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Un hombre descansa a la sombra en la calle Cristo de Laguna de Cameros durante la mañana de ayer. En detalle, dos pancartas reivindicativas que aparecieron ayer en la LR-250 entre Jalón y Laguna. D. M. A.
El SOS del Alto Leza contra la despoblación
XXXIII Día del Camero Viejo

El SOS del Alto Leza contra la despoblación

Los alcaldes del Camero Viejo, paradigma de la España Vaciada, se debaten entre la esperanza y el desánimo, conscientes de la dificultad de revertir la situación

Diego Marín A.

Logroño

Domingo, 6 de agosto 2023, 08:35

El Camero Viejo es sinónimo de despoblación. Aldeas como Santa María y Avellaneda, deshabitadas desde hace medio siglo, muestran lo que puede suceder en los próximos años en los pueblos del Alto Leza. Los once municipios que integran la agreste zona suman poco más de medio millar de habitantes, apenas un puñado más que el vecino y no con un futuro más alentador Alto Jubera, con solo tres ayuntamientos. El paisaje árido y la sinuosa y estrecha carretera no invitan al optimismo, sí a la desconexión. Hace cien años se vivía de la industria, la ganadería y la agricultura y ahora apenas de unos rebaños y del turismo. Paraíso ciclista, precisamente por la baja densidad de tráfico, el valle vive una situación límite tras el espejismo de la pandemia, que revivió a los pueblos durante apenas unos meses.

Pedro Elías Cristóbal (Soto)

«La población no se renueva cuando los mayores fallecen»

Soto llegó a tener más de 2.500 habitantes en el siglo XIX gracias a las industrias de telas que después cedieron el testigo a las fábricas de mazapán. Hoy no llegan al centenar. «La población no se renueva, cuando los mayores fallecen no se cubren esas plazas», expone el alcalde, Pedro Elías Cristóbal, y eso que la aldea Treguajantes, prácticamente deshabitada en los 70, vive un oasis de revitalización. «Ojalá fuera una situación reversible, yo voy a luchar para que los pueblos no sean parques temáticos de vacaciones o de fin de semana, pero es complicado», reconoce el alcalde. La falta de vivienda es uno de los grandes problemas. Y también, paradójicamente, la carretera. «Nos beneficia una buena comunicación con Logroño, pero no para quedarse a vivir sino para el turismo», apunta Cristóbal.

Bernabé Arrieta (San Román)

«Si alguien se quiere quedar, no hay oferta de vivienda»

San Román llegó casi a los 800 habitantes a finales del XIX y ahora cuenta con 126. «Como el resto de pueblos de la sierra, empezamos a perder población en los 70 porque el trabajo en industria y servicios comenzó a depender de Logroño y los jóvenes empezaron a bajar a la capital», explica el teniente de alcalde de San Román, que llegó a tener seis aldeas habitadas y ahora solo resisten Velilla y Vadillos. «Cada una tenía hasta escuela, luego se concentró en San Román y siempre está al límite», recuerda Bernabé Arrieta. La situación geográfica, en medio del valle, y la disponibilidad del centro de salud y la farmacia de la zona hacen de la de San Román una situación casi privilegiada frente al resto del valle. Además, cuenta con casas rurales y restaurantes. Y pudo haber sido mejor. «Hace veinte años hubo posibilidad de hacer una residencia de mayores, que a nivel social ayudaría», recuerda Arrieta. En cambio, ahora, ya parece tarde: «Si alguien se quiere quedar, no hay oferta de vivienda».

Francisco Íñiguez (Laguna)

«No hay vivienda y construir es muy caro»

Laguna contó con 617 habitantes en 1877. El cierre de la fábrica de embutidos supuso una segunda gran emigración a Logroño después de la anterior a América, dejando el censo en poco más de 100 vecinos. «Ahora o eres ganadero o tienes una casa rural, y aunque esto es una ayuda, no es suficiente», explica Francisco Íñiguez, vicepresidente de la Asociación de Amigos y Amigas de Laguna de Cameros. «Yo soy muy pesimista. Que venga una pareja no es aumentar la población. Y que venga gente de fuera es complicado porque no hay vivienda y construir es muy caro», añade Íñiguez, que también critica la situación de la carretera LR-250 en el tramo de Laguna, hasta enlazar con la N-111: «No se ha tocado desde que existía la Diputación de Logroño. No hay un acceso decente a Laguna».

