En Pilar Espinosa se constata aquello de que el rostro es el espejo del alma. Su mirada y su sonrisa la delatan. Mujer vital, apasionada y positiva, es enfermera de profesión y por vocación. Sus ojos y su tono de voz evidencian esas ... virtudes pero también encubren, a la par, otras huellas que le han marcado y a las que no puede ni quiere renunciar: definen quién es ahora y son fruto de la etapa en la que conoció de cerca la crudeza de las enfermedades infecciosas, trabajando en una de las plantas más delicadas del hospital San Pedro.
Hace cuatro años, Pilar y su marido, igualmente enfermero, iniciaron una nueva etapa. Pidieron el traslado a la Atención Primaria. «Era el momento de cambiar la medicina de trincheras por el escenario que brinda la atención cercana en el entorno rural, igual de apasionante pero de una intensidad mucho menor», relata. Así que sus pacientes son ahora vecinos de localidades como Ausejo, Galilea o El Redal. Y su día a día ha cambiado por completo: «Aquí las puertas del consultorio siempre están abiertas y, si lo necesitan, vamos a sus casas, nos acogen como uno más de la familia, incluido su entorno más íntimo», explica. «Nos necesitan para atender sus dolencias, pero también nos demandan atención, compañía y que escuchemos una confesión o incluso que les demos un consejo», detalla. Asegura que es muy gratificante: «La Primaria es otro mundo, absolutamente cercano». Pilar lo explica con una frase: «En el hospital hay enfermedades y lo que cambia es el paciente; en la Primaria, cambia la enfermedad y el que se queda es el paciente».
Estos días, desde el consultorio de Ausejo, vive una realidad paralela. Al tiempo que en su zona presumen de no haber registrado aún positivo alguno en coronavirus, su mente vuela «para estar junto a los compañeros que luchan en la primera línea de trincheras; sé lo que es estar ahí, aunque no desde luego en estas circunstancias extremas», relata con el corazón encogido. No en vano, desarrolló la mayor parte de su carrera profesional en el Hospital Provincial y, después, en Enfermedades Infecciosas del San Pedro, uno de los escenarios donde estos días se libra la batalla con 'el bicho' que nos atenaza a todos. «Siempre ha sido una especialidad tremendamente dura, pero no me quiero imaginar cómo lo estarán pasando ahora», explica Pilar, que admite que la dimensión que está tomando esta catástrofe le asusta. También sentencia con rotundidad: «Debemos sentirnos afortunados porque en La Rioja tenemos una sanidad de lujo y ahora lo estamos comprobando».
Enfermera entregada siempre a su vocación, confiesa que llora de emoción cada noche en su balcón al dar y recibir aplausos. Cree que «va a ser muy duro asumir las pérdidas», pero está segura también de que «sacaremos una lección positiva de todo esto».
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