Un monstruo de 2,37 metros en el Ebro a su paso por Alfaro

«Posiblemente sea el pez de mi vida», comenta Sergio Pérez, que pesca desde pequeño y cumple siete años tomándose la afición en serio con buenos equipos. Y siempre pescando en la zona de su Alfaro, de la que estudia y conoce cada palmo. Con este ejemplar supera su anterior récord, uno que pescó hace un año de 2,17 metros, pero desde la orilla.

Fue una tarde más en la que Sergio e Iker buscaron la tranquilidad y belleza que les da el contacto con la naturaleza. Pero con la novedad de probar el nuevo equipo que se había comprado su primo. Se embarcaron en sus 'patos' en la desembocadura del Aragón en el Ebro y comenzaron a tirar caña.

Era una tarde con poca agua. Y clara. No eran las mejores condiciones para pescar siluros, que aprovechan a cazar con agua turbia después de tormenta, cuando el resto de peces no ven y ellos tienen ventaja al guiarse por las vibraciones del movimiento. «No había actividad, no cogimos salvo tres pequeños», recuerda Sergio. Pero confiaron en encontrar alguno más grande. «Haberlos sabemos que hay, pero la clave es que ellos entren en actividad y muerdan», explica.

Al atisbar ya el coche y el fin de trayecto, Sergio decidió cambiar de orilla. Eran casi las nueve de la noche y la experiencia le decía que los animales comenzarían a activarse. «Intenté aprovechar los últimos diez minutos. Eché un lance detrás de otro y, al poco de cambiar de orilla, al quinto picó. Y tiró fuerte de la caña –cuenta–. Ya le dije a mi primo que llevaba y uno grande».

Ahí comenzó la pelea. El siluro estaba en su territorio, subía y bajaba en las aguas a Sergio en el 'pato', que debía mantenerse en el sitio con las aletas en los pies y buscar sacarlo en brazos hasta medio río. Tenía que evitar que se refugiara en la zona de enrames, en un lugar con varios árboles sumergidos donde podría ocultarse. «Con la mano en el carrete, intentando tentarlo, se quedó a poco de guardarse en los enrames. Pero conseguí volverlo, lo saqué a medio río y ahí tuvimos la pelea final», recuerda de esos veinte minutos de lucha.

Ya en la orilla, bajados del pato, le ganaron la lucha. Y comprobaron su enormidad. Apenas podían elevar sus 80 kilos de peso. «Sabía que iba a ser grande, pero no era consciente de que iba a ser ese monstruo. Coger un animal de esas dimensiones en esta zona es muy complicado... se dan más en Mequinenza, aunque también es complicado –valora–. Pero tuve la suerte de picarlo y de echarle la mano».

Especie invasora y depredadora, la talla media de los siluros en el tramo de La Rioja Baja está entre 1,20 y 1,80 metros. Con el fondo plagado de pequeños, es raro encontrar uno tan grande. «Para el pescador deportivo de pez grande, el siluro nos ofrece una pelea impresionante, momentos de adrenalina durante la lucha y nos da mucho juego. Es lo que nos gusta», admite Sergio, que señala la carpa, también invasora, como otro reto. Las están sacando de más de 15 kilos. Y también les dan pelea y ponen a prueba sus equipos.

De naturaleza territorial, la experiencia de los protagonistas de la captura les dice que este siluro de enormes dimensiones habrá nacido y crecido kilómetro arriba, kilómetro abajo del punto donde picó. Depredador, lo es tanto de la poca fauna autóctona que queda (barbo, tenca, madrilla, trucha común, ranas...) como de la también invasora, la mayoría en estas aguas del Ebro (alburno, perca americana, lucio, cangrejo americano, mejillón cebra, almeja asiática...).