El alcalde de Laguna, Javier Ruiz, rehusó atender a este periódico.

Miguel Ángel Terroba (Muro)

«Quién va a venir si no hay trabajo. Ese es el problema»

De casi 300 a 35 habitantes ha pasado Muro en un siglo. «Eso censados, porque viviendo somos diez», admite Miguel Ángel Terroba, quien se encarga de abrir y atender el bar, a ratos. «En invierno estás solo», apunta el alcalde de Muro. Su discurso, más que escéptico (o negativo), parece catastrófico (o realista). «Estos pueblos están acabados, más sin escuela. Quién va a venir aquí si no hay ni trabajo. Ese es el problema», declara abiertamente. «En Muro no hay nada. Pasado el 20 de agosto nos quedamos cuatro», anuncia el alcalde del pueblo situado en medio de la desierta carretera de uno de los dos puertos de montaña que unen el Camero Viejo y el Nuevo. «Volver la gente a los pueblos lo veo raro. Aquí te quedas solo, no hablas con nadie. Y es triste», dice Terroba viendo jugar a unos niños en el frontón pero sabiendo que es una escena efímera.

Óscar Sáenz (Torre)

«Se han hecho un montón de cosas pero no viene nadie»

A mediados del XIX Torre contaba con 267 habitantes y ahora, con diez. «Veinte años llevo yo de alcalde, otros veinte estuvo mi padre y llevamos 40 en decadencia», declara el alcalde de Torre. La compra por parte del Icona de los montes ahora llamados de utilidad pública también provocó el desplazamiento de la población, al no disponer de pastos ni de terreno agrícola. «Se han hecho un montón de cosas pero no viene nadie. Ahora te puedes dedicar a la ganadería pero nada más. El trabajo y los servicios son esenciales, pero luego está la soledad y es complicado», confiesa Sáenz.

Pablo Ángel Fernández (Hornillos)

«Cuanto mejor es la carretera, menos gente hay»

Hornillos, el recóndito pueblo vigilado por réplicas de dinosaurios y los molinos de viento de Nido Cuervo, llegó a tener 265 habitantes en 1860. Quién lo diría porque hoy solo cuenta con catorce. «Antes se vivía con poca cosa, 50 familias vivían con lo que ahora viven dos y no por eso eran más infelices. Y ahora dos ganaderos tienen tantos animales como antes todas las familias», describe Pablo Ángel Fernández. «Esto es irreversible. Con la pandemia pensábamos que la gente iba a pensar más en los pueblos, pero todo sigue igual», opina el alcalde de Hornillos. La agricultura, a 1.200 metros de altitud, es inviable porque en las escarpadas fincas no puede entrar la maquinaria. Fernández apuesta, paradójicamente, por no arreglar demasiado la carretera de acceso, un Galibier sembrado de agujeros y guijarros: «Cuanto mejor es la carretera, menos gente hay porque cuesta menos volver a Logroño».

Andrés Escolar (Rabanera)

«Los pueblos pequeños van a ir desapareciendo»

Rabanera ha pasado en poco más de un siglo de 230 a 31 habitantes, aunque el alcalde, Andrés Escolar, reconoce que durante todo el año sólo viven 15. «Es imposible volver a lo de antes, ya sólo podemos mantener lo que queda. Los pueblos pequeños van a ir desapareciendo en cuanto la gente mayor muera porque cuando se cierra la puerta de una casa ya no se vuelve a abrir», sentencia. «Los pueblos se van a quedar para el fin de semana», vaticina Escolar.

Eduardo García (Ajamil)

«Tenemos esperanza, aunque habría que invertir en serio»

A principios de siglo Ajamil contaba con 220 habitantes y ahora, con 68. «Llevamos muchos años en la misma línea. Tenemos esperanza, es el empeño de los alcaldes, aunque costaría muchísimo, habría que invertir en serio», advierte Eduardo García, quien reclama la fibra óptica, escolarización y servicio de guardería como algo esencial. «Después vendría lo demás, como negocios y favorecer el teletrabajo, porque ahora aquí solo se puede vivir de la ganadería», reconoce el alcalde de Ajamil, cuyo bar sólo abre a diario en verano.

