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El término municipal de Briones tiene casi 38 kilómetros cuadrados de extensión. Encastrado entre San Asensio, San Vicente, Hormilla, Rodezno, Ollauri y Gimileo, está entre los 40 municipios más grandes de la región. Ahora bórrenlo del mapa. Píntenlo de negro. Imagínenlo arrasado por las llamas. ... Esa es la superficie que, desde el año 2000, ha hecho suya el fuego en La Rioja: 3.815,31 hectáreas consumidas en los 1.696 incendios forestales registrados en la región. Las cifras, en todo caso, no son malas. Lo reconoce desde Ecologistas en Acción Julio Verdú que, más allá del escenario de futuro incierto que traza, asume que a día de hoy esas estadísticas «son bastantes buenas». De hecho, los 35 incendios registrados durante el 2018 representan la segunda cifra más baja desde el curso del 2000.
Miguel Urbiola, director general de Medio Natural, rechaza valorar estadísticas pero reconoce que detrás de esos datos confluyen diferentes factores entre los que destaca la concienciación de los riojanos, la capacidad de respuesta frente al fuego de que dispone la región y el hecho de que el personal de prevención y extinción sea el mismo y conozca al dedillo el terreno en el que trabaja. «Es responsabilidad de todos y es necesario que la gente sea consciente de que todos somos parte de la lucha contra el fuego», recuerda.
El desglose de todos esos datos, a los que este periódico ha tenido acceso a través del Portal de la Transparencia del Gobierno central, permite trazar el perfil del incendio tipo en La Rioja. Sería, realmente, un conato que calcina menos de una hectárea de superficie (1.149 fuegos no superaron esa extensión), intencionado (794, si bien en este punto Urbiola diferencia entre quienes voluntariamente quieren quemar el bosque -«quizá una veintena»- y quienes hacen fuego con otro fin pero que provoca un incendio forestal) y ubicado geográficamente en Huércanos (71), Nájera (68), Entrena (55), Navarrete (55) o San Vicente de la Sonsierra (55), los municipios con mayor propensión al fuego. Ocón (año 2001), Cervera (2015) y Arnedillo (2001) sufrieron los incendios forestales de mayores dimensiones: 246, 222 y 154 hectáreas, respectivamente.
El fuego también tiene una dimensión económica que se recoge en los partes de incendios forestales, los informes que vienen a radiografiar todos los aspectos de la intervención. Realmente son dos: la de los recursos necesarios para su extinción y, obviamente, la del daño que causa. La primera de ellas asegura que sofocar las llamas pasó una factura al erario público de 3.658.831 euros (sin incluir las 35 intervenciones del curso del 2018). El más caro fue el que se registró en Ezcaray en octubre del 2017. En menos de 58 horas ardieron 109,72 hectáreas y acabar con las llamas costó 538.346 euros. Más de 9.000 euros cada hora. El fuego fue intencionado.
Las cuentas aseguran que los daños causados por el fuego en La Rioja hasta el 2017 están valorados en 2.566.347 euros (la documentación del Ejecutivo regional eleva ese dato en su página web hasta los 6 millones de euros en el periodo 2003-2017). Una cifra, en todo caso, simplista que básicamente se limita a convertir el bosque calcinado en leña y valorarla al peso. En ese punto Urbiola se muestra más incisivo y hace referencia al coste de los intangibles. «Hay muchos métodos de valoración y cuando entras a unos bosques como los nuestros no se puede limitar esa valoración al precio de la madera. Un monte tiene intangibles importantísimos. ¿Cómo valoras el efecto de la erosión? ¿Y los valores medioambientales? ¿Y la biodiversidad o el futuro de la supervivencia de las especies? Los bosques hacen de elemento regulador del agua y tampoco se completa. Todo eso es vida. También están los usos recreativos, el turismo paisajístico, el ornitológico y otros aprovechamientos legítimos como la caza, los recursos micológicos...».
Sin querer hacer cuentas, Urbiola defiende que «el daño producido en nuestros montes es infinitamente superior» y cree que «el valor de los intangibles puede ser 20, 40 o 100 veces superior al de esa madera». Además, a todas estas cifras hay que sumar la presupuestada anualmente por el Ejecutivo para la lucha contra el fuego. Solo en el 2018 se destinaron 5,4 millones a labores de prevención a lo largo de todo el año y otros 3,97 millones a la extinción.
Hacer frente al fuego, cierra Urbiola, es responsabilidad de todos y aboga por la concienciación para limitar todas aquellas prácticas de riesgo. Y es que, durante este tiempo 43 incendios fueron causados por fumadores, 11 por 'gamberradas', 2 por petardos, 748 por quemas agrícolas...
En esa línea de la concienciación incide, también, Verdú. «Hay dos elementos que influyen: el cambio climático, que avanza, y el estrés hídrico del bosque. Hay que abordar el problema yendo a la raíz. Es complejo y ya se empieza a hablar de adaptación al cambio climático. En el bosque será complicado por lo que habría que plantearse una gestión del territorio, del paisaje, para alcanzar zonas menos inflamables».
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