Era una mañana de esquí normal. Estupenda, de hecho porque la nieve en la estación aragonesa de Astún estaba en muy buenas condiciones. María José ( ... logroñesa de 51 años) y su marido llevaban ya un rato esquiando, y habían decidido hacer otra bajada, «la quinta o la sexta». Por eso subían en el telesilla de Canal Roya: eran las 11 y media de la mañana.
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Pero de repente, el telesilla empezó a temblar. Y luego a moverse violentamente «arriba y abajo». «Como si fuera una atracción de feria». Solo que no lo era: era muy real, y muy aterrador. «Estábamos a una altura de unos seis metros», cuenta María José.
Los tres ocupantes de la silla (la pareja y una tercera persona desconocida hasta ese momento) botaban en la silla, por momentos supendidos en el aire. «Tanto, que hasta la parte que sirve de asiento se replegó hacia el respaldo, porque los tres estábamos en el aire a la vez, y quedamos sentados directamente sobre los hierros».
La sacudida, además, hizo que el cable del telesilla se destensara mucho, haciéndoles bajar «Al final quedamos colgados bastante más abajo, a unos tres metros». «Tiramos los esquís, por si caíamos para que no nos dañaran las piernas», cuenta.
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Ellos tuvieron suerte, porque no cayeron de la silla. Ni tampoco les ocurrió lo que a otros esquiadores, cuyo telesilla directamente se dio la vuelta por las sacudidas, dejándoles boca abajo. Pero eso no les quitó el susto, ni la sensación de miedo posterior. «He llorado de susto y de impotencia», reconoce la riojana.
Eso sí, ella quiere dejar claro que la atención del personal de Astún ha sido «no buena, sino lo siguiente». Según cuenta, en todo momento hubo gente cerca de ellos, explicándoles la situación, preguntándoles por cómo estaban. «Nos decían que estaba rescatando primero a lo que corrían más riesgo, y que enseguida nos llegaría».
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La espera fue larga: alrededor de una hora y tres cuartos estuvieron el matrimonio y su acompañante («que ahora ya es amiga») suspendida de la silla. «Al final tuvimos suerte, porque quedamos a una altura que pudieron rescatarnos con una escalera. A otros tuvieron que bajarles con unos arneses».
Una experiencia y un susto enorme, pues, para una mujer que lleva el esquí en la sangre. «Llevo esquiando desde muy joven, he estado en muchas estaciones y nunca había pasado algo ni parecido», cuenta. «Espero que esto sirva para que se revise la seguridad de los telesillas en España y en Europa».
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Aunque los de Astún no eran especialmente malos, según su experiencia,. «Acabo de volver de Canadá y los telesillas allí no tenían mucha mejor pinta».
Sus acompañantes quieren volver este domingo a esquiar. Ella no.«Yo me voy a quedar en la cama muy a gusto», ríe.
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