Secciones
Servicios
Destacamos
Hay siempre un momento enternecedor en las raras comparecencias de Raquel Romero ante la prensa: ella se sitúa en el centro de un semicírculo, rodeada de cámaras y grabadoras, detrás de las cuales se coloca su fiel Nazaret Martín, contratada como asesora de Podemos por ... elAyuntamiento de Logroño, y cobrando por lo tanto del contribuyente, quien dedica sin embargo más energía a sus actividades en el Parlamento, donde sí ejerce de asesora a tiempo completo. Una vez organizada esa curiosa escenografía, Martín dirige como una directora de orquesta las declaraciones de su pupila: pulgar hacia arriba cuando la respuesta brota fluida, hombros encogidos para que eluda la pregunta más inquisitiva, golpes de karateca al aire sugiriendo que concluya ya la rueda de prensa... Romero habla y habla, esa cháchara enrevesada tan complicada de entender a menudo, mientras no deja de atender las señales de Martín. La opositora cantando sus temas ante la benevolente mirada de su preparadora. Una inmejorable metáfora del estado de las cosas en Podemos. Y una metáfora aún más perfeccionada del estado de las cosas en la política riojana. Si es que la política necesitara de metáforas.
Porque La Rioja vive unos días de exagerada propensión al simbolismo, encarnada en la fecha elegida por Raquel Romero para propinar su particular golpe al estatus instaurado en el Parlamento. Su particular 18 de julio desató las hostilidades en el vulnerable ecosistema alumbrado por las elecciones de mayo, cuando el electorado desestimó conceder a los candidatos la mayoría absoluta y les invitó con sutileza a forjar una mayoría entre desiguales. Hasta el más bruto de los escolares que catearon matemáticas en junio sabe que 15 más dos suman 17. El número de escaños que abren la puerta de la gobernación de La Rioja pero resultó que una de las partes en cuestión tenía sus propios planes: desde Podemos se acusa al PSOE de barriobajeras maniobras para poner a Concha Andreu de presidenta sin pagar peaje alguno, pero en realidad la jugada maestra tiene color morado. Presentarse a las elecciones de la mano de IU y apartarse de sus siglas recién constituido el Parlamento es una maniobra genial: juntas, Romero y Henar Moreno eran necesarias para los socialistas. Por separado, se convierten en imprescindibles. Y si a alguna de ellas le da un ataque de importancia, puede pedir incluso la Luna. El Palacete se le hace poco.
Ahí reside el fondo de las quejas de la fallida candidata a presidenta. De la sensación de haber sido engañada. Cuando el grande pierde ante el pequeño, más allá de si le asiste la razón, tiende a enfurruñarse. Y tal vez de ahí nace también la desazón que estos días nubló el semblante y hasta el discurso de Moreno y Andreu. La primera, brillante ayer, situando el nacimiento de Machado en Soria (y no en Sevilla, donde el patio y el limonero); la segunda, acusando de independentistas a los navarros de UPN, cuando su único pecado (grave, eso sí) es su devoción por el foralismo, ese mal tan perverso. Luego aclaró la candidata que aludía a la vocación navarra por la independencia... fiscal, con esa sonrisa que no le ha abandonado durante una semana tan convulsa, como si compitiera (y perdiera también) en sonrisas con su fracasada socia: Romero ha disfrutado tanto en las tres sesiones parlamentarias en su escaño, jugueteando con el móvil y sin parar de reír como una adolescente a quien un presidente menos benévolo le hubiera llamado al orden. Pero la política es contradictoria: fue la propia diputada de Podemos quien pidió amparo ayer a Jesús María García cuando notó crecer los abucheos, la señal que distingue al mal boxeador. Puño de hierro, mandíbula de cristal.
En auxilio de la sofocada Romero (más y más paradojas), acudieron al rescate los miembros del PP. Íñigo Nagore, Noemí Manzanos y el presidente en funciones, que se solidarizaron con ese mal rato que le habían hecho pasar (según sus quejas) los fans de Concha Andreu, aunque en realidad en el alborotado gallinero del Parlamento quienes más vociferaban su ira eran sus antiguos compañeros morados. Se lo explicó con precisión suiza una mujer, mientras Romero se iba del hemiciclo acompañada por sus asesores en modo escolta: «Le he dicho que yo voté a Podemos y que sepa que no lo volveré a hacer en la vida».
Exteriorizaba así una queja bastante extendida entre los bancos del público, pero que carecía ya de sentido. Nada importaba. Romero había ejecutado el mandato con que acudió al pleno: el pequeño se comía al grande. Pulgares hacia arriba de Martín y de los demás miembros de esa cohorte que están pasando una semana estupenda, indiferentes a la desafección que generan entre quienes les retiran el apoyo sincero que una vez les concedieron. Ese electorado que pensó que Podemos venía a cambiar la vida de los riojanos y ahora observa la ecuación inversa: son ellos quienes disfrutan de los placeres de la vida. Natural que Romero se ría y se ría y que no pare de reír. Debe disfrutar de su momento. Dentro de unos meses, de acuerdo a la lógica de purgas y deserciones que caracteriza a la formación donde milita, también ella será una nota a pie de página, engullida por quienes hoy le jalean. Mientras, seguirá jugando a ese misterioso juego suyo tan divertido. Por ejemplo, a ser Vox, que no necesita estar en el Parlamento: ya tiene una diputada que le representa. O que ejerce su papel. En nombre de una ideología desconocida. Es decir, de algo peor que el populismo. El temible peronismo.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Fallece un hombre tras caer al río con su tractor en un pueblo de Segovia
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.