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Podrías decirme, por favor, qué camino he de tomar para salir de aquí?», pregunta una desorientada Alicia, en 'El país de las maravillas'. Frente a ella, un gato rosa con una enorme e inquietante sonrisa le contesta con excesiva determinación: «Depende mucho de a dónde quieras ir. Si no lo sabes, no importa qué camino sigas». Esta conversación, extraída de la famosa obra de Lewis Carroll, nos aporta una valiosa lección: No empieces a andar si no sabes hacia dónde te diriges; sólo si sabes hacia dónde vas, sabrás si estás yendo en la dirección correcta.
Con esta filosofía, Ester Díaz Lumbreras, de 32 años y natural de Lardero, puso en marcha –el pasado 1 de agosto– su peregrinación hacia Roma, con la ermita de San Pedro de Lardero como punto de partida y la plaza de San Pedro del Vaticano como destino final. Sin embargo, lo hizo de una manera muy especial: montada en bicicleta y con una única mochila por equipaje detrás.
«Hay cosas que tenemos siempre en la cabeza pero no encontramos nunca el momento de llevarlas a cabo», explica al ser preguntada por qué ha decidido embarcarse en esta aventura. «El año pasado tenía muchas ganas de hacer esto y estaba muy motivada, pero no tenía tiempo. Por cosas de la vida hace unos meses no me renovaron en el trabajo y me dije, ya está, ahora o nunca», puntualiza.
«Para mí este viaje es simbólico, aparte de que me gusta mucho la bicicleta, la parroquia de mi pueblo, de Lardero, es la de San Pedro, y siempre me he sentido muy unida a ella», expone entusiasmada.
Hace exactamente 24 días, esta riojana armó dos alforjas a su bicicleta, se despidió de su pueblo y se puso a pedalear. «La salida fue grandiosa. El párroco me citó a las 6.45 horas en la iglesia para darme su bendición antes de marchar. Además de todo el cariño de mi familia y amigos, eso me dio el primer empujón que necesitaba. La decisión ya estaba tomada», rememora, ya desde Florencia, capital de la Toscana.
Para Ester, el obstáculo más grande al que se ha tenido que enfrentar ha sido «el idioma». Sin embargo, también tuvo que preparase mucho a nivel mental. «Emprender este viaje me daba mucho miedo, mucho vértigo. Siempre piensas: '¿Y si sale mal? ¿Y si me pasa algo y al final tenían razón las personas que me dijeron que no lo hiciera, que era demasiado arriesgado?'».
Pero entonces, tras una breve pausa, cuenta que todo lo está saliendo genial. «He tenido alguna avería con la bici y a veces el GPS me juega malas pasadas, pero, más allá de eso, estoy conociendo a gente maravillosa y me lo estoy pasando genial», añade con un inconfundible aura de alegría, pese a los casi 2.000 kilómetros de distancia que nos separan.
«Toda esa motivación e ilusión que tenía los días previos, todo este sacrificio y empeño que estoy poniendo en alcanzar mi objetivo, quiero que me sirvan de apoyo en un futuro, cuando tenga dudas o momentos de flaqueza, cuando tenga ganas de renunciar o cuando me tiemblen las piernas», reflexiona Ester, sea cual sea su próximo destino y aunque todos los caminos le lleven siempre de vuelta a Roma.
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