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José Ignacio Pérez estaba esta tarde más que emocionado. No pudo contestar a la prensa a la primera llamada. A la segunda, más entero, explicaba que llevaba un rato charlando con allegados de Alfredo Pérez Rubalcaba, con los sentimientos a flor de piel. ... Y así, a bote pronto, lanzaba la primera reflexión: «Con Alfredo», a quien tuteaba, «aprendí que en política, y en la vida, cuando hablas bien de alguien es gratis y además enormemente bien recibido». Acto seguido, repasaba su larga trayectoria en paralelo al dirigente recién fallecido, cuyas trayectorias se solapaban: a mediados de los 80, él era consejero de Educación del Gobierno riojano y Rubalcaba, secretario de Estado de Univesidades, ese momento decisivo para alumbrar la Universidad de La Rioja. «Luego, ya en 1992, siendo él ministro y yo presidente, nació la UR», rememoraba. De ahí nace una estrecha vinculación política y personal, que se mantuvo a lo largo del tiempo, incluso cuando Rubalcaba abandonó la actividad pública y regresó a la Complutense como profesor de Química. «El año pasado, estuvo aquí, en Logroño y nos hicimos nuestra última foto», volvía a emocionarse el delegado del Gobierno, también presidente del PSOE riojano.
Pérez aprovechaba esa vinculación para subrayar que, en realidad, Rubalcaba se consideraba muy unido a La Rioja, más allá incluso de su papel clave en la creación de la Universidad. Y destacaba la honda relación que por ejemplo mantenía con Ángel Martínez Sanjuán, otro histórico del socialismo riojano, y con César Luena. También se sumaba al aluvión de elogios que recogía la figura del estadista desaparecido, para quien reservaba elocuentes calificativos. «Solvente, brillante, auténtico» son los tres más repetidos. «Tenía ese lado de político apasionado», enfatizaba. «Recordarle hoy a Alfredo significa ensalzar el valor de la política», añadía. «Ha sido un ejemplo de dedicación, además de una persona con un gran sentido del humor, muy divertido en el trato cercano». Apabullado por el recuerdo de multitud de anécdotas compartidas, sentenciaba con estas frase: «Tenía un gran sentido de Estado y sabía cómo tratar a España».
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