, de Ethan, de María Teresa, no se nos va a olvidar nunca», lamenta casi con lágrimas en los ojos mientras recuerda lo sucedido. Y junto al dolor, indignación. «Es que se veía venir», deja caer tratando de medir sus palabras, de contener su ira por lo sucedido, pero admitiendo la realidad.
Porque lo dice quien también conoce al conductor del vehículo que a las ocho de la tarde segó la vida de las tres personas cuando, simplemente, habían salido a dar un paseo con su perro. «Este hombre (J.A., 73 años, vecino también de Ribamontán al Mar) es conocido en el municipio... Ha tenido otros problemas, conducciones temerarias... Y no podemos decir mentiras: esto era algo que tarde o temprano podía ocurrir». «0,73, ha dado 0,73 en el control de alcoholemia», se escucha decir de fondo a alguno de los visitantes del camping.
A las once de la mañana, el asfalto aún muestra las cicatrices del atropello. Dibujadas en el suelo están silueteadas por la Guardia Civil las figuras de los vehículos implicados y las de las víctimas. A lo largo de varios metros se trazan con claridad las marcas oscuras de una frenada interminable. La del SsangYong. Mientras los propietarios y clientes del camping tratan de recomponerse, expertos del Equipo de Reconstrucción de Accidentes de Tráfico de la Guardia Civil fotografían, analizan y estudian todas esas pruebas que confluyen en una valla doblada, justo donde el vehículo se estampó para frenarse de forma definitiva. Serán claves para determinar la trayectoria del coche, su velocidad, sus volantazos.
Ojeroso y con los ojos vidriosos, Jesús Ángel Río Ortiz regresa a su trabajo en la cafetería del camping. Él estaba allí cuando se produjo el atropello mortal y fue de los primeros en tratar de prestar auxilio a los heridos. «Escuché un estruendo tremendo y salí corriendo a ver qué había pasado. El coche estaba allí, empotrado contra la valla. Me acerqué corriendo, abrí la puerta y vi que el conductor estaba bien. Pensé que sólo se trataba de eso, pero luego me di cuenta de que no», relata con voz temblorosa, tratando de controlar la emoción del recuerdo. «Los vi allí tendidos, golpeados. El chaval, la mujer más mayor, la joven... Esta tenía aún pulso, pero muy débil». Una enfermera que se alojaba en el camping salió rápidamente a socorrerla. Lo cuenta Arturo Fernández, vecino de Amorebieta y cliente habitual del establecimiento en el que pasan sus vacaciones desde hace más de tres años. «Vi que se acercaba a la mujer y que gritó que estaba con vida... pero al final no se pudo hacer nada», narra. «¡Qué tristeza!», añade.
Noticias Relacionadas
Junto a este hombre se encuentra su mujer, Nerea, visiblemente afectada. Tienen una niña de 13 años que es «muy amiga del hijo menor de Erika, que también tiene 13 años. Ha sido horroroso. Nadie se merece esto».
Y es que todos se conocen en el camping. «Es un sitio pequeño, como un barrio, y nos juntamos en la piscina, en la cafetería... Eran encantadores y esto que ha pasado es una pena tremenda», comenta. A la mujer no se le borra de la cabeza la imagen del hijo pequeño de Erika -la familia había llegado el lunes para pasar la Semana Santa en Cantabria-. «Pobre niño, tan pequeño y que haya tenido que pasar por esto», lamenta. «Se ha pasado toda la noche llorando y gritando».
En medio de la conmoción y el desasosiego, el camping trataba ayer de retomar la actividad cotidiana. Los visitantes que llegaban para disfrutar del puente festivo se sorprendían al ver la entrada llena de periodistas, de cámaras, de micrófonos. Preguntaban qué había sucedido y se quedaban perplejos al saber el alcance de la tragedia. La mayoría también conocía a las víctimas.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.