Emilio Alonso Manglano salió por la gatera. El director del CESID dimitió en 1995, el escándalo de las escuchas se llevó por delante a la persona más informada de España y a la que sus hijos, ocho años después de su muerte, quisieron hacer justicia entregando el archivo del general con los entresijos del Estado a los periodistas Juan Fernández Miranda (Madrid, 1979) y al riojano Javier Chicote (San Millán de la Cogolla, 1979). Con esa ingente y valiosísima documentación, en octubre pasado daban a luz a 'El jefe de los espías', una obra que será presentada hoy por sus autores en el Aula de la Cultura LA RIOJA-UNIR, que ya se celebra de forma presencial y que puede seguirse también aquí. Se trata de un apasionante libro en el que, como dice Chicote, «hay mierda a punta pala» y se desvelan episodios como poco sorprendentes que van desde el 23-F hasta los líos de faldas.
– ¿Por qué este libro?
– En realidad es una petición de los hijos. Su padre pasó a la historia cuando salió por la puerta de atrás. Tiene que dimitir en el año 95 por el escándalo de las escuchas y quedó casi como un apestado del 'felipismo'. Ahora, que han transcurrido unos años de su muerte, sus hijos consideraban que no se ha hecho justicia con la figura de su padre y buscaron un periodista para ver si interesaba hacer una biografía. Contactaron primero con un amigo de ellos y les dio el nombre de Juan Fernández-Miranda. Le llamaron y le dijeron que su padre tenía un archivo, que si lo quiere ver vienen a España. Se lo enseñan y cuando ve la dimensión de ese archivo, ni siquiera los hijos lo habían abierto, Juan me llamó a mí. Acepté el proyecto inmediatamente y nos pusimos a hacer la biografía advirtiendo a los hijos que habría cosas que no les gustarían. El libro pone en su lugar a Emilio Alonso Manglano y también se cuentan cosas feas de él.
«Don Juan Carlos le cuenta que el rey saudí le dio 36 millones de dólares para la Transición»
TRANSICIÓN
– ¿Por qué el ministro de Defensa, Alberto Oliart, se fijó en Manglano? Era teniente coronel de la BRIPAC y un director del CESID debía ser general.
– Sí, sí, hubo que hacer un apaño para nombrarlo, se tuvo que elaborar un decreto para que eso se permitiera. Hay varios motivos y uno de ellos es que Manglano destacaba en el ejército, estaba al frente de la BRIPAC, de los paracaidistas. En el 23-F se mantuvo con la democracia y hay que recordar que a él le nombran justo después del 23-F. Por tanto, es un militar demócrata que va a tener como primer reto parar el involucionismo, el golpismo.
– Uno de los episodios que más sorprende es la financiación de la Transición por parte de Arabia Saudí.
– Esta información constituye quizá lo más importante del libro. Era algo que había sonado: que si petróleo, que si comisiones, pero nunca se había contado cómo se había pagado la Transición. Hay un momento en el año 89 en el que el rey, que tenía plena confianza con Manglano, se lo cuenta. Le dice que el rey saudí le dio 36 millones de dólares para la Transición, luego un crédito de 50 a interés cero. ¿Eso para qué fue? Para crear las estructuras de la nueva democracia, para dopar a determinados partidos, como la UCD, que no hubiera 27 siglas en el nuevo Congreso de los Diputados y fuera así ingobernable. Esto puede parecer escandaloso, pero si hacemos una disección de cómo se crean los países, cómo funcionan las cosas o cómo se articulan los partidos políticos nos vamos a encontrar manejos así. Con esto no solo permitimos desvelar cómo se financió la Transición española, sino también dónde empieza la fortuna oculta del rey. Ahora todos sabemos qué ha pasado con Corina, pero aquí están las raíces y el tronco de lo que le hace abdicar porque ese dinero que va recibiendo también lo utiliza para crear su fortuna. De hecho, en el año 91 Sabino Fernández Campo, el jefe de la Casa del Rey, le dice a Manglano: «Don Juan Carlos tiene 5.000 millones de pesetas en Suiza». Eso es una información brutal y además es un documento. Cuando los historiadores entren en profundidad en esos años van a tener que leer este libro y usar esos papeles.
