Día 5: Sorzano es Mordor

Diario de una cuarentena rural ·

«Pertrechado con una mascarilla de las buenas, me dijo que pasara. Apenas me acerqué al mostrador. «Dos barras»; «Cuánto es»; «Ahí le dejo». En condiciones normales el panadero hubiera pensado que soy un imbécil. Igual ayer también»

Luis J. Ruiz

Sorzano

Lunes, 16 de marzo 2020, 10:37

Los domingos en Sorzano siempre son tranquilos. En cualquier momento del año. Cuando además de ser domingo hace un día brillante como el de ayer, la carretera se llena de ciclistas y los caminos de paisanos pasando estado de revista a las parcelas que ... rodean el pueblo: que si el hijo de la Sole ha plantado alubias, que si el sobrino de la Reme ha puesto forraje, que si el de la calle de Arriba se lo está tomando con calma este año... Cuestiones menores, simples chismes agrarios que en ocasiones van más allá. Porque igual que todo el mundo esconde en su interior un seleccionador español de fútbol, un presidente del gobierno y, desde hace unos días, un reputado experto en SARS-Cov-2, incluso los urbanitas que se dejan caer por aquí y cuya mayor experiencia con la tierra es la de las macetas de su balcón son capaces de poner peros a los más veteranos del campo riojano. Lo normal.

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Pero ayer, pese a ser domingo, apenas un par de tractores osaron romper el silencio sepulcral de esa falda del Moncalvillo. El estado de alarma ha llegado a Sorzano. Nosotros no lo saltamos, sí, pero por una causa justificada: el pan. Como si de verano azul se tratara, cogí la bicicleta y tras un par de cuestas demasiado pronunciadas para mi gusto, llegué a la panadería. Fuera no había nadie y, como si fuera la vieja del visillo, corrí ligeramente la mosquitera para ver si el panadero estaba ocupado. Pertrechado con una mascarilla de las buenas, me dijo que pasara. Apenas me acerqué al mostrador. «Dos barras»; «Cuánto es»; «Ahí le dejo». Todo a dos metros de distancia y haciendo escorzos imposibles para dejar las monedas y coger el pan. En condiciones normales hubiera pensado que soy un imbécil. Igual ayer también lo pensó: «Estos forasteros...».

Sorzano no es que sea muy grande ni tiene demasiados habitantes, pero ayer todos estaban encerrados en casa. En una minigira por el pueblo, el silencio era absoluto, sepulcral. No había nadie en la calle, el bar estaba cerrado a cal y canto con el típico cartel de «Dada la situación...» y el parque estaba precintado. También la zona de actividades físicas para mayores, que aquí que reduce a dos pedales encastrados en el suelo.

En casa las cosas van. No ha habido más crisis existenciales ni de convivencia (aunque las habrá, ya verán). También es verdad que ayer era domingo y cada uno hizo lo que le dio la gana (dentro de un orden, claro). Hasta el mediodía, aprovechando el sol, las peques hicieron la fotosíntesis jugando a quién sabe qué.

La tarde ya fue otra cosa. Por la tarde Sorzano se convirtió en Mordor. El cielo se puso gris y las nubes negras que descendían por la Nacional 111 en dirección a Logroño persiguiendo a los domingueros que se había saltado el estado de alarma acabaron descargando con ganas. Ahora sí empieza lo difícil. Ahora empieza la cuarentena entre cuatro paredes... Hasta que la climatología conceda un respiro al personal. Mientras tanto, el parchís se ha convertido en nuestro mejor aliado. Eso sí, siempre gana la misma.

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