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Imagine por un momento que la vida se le pone en modo 'mute'. Que la radio deja de ser ese acompañamiento ocasional, que ir a clase sólo cuenta prara observar a un busto mudo y gesticulante. Que una cita con el médico se asemeja más ... a una lotería de diagnóstico que a una consulta real. Son situaciones que a diario viven las personas sordas de La Rioja, una realidad agravada por la pandemia de COVID.
Por eso, la Asociación de Personas Sordas de La Rioja reclama más implicación para continuar la tarea de normalización e integración que realiza desde hace tres décadas y media. Una porción llega de las Administraciones Públicas, como el convenio de colaboración que este lunes ha firmado la Asociación con la Consejería de Servicios Sociales. El titular del ramo, Pablo Rubio, ha señalado que el acuerdo fomenta la promoción de las personas sordas en la vertiente social de eventos y actividades y, por otro lado, en el programa de intérpretes de lengua de signos.
Es esta iniciativa la que mejor refleja las necesidades más acuciantes del colectivo. De momento, la Asociación cuenta con dos intérpretes en su plantilla, a todas luces insuficientes pues los servicios superan los dos mil en un año. No sólo refieren consultas presenciales, también remotas, como «las videollamadas», recalca Natalia Mejías, responsable de Desarrollo de la Comunidad Sorda de la asociación que, con la presidenta, Nieves González, aplaude que el convenio impulse a la organización «hacia adelante».
Los dos intérpretes en nómina están sobrepasados: además de ayudar en las gestiones cotidianas, por ejemplo con la Administración, el banco o el centro de salud; se encargan de 'traducir' a lengua de signos los plenos del Parlamento, las ruedas de prensa del Gobierno o eventos diversos. Esa agenda saturada requiere que otros trabajadores de la Asociación se presten a echar una mano, o mejor dicho las dos, en tareas de interpretación. Una de ellas es Jerusalén que, dedicada al área de Empleo, se vuelca como intérprete cuando puede.
A través de sus manos y de su voz, Mejías se expresa con contundencia: «Necesitamos más intérpretes con urgencia para que la autonomía de las personas sordas sea completa», y detalla que la pandemia y las mascarillas han agudizado el aislamiento de este colectivo. «Para todo se requería intérprete en pandemia porque todo se hacía por teléfono», relata mientras reflexiona sobre otro de los grandes problemas de los no oyentes: el educativo. La Rioja es la única comunidad autónoma que no cuenta con la figura del intérprete de lengua de signos en los colegios. Y eso condiciona la educación de los niños sordos: «Me pasó a mí –señala algo abatida–, porque pierdes motivación y te quedas atrás». «Te dicen que leas los labios pero no puedes estar ocho horas así; la lengua de signos es mi idioma, mi lengua natural», defiende, antes de reconocer el creciente interés de muchos docentes por formarse en la lengua de signos. Un acicate para seguir alzando esa voz que las personas sordas tanto reclaman.
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