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Empecemos por el principio: no, no hay que alarmarse, ni correr a tirar las salchichas que tenemos en casa, ni iniciar una campaña de firmas para prohibir ese alimento del diablo. Las alertas, para lo que son y en su orden.
Dicho lo cual, empecemos ... con lo que estamos. La muerte de un niño de 8 años este fin de semana en las fiestas de San Juan en Telde (Gran Canaria) es el último ejemplo de algo que, desgraciadamente, ocurre. Y ocurre bastante. El pequeño murió tras dar un bocado a un perrito caliente. El trocito de salchicha taponó sus vías respiratorias, y no hubo manera de sacárselo. Los servicios de emergencia estuvieron intentando reanimarle durante unos 45 minutos, pero era tarde. Una tragedia cotidiana, no una de esas que hacen demasiados titulares, pero una de esas que, además, pueden evitarse.
Cierto es que los niños pequeños tienden a atragantarse, y que muchas veces no ocurre nada. Pero a veces sí, y hay alimentos más peligrosos que otros.
En general, el principal factor para que un alimento sea más susceptible de atragantamiento que otros es su tamaño y su forma. Los frutos secos, por ejemplo, son un sospechoso habitual, por su facilidad de atorar las vías respiratorias al tragarlos.
De hecho, la Sociedad Española de Pediatría recomienda no dar frutos secos a los niños hasta los cuatro años. La misma edad es el tope mínimo para la comida «con hueso», como las aceitunas, o frutas como las cerezas.
Con las salchichas, además del tamaño, se conjugan un par de factores más. Primero, su textura: curiosamente, en este caso el ser un alimento blandito hace que los niños tiendan a masticarlo menos, y a tragar porciones más grandes.
Y segundo, su forma: una salchicha es un «artefacto» cilíndrico, de un tamaño que parece pensado para caber casi exactamente en la garganta de un niño. De hecho, la práctica más habitual con los niños pequeños, que es cortar las salchichas en rodajas, no es precisamente la mejor de las ideas: una rodajita de salchicha atascada horizontalmente en la garganta de un niño provoca una especie de «efecto ventosa», lo que hace aún más difícil sacarlo.
¿Entonces? ¿Tiramos las salchichas a la basura y nos olvidamos de ellas hasta que el crío/a vaya a la mili?
Pues no, claro. Lo primero y más importante es no descuidar, dentro de todo lo que tenemos que enseñarles a los pequeños, que eso de masticar no es una tontería. Conviene hablar con los niños de que estas cosas pasan, y de que dedicarle un segundo a eso de mover los dientes es una buena idea. Y ya de paso, recordarlo nosotros también. El atragantamiento es la tercera causa de muerte «no natural» en España, según los datos del INE. De hecho, en 2017 en España murieron más personas atragantadas que en accidentes de tráfico. Y la mayoría no son niños, sino mayores de 65 años. Así que ojito.
Volvamos a las salchichas. Para evitarnos sustos con los niños, y evitar ese efecto «ventosa», hay un truco de lo más efectivo: antes de cortar la pieza en trozos pequeños (cuanto más, mejor) hacerle un corte en el otro sentido, es decir, a lo largo. Así evitamos esa forma cilíndrica y la mayoría de los problemas.
Dicho lo cual, conviene recordar otra cosa. Que un niño coma un perrito caliente de vez en cuando no es demasiado importante. Pero ojo: se trata de un alimento de una calidad nutricional bastante mala.
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