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«Nos han dado un sopapo de solemnidad». Pedro Sanz recurrió a esta frase tan ilustrativa, que llamó la atención de sus compañeros del Partido Popular de La Rioja, durante el turno de intervenciones abierto en la reunión de su cúpula celebrada el viernes. ... Varios asistentes al comité ejecutivo recuerdan que su discurso, más moderado de cuanto podían sospechar, analizó en clave crítica pero respetuosa. Insistió en sus palabras en que no quería culpar a nadie de los malos resultados obtenidos por la dirección capitaneada por su sucesor, José Ignacio Ceniceros. Y además de proclamar su disgusto por la derrota, reiteró, siempre de acuerdo con estos testimonios, que su intención no era afear la estrategia seguida por el equipo actual que lidera el partido. Fue, de hecho, su última intervención en una reunión de esta naturaleza: el próximo día 20 dejará de ser senador autonómico por el Parlamento de La Rioja, una vez que se constituya el nuevo Legislativo nacido del 26M. Y entonces abandonará su último cargo.
Así que estas palabras tuvieron algo de testamento político. Empezó, según el testimonio coincidente de los asistentes recabado por Diario LA RIOJA, recordando que no era habitual su presencia en las últimas reuniones del comité ejecutivo y a continuación resumió su parecer respecto al severo retroceso experimentado por el PP en las urnas: «Estos resultados me duelen». Acto seguido, detalló su opinión sobre la estrategia que su partido debería seguir para gestionar su derrota, en términos que no dejaban lugar a dudas: culpando a Ceniceros y a su equipo de confianza y reclamando dimisiones, palabra que evitó mencionar expresamente. Prefirió recurrir a esta frase: «Siempre que se pierden unas elecciones, la dirección se pone en la diana». Consultado por este periódico, Ceniceros declinó ayer hacer declaraciones.
El mensaje de Sanz incluía una advertencia adicional: el PP se arriesga, según su intuición, a regresar a los tiempos de hegemonía socialista. Que concretó en un recuento apresurado de bajas: en efecto, entre las citas electorales de abril y mayo, su partido ha perdido una eurodiputada, tres senadores, un diputado y la mayoría en el Parlamento regional, que da acceso al Gobierno. También se arriesga a perder los principales ayuntamientos de La Rioja, reflexión que le llevó a recordar esos años que parecían superados, cuando el PSOE presumía de gobernar las localidades más pobladas y dejaba para el PP los municipios menos habitados. Más o menos, el mismo mapa político que sale del 26M, a la espera de que se constituyan el día 15 los ayuntamientos y de ver cómo se canalizan los posibles acuerdos para formar gobiernos, mediante una serie de pactos aún pendientes. «Ojalá salgan bien», afirmó.
No fue el único dardo que tuvieron que escuchar de Sanz quienes compartían con el líder del PP riojano la mesa presidencial. «Hemos vuelto a los resultados de 1983», se lamentó. En su intervención, hizo hincapié en un dato que le afectaba personalmente: en las elecciones de 2015, las últimas que encabezó él y que se sancionaron con su victoria en las urnas, aunque con la pérdida de la mayoría absoluta, su candidatura sacó 10.000 votos más que el 26M. Y en ese mismo plazo, el PSOE, su rival directo, ha crecido en 20.000 votos. Una suma de 30.000 papeletas que explica tanto el triunfo socialista como la derrota popular. Y que debería mover a su partido a adaptar su estrategia al nuevo ciclo político, teniendo en cuenta que, a su juicio, una parte del voto tradicional del PP se ha ido ahora al PSOE.
Una de las intervenciones del viernes que más llamó la atención a varios de los asistentes la protagonizó un veterano dirigente, Tomás López San Miguel. Antiguo delegado del Gobierno, entre otros cargos, su discurso, según coinciden los testimonios recabados, se dirigió antes contra Génova que contra los dirigentes riojanos de su partido.
Confesó su vergüenza por los resultados obtenidos tanto en las generales como el 26M y por la imagen de Casado felicitándose por los resultados en Madrid durante la noche electoral, teniendo en cuenta que su partido había perdido tanto las regionales como las elecciones en la capital. Y vino a expresar su descontento con una frase que quienes la oyeron interpretaron como un llamamiento a sobrevivir en esta época sombría para el PP. Si Casado se instala en la pura supervivencia, señaló Tomás López, el resto de organizaciones territoriales debería limitarse a clonar esa estrategia.
Los informes que leyeron los miembros de la cúpula popular, donde ofrecían su interpretación de los resultados electorales, tampoco le convencieron. «Todo eso puede estar muy bien para la prensa», vino a decir, «pero nosotros deberíamos ser más realistas». Unas palabras que no parecieron impresionar a quienes las recibían. Según la sensación que se llevaron las citadas fuentes asistentes a la reunión, la tesis dominante, aunque no confesa, que esgrimen Ceniceros y sus dirigentes de confianza es esperar. Aguardar a ver cómo se constituyen los ayuntamientos, por si el PP lograra retener alguna cabecera de comarca o el plenario logroñés. Una esperanza que contrasta con el sombrío dictamen que tuvieron que escuchar por boca de Sanz: en su opinión, el votante del PP está desilusionado. Y su partido debería acometer ya un cambio de táctica no apuntando al corto plazo, sino hacia el horizonte electoral del 2023. «Las elecciones del 2023 no pueden afrontarse con la dirección actual», añadió. Bajo un precepto, que expresó en estos términos: «Somos un partido de gobierno, no de oposición». «Algo tenemos que cambiar» fue otra de las frases que reiteró. ¿Por ejemplo? «Mandar algún mensaje a la opinión pública de que algo va a cambiar en el partido».
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