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JUEVES | LARDERO
Hace 20 años, cuando un jurado dictaminó que Francisco Javier Almeida no estaba loco, y que por tanto debía ser condenado como una persona cuerda, su abogado, el ya desaparecido Florián Gómez Soria, se plantaba ante los periodistas con una franqueza tremenda: «Este hombre lo ... volverá a hacer. Es una muerte anunciada pero aplazada».
Veinte años más tarde Almeida salió en libertad condicional. Veintiún años más tarde, efectivamente, lo volvió a hacer, para desgracia infinita de Álex y de su familia. Todo el amor y la piedad de La Rioja estén con ellos.
Pero ese horror y esa piedad probablemente nos deban llevar ahora a pedir respuestas. Y no de cualquier modo: respuestas a los interrogantes que deja una situación que han costado una vida.
El error empieza, ahora se ve claro, en considerar que a Almeida bastaba con arrojarlo en una celda y tirar la llave. Entonces no había permanente revisable, así que todo el mundo sabía que iba a salir. Y que el peligro de que atentara por tercera vez contra alguien era grande. Gómez Soria tenía razón; mandarlo simplemente a la cárcel no era suficiente: algo debería haberse hecho con esa mente diabólica y sin duda perturbada.
El siguiente error está en la libertad condicional. Si la junta de tratamiento de la prisión del Dueso pensaba que Almeida no estaba listo para el tercer grado, ¿por qué Instituciones Penitenciarias decidió lo contrario? Ni juez ni fiscal de vigilancia penitenciaria de La Rioja vieron tampoco nada raro en él. Una decisión legal. Pero equivocada, sin duda, y alguien debería mirar por qué.
Pero hay más. Un tipo como Almeida sale a la calle y vive en un barrio. De un pueblo. ¿Es posible que la Policía de ese pueblo y ese barrio no tuviera conocimiento, siquiera extraoficial, de quién era ese señor que se sentaba en el parque? «El señor del banco», le llamaban. ¿Nadie se preocupó de averiguar qué era de un personaje con esos antecedentes? Porque es de suponer que si la Policía de Lardero o la Guardia Civil hubieran sabido que Almeida andaba por ahí, solo la mención de que alguien había abordado a una niña en ese barrio debía haber hecho saltar alarmas que se escucharan en la China Popular.
Porque no fue así: pasen un par de páginas, y lean lo que les cuenta mi compañero Pío García. Que este mismo lunes, tres días antes de que Almeida abordara a Álex, una denuncia se cursó por algo así: un hombre de unos cincuenta años quiso convencer a una niña de que fuera a jugar con una amiga en su casa. Y la descripción del abordante cuadra con Javier Almeida.
Claro, Almeida tenía sus derechos de hombre libre, y es importante que respetemos esos derechos. Pero no estoy diciendo que alguien colgara un cartel con sus antecedentes del portal de su casa. Solo que, de alguna manera, los encargados de velar por la vida de todos supieran quién era este señor, y dónde estaba.
Porque, repito, si a los guardias de Villamediana les hubiera constado que alguien como Francisco Javier Almeida estaba en sus dominios, lo que contaron los padres de la niña el lunes por la noche les hubiera hecho dar un salto en el aire de unos tres metros.
Algo ha fallado, y es hora de averiguar qué. Y sobre todo, es hora de averiguar qué podemos hacer. Pero es hora sin duda de responder a una pregunta: ¿Es que nadie sabía que Francisco Javier Almeida estaba ahí? ¿Cómo es posible?
SÁBADO | CONGRESO
En los primeros tiempos del Gobierno de Andreu, cuando empezaba la guerra ya terminada, la queja en el partido era amplia: había mucha gente en el Gobierno de la que en el partido no se sabía nada. Era un Gobierno raro, con gente ajena, y alguno de militancia incluso incierta.
Del Congreso que hoy termina sale otro partido, y es el partido de Andreu. El núcleo duro del Gobierno se traslada casi intacto a la Ejecutiva del partido.
Cierto es que, en el ínterin, han salido del Gobierno un buen número de outsiders, y se han colocado por contra representantes de buena parte de las familias del PSOE. Movimiento inteligente de la presidenta, que sin duda contribuyó a que Ocón acabara viendo que no tenía más salida que buscar una salida. Senatorial, se diría.
Ahora empieza otro partido: año y medio para ganar unas elecciones que son difíciles, aunque en el PP se empeñen en ponérselo más sencillo. Mientras, con la casa tranquila, no debería costarle a María Marrodán llevar la intendencia. Sorprendente, por cierto, el ascenso veloz de una mujer discreta en quien Andreu demuestra ahora mucha confianza.
MIÉRCOLES | LÍNEA
No es que haya sido una respuesta en tono demasiado elevado, pero al menos es una respuesta: La Rioja presentará alegaciones a los descabellados planes que planean cruzar la comunidad de lado a lado con una línea de alta tensión para llevar luz de Aragón a Álava. Bienvenida sea la respuesta, y ojalá que sea suficiente para que algo así no pueda ser autorizado.
Y ojalá que no sea la última vez. A los gobiernos riojanos les cuesta levantar la voz cuando el que manda en Madrid es de su partido; que es, paradójicamente, el único momento en el que se les podría hacer caso. Pero bueno es empezar.
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