Invisible al ojo humano, pero compañero inseparable de los hombres desde que ambas especies comparten planeta. El Sarcoptes scabiei, el minúsculo ácaro causante de la escabiosis humana, más conocida como sarna, sigue entre nosotros y parece ser que cada vez con mayor fortaleza, entre ... otras causas, ante una posible mayor resistencia del 'bicho' a los tratamientos, al colapso sanitario provocado por la pandemia y a los muchos diagnósticos tardíos de una enfermedad, además de muy contagiosa, recubierta de un feo envoltorio en forma de estigma social reforzado durante siglos en base a falsas creencias que han asociado la enfermedad a déficits de higiene o a problemas de hacinamiento en núcleos familiares con bajo nivel económico. «Cualquiera se puede contagiar, nadie está a salvo, independientemente de edad, clase social o condiciones higiénicas», aseveran todos los expertos.
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De tamaño diminuto (0,4 milímetros, ocho patas y cuerpo redondo), su observación precisa del uso de un dermatoscopio, una especie de microscopio manual óptico de luz polarizada. El Sarcoptes scabiei es el causante de una enfermedad dermatológica sin, en principio, graves riesgos para la salud, pero sí muy contagiosa y molesta por el intenso picor que la acompaña y, además, de gran impacto para el sistema sanitario. De hecho, según las autoridades sanitarias de la ONU, más de 300 millones de personas la padecen cada año en el mundo.
La Rioja tampoco se libra del impacto, a tenor de algunas de las cifras que maneja la Dirección General de Salud Pública, que lidera la doctora Eva Martínez Ochoa.
«El repunte de la enfermedad parece evidente, sobre todo en el número de consultas en Atención Primaria», admite la especialista, antes de detallar unos registros que se han multiplicado por seis solo en los últimos tres años. La cifra de consultas por sarna en Primaria en 2019 ascendió a 194, creció hasta las 257 un año después y hasta las 410 al siguiente, para cerrar el pasado 2022 en 1.113. En lo que llevamos de 2023 ya se contabilizan 650 consultas, lo que supone una media de 3,5 diarias.
«Sí que la tendencia es de aumento, aunque hay que aclarar que son datos de registro en la historia clínica por parte del médico de Atención Primaria como sarna, que pueden ser casos diagnosticados, sospecha de un caso o contactos directos de un paciente diagnosticado de sarna. Serían consultas, no casos de sarna», insiste la directora general de Salud Pública, quien recuerda que «la sarna en sí no es una enfermedad de declaración obligatoria, pero los brotes sí, como ocurre en cualquier enfermedad transmisible».
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Según concreta, «se considera brote la aparición de dos o más casos relacionados en tiempo y lugar. Cuando aparecen en el entorno familiar no es tan preocupante como cuando se detectan en otros espacios, sobre todo en lugares donde, por ejemplo, hay personas institucionalizadas». Eva Martínez Ochoa detalla que durante el año en curso se han notificado en la región «tres brotes de sarna, pero con muy pocos casos, en torno a los dos pacientes en cada uno».
El pasado año no se notificó brote alguno, aunque sí persistían las secuelas de uno especialmente intenso registrado a finales de 2021 en La Rioja Baja, en concreto en el centro de día de Alfaro, con un total de 47 afectados: 30 usuarios, 11 trabajadores de la instalación y 6 familiares.
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En 2019 también se confirmaron otros dos brotes en la comunidad: uno, con 5 afectados, cuyo caso índice fue un usuario del centro de día de Casalarreina, que contagió a 2 familiares y a 2 auxiliares de ayuda a domicilio; y otro, con 20 afectados, de los que 11 eran residentes del Hogar Madre de Dios de Haro y los otros 9, trabajadores de dicho centro de personas mayores.
Junto a las dificultades del diagnóstico temprano y el cumplimiento simultáneo del tratamiento, el propio ciclo vital del ácaro y la incubación de la enfermedad actúan en favor del Sarcoptes scabiei. Los huevos los coloca la hembra tras introducirse bajo la piel de la persona afectada, pone de dos a tres huevos diarios antes de fallecer entre cuatro y seis semanas después. Además, habitualmente los primeros síntomas de la enfermedad se inician entre las 3 y las 6 semanas después de la primera infestación.
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