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La economía riojana está aprovechando la recuperación, pero no lo hace a la misma velocidad que el conjunto del país. En once de los dieciocho indicadores más adelantados escrutados por Diario LA RIOJA en el INE y los ministerios de Empleo y de Economía ... , la región se sitúa por debajo de la media del país: venta de automóviles, constitución de hipotecas, evolución del Producto Interior Bruto (PIB) global y del PIB per cápita, número de empresas activas, exportaciones, salario bruto mensual por trabajador, Índice de Producción Industrial (IPI), cifra de turistas, tasa de paro y afiliaciones a la Seguridad Social. En otros seis, por el contrario, la comunidad supera el promedio nacional: importaciones, saldo y tasa de cobertura del comercio exterior, hogares con dificultades para llegar a fin de mes, tasa de actividad (mercado de trabajo) y paro registrado. Y sólo iguala en uno el registro nacional: el Índice de Precios al Consumo (IPC). Al cierre de diciembre del 2018, la vida se había encarecido para los riojanos el 1,2%, exactamente lo mismo que para el conjunto de los españoles.
Durante años, tanto en la etapa de bonanza como en buena parte del ciclo de crisis, los datos permitían repetir como un mantra el axioma de 'La Rioja está mejor que la media'. Sin embargo, un análisis de los parámetros más sintomáticos de la evolución de la economía regional confirma que la situación es hoy muy distinta. Sí hay crecimiento en general, pero con menor vigor que en el conjunto del país.
Las ventas de automóviles, por ejemplo, crecieron el año pasado en La Rioja el 4,2%, esto es, 2,8 puntos menos que el alza anotada en el promedio del país. De igual manera, el mercado inmobiliario prosiguió su recuperación, aunque a un ritmo más tímido que el conjunto de España. Así, la constitución de hipotecas creció el 5,4% hasta noviembre del año pasado, una cadencia de subida 2,8 veces inferior a la registrada en la media nacional (15,1%).
En su conjunto, el PIB (en este caso el indicador que utiliza esta información corresponde al ejercicio 2017 por ser el último definitivo) creció el 1,8% frente a la evolución del 3% que tuvo la economía nacional, y el PIB per cápita, un parámetro que sirve para mostrar el nivel de riqueza o bienestar de los territorios, repuntó el 2,9% en la región frente al enérgico incremento del 4,2% nacional.
Analizando el mercado laboral riojano, y aunque La Rioja esté entre las comunidades con menos desempleo de España, la tasa de paro en términos EPA (Encuesta de Población Activa) bajó del 11,5% al 10,3% en los últimos doce meses, un recorte del 10,4%. Sin embargo, la intensidad de la reducción fue mayor en la media del país con una caída del 12,7%. Por otro lado, La Rioja siguió creando empleos (afiliaciones a la Seguridad Social) el año pasado, aunque lo hizo a un ritmo del 2,4% por debajo del 2,9% computado a nivel nacional. Y, una vez más, los salarios de los trabajadores (coste salarial bruto mensual por empleado) se situaron por debajo de los promedios nacionales: 1.641 euros frente a 1.842,6 euros.
Uno de los indicadores más preocupantes fue el de la producción industrial. El IPI, el índice que mide la actividad del sector, se desplomó el 5,6% en La Rioja frente a al crecimiento del 0,8% en el conjunto del país que, al ser el más bajo de los últimos cinco años, da evidencia de la desaceleración en la que encuentra la economía española. Otro 'varapalo' para La Rioja se lo dio el turismo: el número de turistas descendió el 3,2% el año pasado lo que contrasta con un crecimiento nacional del 1,4%. Además, la creación de empresas se estancó en la comunidad durante el 2018. El número de firmas activas sólo creció una décima (hasta situarse en las 23.197 al cierre del ejercicio), frente al crecimiento del 1,7% contabilizado en la totalidad de España. También hubo una contención en las exportaciones. Las ventas riojanas a los mercados extranjeros crecieron sólo el 0,8% (con datos también hasta noviembre), cifra bastante alejada de la progresión que registraron las exportaciones españolas, que aumentaron el 3,4%.
A pesar de ello, sin embargo, el comercio exterior siguió revelándose como un motor seguro de la economía riojana. Las importaciones (una señal ilustrativa de la marcha de la actividad pues está vinculada a la mejora de la inversión en bienes de equipo) crecieron el 6,8% el año pasado en la comunidad, ocho décimas más que la media del país. Con unas exportaciones que, al menos no se contrajeron, el resultado fue un saldo comercial (diferencia entre compras y ventas) positivo para La Rioja de 397,3 millones de euros, una tendencia totalmente opuesta a la de España, que cerró el ejercicio con una balance negativo de 30.592,6 millones de euros. Y todo ello impactó en la tasa de cobertura. Cuando las exportaciones son mayores que las importaciones, caso de La Rioja, la ratio es mayor que cien (en concreto 129,7) y coincide con un superávit en la balanza comercial, mientras que cuando las importaciones son mayores que las exportaciones (lo que ocurre en España) se corresponde con un déficit y la tasa de cobertura es menor que cien (89,8).
Una de las variables más representativas del comportamiento de toda economía es la demanda de energía eléctrica.
La Rioja, pese a lo que pueda parecer, es una comunidad muy industrializa ya que este sector representa aproximadamente el 26% del PIB regional, frente a casi el 18% de la media del país. Según datos de Red Eléctrica de España (REE), la demanda eléctrica (en la que la industria tiene un impacto decisivo) creció el 0,5% el año pasado en La Rioja, una décima más que la subida promedio nacional.
Pero aunque la región logró mantener una cuota positiva en este parámetro económico, el ritmo de crecimiento fue casi tres veces inferior al registrado en Navarra (1,4%) y el País Vasco (1,1%).
Otro exponente positivo para la comunidad que la colocan por encima de la media nacional es, por ejemplo, el número de hogares que declaran tener dificultades para llegar a fin de mes con sus ingresos. La ratio regional estaba fijada en el 10,6% (datos 2017) frente al 24,3% de la media nacional. En otras palabras, si uno de cada diez hogares riojanos pasa penalidades para poder satisfacer todas sus necesidades cotidianas, en el conjunto del país la cifra se dispara y los aprietos afectan a una de cada cuatro familias.
Por último, el mercado laboral también arroja dos registros que permiten sacar pecho a la comunidad frente al conjunto de España.
Por un lado, la tasa de actividad. Se trata de una variable que estima no sólo cuánta gente hay trabajando si no también la que está buscando de forma activa un empleo. La ratio regional creció el 0,7% en el último año hasta situarse en el 59,3%, mientras que la nacional retrocedió el 0,3% hasta quedar establecida en el 58,6%.
Y, por otro, el paro registrado en las oficinas de Empleo. La Rioja descontó el año pasado 1.245 desempleados, lo que supone una bajada del 7,1% respecto al 2017. Un descenso más intenso que el anotado en el conjunto del país (6,2%). Sin embargo, el año siguió marcado por la elevada temporalidad del mercado de trabajo de La Rioja: de los 174.892 contratos rubricados durante el 2018, sólo 13.400 fueron indefinidos, esto es el 7,7% del total.
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