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La Rioja peina canas

La Rioja peina canas

La región se enfrenta a una demografía adversa: en apenas veinte años se ha triplicado el número de centenarios, de 9 alumbramientos al día hemos pasado a 6 y ya hay 140 vecinos mayores de 64 por cada 100 menores de 16

Carmen Nevot

Logroño

Domingo, 24 de marzo 2024, 08:11

Cada vez somos más y más mayores y además del problema nada desdeñable del pago de las pensiones, La Rioja tiene que hacer frente a una demografía totalmente adversa. Un reto complejo si se observa la radiografía que el INE hace de nuestra comunidad. Todos los indicadores conforman un cóctel nocivo que agita los cimientos de la despoblación de la que sólo nos libra la llegada de extranjeros. Gracias a los foráneos, la región alcanzó este enero un nuevo récord: somos 324.226.

Los municipios pequeños son los peor parados y aquí, en 64 de los 174 no hay ni 100 personas censadas y en 134 no superan el medio millar de vecinos, o dicho de otro modo, en ocho de cada diez localidades no viven ni 500 personas. En la mayoría de ellos no hay un médico y si lo hay, ni mucho menos pasa consulta a diario, el colegio más próximo está a kilómetros de distancia, la caja de ahorros cerró hace unas cuantas primaveras y para comprar pan hay que esperar, si es que llega, al furgón que toca el claxon cada mañana en cuanto pisa el pueblo. La Rioja no es región para jóvenes y esta no es una afirmación teórica. Los datos corroboran una realidad que preocupa y ocupa a las administraciones, aunque en ocasiones se den más palos de ciego que soluciones.

La edad media de los riojanos hace mucho que superó la mayoría de edad y ahora se encuentra a medio camino entre los cuarenta y los cincuenta, en concreto, en 45,7 años. Pero quizá lo más preocupante es la distribución de la población. En veintitrés pueblos no hay ni un solo vecino de menos de 16 años. Así ocurre, siempre según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), en Brieva de Cameros, Leza, Navajún, Soto en Cameros, Viniegra de Arriba y Manzanares, entre otros. Pero es que en otros once, sólo un menor de 16 corretea por sus calles. En toda La Rioja, los jóvenes que no han alcanzado esta edad (95.594) suponen el 29% del total.

En el lado opuesto están municipios como Villarroya, San Millán de Yécora o Villaverde de Rioja en los que más de la mitad de sus habitantes supera los 64 años, pero es que en hasta 47, cuatro de cada diez vecinos ha alcanzado ya la edad de jubilación. Paradójicamente, en este caso no hay ni un sólo municipio en el que alguien no rebase esta edad. En el conjunto de la comunidad, 137.702 personas tienen más de 64 años y representan al 43% de la población.

Estas cifras arrojan un nuevo índice de envejecimiento de la geografía riojana. Sube hasta el 140% o lo que es lo mismo enLa Rioja se contabilizan 140 residentes mayores de 64 años por cada 100 que no llega a los 16.

El número de centenarios crece en la misma proporción que decrece el de nacimientos. En los últimos veinte años se ha triplicado la cifra de personas que superan los 100, y en menos de quince años hemos pasado de 9 a 6 nacimientos al día. No son los únicos indicadores que juegan en contra. Las mujeres en edad fértil tienen cada vez menos hijos y cuando los tienen es a una edad cada vez más tardía. En 1975 una mujer se estrenaba en la maternidad a los 25 años y a día de hoy, a los 31,5. Esto influye directamente en que el número de hijos que ha pasado de 2,3 a 1,2 en el mismo periodo de tiempo.

La tormenta perfecta

Todos estos parámetros, envejecimiento cada vez más acusado y baja natalidad, conforman una tormenta perfecta que conjuga mal con los tiempos de crisis, pandemia y precios por las nubes en los que vivimos y que nos llevan a encomendarnos a los inmigrantes como panacea para el mal demográfico. Una visión un tanto «utilitarista», en palabras de Sergio Andrés Cabello, doctor en Sociología y profesor en la Universidad de La Rioja (UR), porque no se puede ver sólo a esta población como remedio para la baja natalidad y para que acepten determinados empleos. «Son personas», defiende.

En cualquier caso, lo cierto es que su peso en la geografía de la región ha ido en aumento en los últimos años. En 1998, siempre según los datos del INE, por cada cien habitantes ni siquiera había un inmigrante, en concreto representaban el 0,96% del total de habitantes. A finales del pasado año, trece de cada cien vecinos eran foráneos.

El diagnóstico del escenario demográfico actual es «sencillo», asegura Andrés Cabello. El problema básicamente es estructural, fruto de un cambio en la escala de valores de nuestra sociedad que se ha ido gestando en los últimos 40 años. Al incremento de la esperanza de vida, «un dato positivo porque significa que la gente vive más», se suma el hecho de que hay una parte de la población que no quiere tener hijos. El problema llega cuando sí se desea ampliar la familia pero las condiciones laborales y económicas no lo permiten. «Este hecho –explica– sí que es el principal motivo para no tener hijos o para tener sólo uno».