Rodrigo Alba (Cabezón)

«El invierno es un 'sálvese quien pueda,' aunque hay esperanza»

Cabezón se acercó a los 200 habitantes a principios del XX gracias a su industria de tejido de lana, de hecho a sus vecinos se les llama 'peluchos' por eso, y ahora cuenta con apenas una veintena. «Cada vecino que se pierde es importante. La mayoría es gente mayor que baja a Logroño por las residencias», apunta Rodrigo Alba. «Yo creo que hay esperanza porque hay un grupo de gente joven con ganas de estar en el pueblo, aunque el invierno es un 'sálvese quien pueda', quedan cuatro gatos», reconoce el alcalde de Cabezón, que trabaja de agente forestal y otros vecinos regentan bares en otros pueblos o son ganaderos.

José Antonio Íñiguez (Terroba)

«Esta zona se ha abandonado y ahora lo veo muy complicado»

Terroba alcanzó los 200 habitantes a mediados del XIX, y ahora, aunque hay 35 censados, en realidad sólo viven ocho. «Antes se vivía de la agricultura, se sembraba grano y cereal, y había cabras y ovejas... Ahora, sólo vacas», dibuja José Antonio Íñiguez. «Esta zona se ha abandonado y ahora lo veo muy complicado», considera el alcalde de Terroba, que cuenta con un restaurante a pie de carretera que trabaja mucho y donde, en cambio, a menudo falla internet.

Raquel Sáenz (Jalón)

«Si el Camero Viejo estaba en planta, ahora está en la UCI»

Jalón tuvo más de 150 vecinos y ahora, 29, aunque apenas una veintena duerme allí cada noche. Siempre ha sido un pueblo ganadero. Raquel Sáenz es la única alcaldesa del Camero Viejo y tras 22 años en el cargo considera que todo el valle atraviesa un momento difícil. Una familia maliense que reside en Jalón trasladará a sus cinco hijos menores de ocho años del colegio de San Román a Logroño por la falta de guardería y de comedor.

Por la misma razón, la propia alcaldesa lleva a su hijo a la guardería de Lardero. «Si el Camero Viejo estaba en planta, ahora está en la UCI. Solicitamos una guardería y no nos escucharon. La asociación de mujeres presentó un proyecto y se ha aprobado tarde», expone la alcaldesa de Jalón. Y es que esos servicios son aún más básicos cuando la población escasea. «Como madre que trabaja, vive y tiene un negocio aquí, me preocupa porque creo que me voy a tener que marchar, escolarizar a mi hijo en Logroño, y me duele. Pero cualquier madre lo haría, aunque pasar un año en la carretera es muy duro», concluye Raquel Sáenz.

«Es un reto difícil, pero no hay que intentarlo sino hacerlo», dice León

Óscar León, director general de Política Local y Lucha contra la Despoblación del Gobierno de La Rioja, considera que lo primordial es dotar de medios al mundo rural para que las personas y familias puedan elegir dónde vivir. «Hay mucho que se puede hacer, como buenas infraestructuras y mantener servicios básicos, pero también entendemos que hay que promover la actividad económica, modernizar la ganadería y la agricultura para poder trabajar de forma más cómoda y eficaz», expone Óscar León, quien también apuesta por mejorar la conectividad y hacer de la vivienda un eje para facilitar el acceso a los jóvenes y la rehabilitación. «Es un reto difícil y lo sabemos, pero no hay que intentarlo sino hacerlo», advierte León.

Por otra parte, María José González, presidenta de las asociaciones de ganaderos y mujeres del Camero Viejo, es más escéptica. «Duele decirlo, pero no ves luz y poco a poco se va agotando. La población envejece, la inmensa mayoría son mayores, de más de 80 años. El más joven de Laguna tendrá 41 años», ejemplifica María José González. Y el problema, señala, es la falta de trabajo. «No hay un medio de vida, así que es normal que la gente no se quiera quedar. Mucho te tiene que tirar el pueblo para teletrabajar», opina González.

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