– También desvelan que la relación del rey con Adolfo Suárez no era tan idílica.
– Suárez es uno de los políticos que más consenso ha concitado a la hora de elogiarlo con el paso del tiempo. Sin embargo, en este libro es una de las personas que peor aparecen retratadas. Con el rey, al inicio, tiene una relación muy buena, pero luego empieza a enfadarse mucho con él porque Suárez tiene una ambición desmedida. Ve que se le queda pequeña la Presidencia del Gobierno y empieza a actuar como un jefe de Estado. Hace cosas como que el rey le esté esperando para una audiencia y llama a la Zarzuela para decir que irá más tarde porque está reunido con los diputados del PNV. Llegó un momento en el que Suárez era un estorbo para la consolidación de la democracia, la UCD caía y él tenía que dejar la política. Como condición pidió un Ducado y se le concedió; y algo que no sabía nadie es que el rey le dio un millón de dólares de ese dinero saudí para que se fuera de la política. Y no solo no se fue, sino que acabó creando el CDS.
– Manglano, pese a ese aire recto, fue un precursor en la igualdad, contrató a una mujer como jefa de servicio.
– Puede parecer un militar antiguo, conservador o machista, y no, era muy aperturista. Cuando llega a los servicios secretos había señores mayores con uniforme. Y para modernizarlos a la altura de una democracia empieza a incluir civiles y mujeres.
– ¿La dimisión de Manglano fue más por las escuchas o por agotamiento?
– El caso de las escuchas fue tan grave que tuvo que dimitir porque un subordinado suyo, que era el coronel Perote, hizo algo que no debía. Yo no digo que esto sea la verdad absoluta y por eso en el prólogo me preocupé mucho de decir que esta es la historia que cuenta Manglano. Él dice que no tenía ninguna responsabilidad en las escuchas ilegales del CESID. Perote guarda las grabaciones, allí estaban el rey y empresarios. Luego hay una disputa entre ellos, Perote se va del CESID, le entrega el material a Mario Conde, se lo vende, se supone, y Conde se lo filtra al diario El Mundo. Cuando esto salta, a Manglano, como cabeza del CESID, no le queda más remedio que dimitir. Le condenaron por el caso de las escuchas y para él fue una cosa terrible, pero al final consiguió levantar la condena.
– El libro también recoge el lado rosa, la relación entre Juan Carlos y Bárbara Rey. En un momento el monarca le confiesa a Manglano que le ha tocado un pecho.
– La relación era muy estrecha, iba más allá de un jefe de Estado y un subordinado, pero es que en el caso de Bárbara Rey se lo tiene que contar porque supuso un problema brutal y como jefe de los servicios de inteligencia debía solucionar ese problema. Manglano documenta dos chantajes de Bárbara Rey. En el primero, en el año 94, lo que hace Manglano es coordinar para que a la artista se le pague y después es el propio Manglano el que, como parte del acuerdo con Bárbara Rey, escribe una nota al jefe de gabinete del presidente del Gobierno de Felipe González dándole instrucciones para que la contraten en TVE. La del 97 es más por amistad que por otra cosa, porque él ya había dimitido. El de ese año es el chantaje gordo, el de todas las grabaciones: había dos en el dormitorio y una en el salón y allí se llega al famoso acuerdo de los 600 millones de pesetas. Le dice que le va a dar 100 millones, luego 50 durante diez años. Ella firma un documento. Fue un chantaje enorme. Que cada uno se acueste con quien quiera, pero es que esto afectaba a la estabilidad del país porque afectaba al jefe del Estado. El rey abdica en 2014 en circunstancias parecidas: dinero y mujeres.
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