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Toma Raúl Díaz la palabra en nombre del Grupo Socialista, antaño principal apoyo del Gobierno, y pronuncia la palabra mollar. Aleluya. Y el resto de su intervención decae, inevitablemente. Porque aunque la relación entre los escaños que representa y el banco azul ha ... vivido mejores días, de momento no ha llegado la hora de disentir en público con la misma contundencia que en privado y por lo tanto su discurso debe endosarse a beneficio de inventario. Y porque además es imposible mejorar ese brioso folio inaugural, recuperando para el diario de sesiones una voz que se resiste a desaparecer pero que ha conocido más luminosos días. Como la política en su conjunto o su hermano pequeño, el parlamentarismo.
Que este jueves, sin embargo, han protagonizado una mañana que mejora plenos similares, al menos por el interés que concitaba de antemano la intervención de Concha Andreu. No ha defraudado. En un doble sentido. Porque su mensaje se ha dotado de una robustez superior a la habitual, que ha leído con la energía que le distingue, y porque ha poblado sus papeles de unas cuantas novedades, muy agradecidas en la desguarnecida tribuna de prensa. Lo cual no ha evitado que en cuanto ha entrado Henar Moreno en combustión unos sombríos nubarrones colonizaran ese día que había amanecido soleado para los intereses de la presidenta. Es cuando ha tenido que escuchar de su socia ese soniquete tan propio de cada intervención. Aquello de sí, pero.
Sí. Porque Moreno sí avala a Andreu igual que ocurre a escala nacional entre ambos partidos y hasta le parece bien el estado de alarma en su vigente configuración. Pero... Siempre hay un pero. El pero tenía que ver con una cuestión de filigrana legal (el dudoso encaje jurídico de algunas medidas, que mutilan el ordenamiento jurídico en lo referente a la protección de los derechos ciudadanos) que en realidad sólo enmascaraba otro pero. Un pero más de fondo. Que el decisivo voto del Grupo Mixto que tutela IU no debe darse por descontado. Y que debe cortejarse mediante el sistema que Moreno reclama en cuanto alza la voz: incluyendo en el Presupuesto las medidas pactadas en el acuerdo de Gobierno.
Ahí reside la clave de arco de la negociación que este viernes inaugura Andreu con su ronda de entrevistas con los portavoces. Y hacia ahí ha apuntado Moreno cuando ha cabeceado en señal de disentimiento con la política presidencial. Porque antes de abrir la negociación formal, ya se registró antes una primera toma de contactos para medir la temperatura y no hubo buenas noticias, al menos para IU. Sus representantes no detectan en el Gobierno la sensibilidad esperada para atender todas esas prioridades subrayadas en rojo. Y el termómetro anotó una subida creciente de la temperatura política. La que suele anunciar fiebre alta, preludio de males mayores, que disponen no obstante de su propio analgésico, que el Palacete es renuente a aplicar, misteriosamente. Porque bastaría como primera cura que Andreu cumpliera los compromisos suscritos con el Legislativo, como lo relativo al IER, la competencia de transparencia o la auditoría externa por su gestión del virus, como le afearon desde el PP. O que haga un sencillo cálculo, el que sugirió Ciudadanos. A cuánto personal sanitario jamás contratado equivalen los sueldos manchegos de Los Chapiteles o esos fichajes de altos cargos alojados en las zonas de sombra del organigrama gubernamental, que sirven a Andreu como quinta columna en Martínez Zaporta. Contestar a todas esas preguntas sería lo auténticamente mollar. Hasta entonces, el ruego presidencial de remar todos en la misma dirección recibirá de sus pares lo antedicho.
Sí, pero.
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