Generaciones anteriores vivían peor y no era una obstáculo para tener una prole, pero la sociedad actual, detalla, ha acuñado el concepto de lo que se denominan «hijos de calidad» y que en la práctica significa que todo se planifica en función de la estabilidad laboral y de si ésta permite alquilar o comprar un piso. Básicamente es la pescadilla que se muerde la cola.

La consecuencia evidente es el retraso en la maternidad, pero no sólo por los condicionantes desfavorables, sino también porque «la gente se toma su tiempo para hacer otras cosas», así que hoy en día «es excepcional ver a jóvenes de veintipocos con hijos».

Las soluciones son complejas. Las políticas de fomento de la natalidad y de conciliación «están bien, pero no están funcionando», apunta. La razón es que estas medidas no pueden ser eficientes si la otra pata, la de la estabilidad laboral y económica, cojea. «Si una persona está cobrando 800 euros al mes, por mucho que pongas encima de la mesa unas escuelas de primer ciclo de Infantil y permisos de paternidad, no podemos pedir a la gente que tenga hijos».

Salida compleja

La salida de este atolladero es, a su juicio, estructural, es la suma de la mejora de las condiciones de vida y el incremento de medidas como el acceso a las escuelas de 0 a 3 años o permisos más amplios, «pero si no solucionamos lo primero, va a ser difícil salir de aquí y la situación no parece que vaya a mejorar».

Las distintas administraciones, con mayor o menor fortuna, han puesto la lupa en esta cuestión. La última propuesta del Gobierno riojano es el Plan Revive que, en la práctica, consiste en subvencionar con hasta 40.000 euros la compra o rehabilitación de una vivienda en los pueblos. No hay demasiados requisitos, hasta la edad se flexibiliza con respecto a otro plan, estatal, de similares características. Básicamente basta con tener menos de 45 años y no ingresar al mes más de 3.500 euros.

Unos requisitos cada vez más laxos con los que taponar la sangría demográfica que afecta con más inquina al entorno rural. Esta es, a juicio de Daniel Osés, consejero de Política Local, una forma de hacer bandera en la lucha contra la despoblación.

La situación «preocupa», señala, porque se han conjurado la tendencia demográfica con el abandono y envejecimiento de las zonas rurales, donde la disponibilidad de vivienda es un problema real. De ahí que para sortear este obstáculo el Ejecutivo trata de ofrecer mejores condiciones para, en una primera instancia, frenar la tendencia de fuga de los pequeños municipios y, una vez logrado, intentar revertir la situación y que vivir en un pueblo recobre el atractivo de antaño.

El Plan Revive es sólo una de las medidas que ha desplegado la Administración. Hay otras que también van a repercutir en el ciudadano, como, según explica Osés, el incremento de la financiación para mejorar los servicios públicos de todos los municipios riojanos que, en el caso de aquellos que tienen menos de 300 habitantes, va a suponer un 30% más. En paralelo se trabaja en avanzar en la banda ancha para que llegue al 100% de los rincones de la geografía autonómica, al tiempo que se fomenta la formación en capacidad digital de los mayores, buena parte de ellos afincados en pequeñas localidades.

También se ha puesto en marcha un programa Erasmus Rural para que los jóvenes universitarios hagan prácticas profesionales en empresas o instituciones situadas en pueblos en los que avance la despoblación. O un servicio de extracción de sangre a domicilio para personas mayores y dependientes con dificultades de desplazamiento en 121 pueblos.

Un rosario de medidas a la que se suma la actualización de los precios de la vivienda protección oficial para reactivar su promoción, encallada desde 2013. Un dato lo corrobora:entre 1990 y 2013 se calificaron 15.879 viviendas, mientras que desde octubre de 2013 hasta la actualidad se han calificado 41 viviendas.

Pero por muchas ayudas a la vivienda y a la digitalización que se implanten, si el empleo no acompaña, poco se puede hacer. De ahí que hay otras medidas, como las ayudas a autónomos, con las que se intenta abordar este frente sobre el que pivotan todos los demás.

Las mujeres viven más que los hombres, pero ellos llegan con mejor salud

Rebasar la barrera de los cien años ha dejado de ser algo extraordinario en La Rioja. Lo cierto es que la esperanza de vida ha aumentado notablemente en los últimos años, los riojanos viven de media 80,46 años y ellas, 86. Pero además, el número de centenarios se triplicado en dos décadas. En 2003 se contabilizaban 51 y a cierre de 2022, había 143. Otra cuestión es cómo se llega a esa edad y este es un dato que, aunque sin ofrecerlo por comunidades autónomas, también recoge el Instituto Nacional de Estadística (INE). A los 65 años, en el año 2021, la esperanza de vida en buena salud de los hombres fue superior a la de las mujeres. Ellos, a partir de los 65 años, gozaban de salud plena 10,7 años más y las mujeres 10,3.Además, según estos mismos datos relativos a 2021, los varones al nacer vivían el 78,6% de sus años de esperanza de vida en condiciones de buena salud frente al 73% de las mujeres. Mientras que a los 65 años, los hombres viven el 56,5% de sus años de horizonte de vida en buena salud frente al 44,7% de las mujeres. El mayor número de años de esperanza de vida a todas las edades de las mujeres va asociado a peores condiciones de salud que los hombres.

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