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No será el año del COVID-19. En el Banco de Alimentos han decidido recordarlo como el año de la solidaridad. La que ha llegado en forma de toneladas de cajas con todo lo necesario para que estos días nadie en La Rioja se vea sin un plato de comida en su mesa. Desde la empresa más pequeña a la más grande, desde un aula escolar hasta los colegios profesionales, desde contribuciones modestas en sobres hasta grandes recolectas, desde residencias a comercios, asociaciones privadas, supermercados... La acción solidaria en este final de año es tan excepcional que no tiene precedentes. «Se han producido más aportaciones inesperadas que nunca, todo el mundo ha querido poner algo, aunque sea un poquito», afirman en el Banco de Alimentos, de cuya labor se benefician hasta cien entidades diferentes.
Cocina Económica, Cáritas, la Asociación Colombiana de La Rioja (COLOR)... son las más conocidas, pero hay muchas más: «Asociaciones de emigrantes, residencias, confesiones religiosas de todo tipo...», enumera José Manuel Pascual, presidente y cabeza visible de todos los voluntarios que colaboran en esta enorme acción social, que tiene su epicentro en el centro logístico de la carretera de Laguardia, donde el trasiego de cajas y embalajes (especialmente estos días) no para nunca.
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La pandemia ha obligado a reducir los grupos de trabajo a 20. «La mayoría somos mayores, por tanto población de riesgo y no podemos juntarnos muchos a la vez», admite el responsable del Banco de Alimentos, desde donde ya se preparan para un enero duro, con una avalancha de peticiones que confían no desborde la organización.
José Manuel Pascual | Banco de Alimentos
Si hay otro referente a la hora de hablar de solidaridad, este es la Cocina Económica. Gracias al buen hacer de las Hijas de la Caridad y de los voluntarios de la casa, que no entienden de festivos, 130 personas sin recursos comen a diario como cualquier persona que celebra su Navidad con todo lo necesario. «Estamos repartiendo entre 80 y 90 'tuppers' diarios para la cena y la comida de las familias que tienen un lugar donde vivir, bien una residencia familiar o una habitación... Al comedor sólo entran los 'sin techo', ya que la pandemia ha reducido las plazas de 120 a 30», explica el presidente de la entidad, Emilio Carreras.
El reparto de la comida resulta menos personal, pero permite atender a más gente. «Las filas han aumentado un 20%, aunque las donaciones han crecido en la misma proporción». Los repartos consisten en bolsas colmadas de alimentos. En su interior, tanto para Nochebuena como Nochevieja, incluyen consomé, combinado de fiambres, langostinos cocidos, muslitos de mar, croquetas..., y un plato de pescado (bacalao con pisto o merluza). Y, para que nadie eche de menos endulzar su comida, se les añaden mazapanes, turrones, mantecados y otros dulces navideños, refrescos y café. Las comidas, tanto de Navidad como Año Nuevo, son muy parecidas aunque con cordero asado. Y, de postre, un milhojas cortesía de la Cofradía de la Esperanza.
La crisis también ha aumentado el reparto en el Centro Unificado de Alimentos del barrio de la Estrella –que aglutina todas las Cáritas parroquiales–. Desde la calle Manantiales 12 se reparten mensualmente mil lotes para una media de 3.500 personas. «Estamos distribuyendo alimentos básicos y productos de higiene personal sobre todo a familias en situación de exclusión, vulnerabilidad o pobreza», explica Dani Dulce, trabajador social y animador de Cáritas . «Dentro de los niveles de pobreza –continúa– obviamente hay situaciones de exclusión severa que intentamos atender con medidas encaminadas cada vez más a llevar una vida digna». Cáritas atiende a personas de Logroño y de su área metropolitana, como Lardero, Villamediana, Alberite, Albelda, pero «también llegamos a pueblos de Cameros».
Dani Dulce | Cáritas Diocesana
La Asociación Colombiana de La Rioja (COLOR) ha sido un salvavidas en estas Navidades para más de 500 familias –300 de ellas sin papeles– y, como aclara su presidenta, Domi Vega, no son exclusivamente colombianas: «Hemos atendido gente con necesidades de 60 nacionalidades, también españoles». Y, entre ellas, familias enteras que huyeron de sus países en busca de una vida mejor y llegaron a La Rioja justo cuando se declaró la pandemia. «Hay muchas personas estancadas, sin expectativas y sin más recursos que los sociales». Y lo ilustra con un ejemplo reciente, el de un matrimonio obligado a vivir separado: «A la mujer y los hijos les han facilitado una habitación, pero él duerme en un coche por falta de sitio». Pese a que las dificultades son muchas, la solidaridad acaba imponiéndose sin embargo en el local de Gonzalo de Berceo, 29. «Muchas familias han comido truchas y conejos gracias a las donaciones de los guardas rurales».
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Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José Antonio Guerrero | Madrid y Leticia Aróstegui (diseño)
Sergio Martínez | Logroño
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