Los dos ríos riojanos que desembocan... en Oporto
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Un idílico paraje de Canales de la Sierra es la única zona de la región que no desagua en el Ebro, sino que pertenece a la cuenca del DueroSecciones
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Un idílico paraje de Canales de la Sierra es la única zona de la región que no desagua en el Ebro, sino que pertenece a la cuenca del DueroExiste un recóndito y bello paraje de La Rioja que da la espalda al río Ebro. Son apenas una veintena de kilómetros cuadrados al sur de la Demanda, en el término municipal de Canales de la Sierra, que vierten sus aguas al Duero. Aguas gélidas ... y torrentosas que circulan por la garganta de San Pedro, por los barrancos de la Hoyanca, Hermenegilda y Campastros y que toman el nombre de arroyo en el caso de La Soledad y Viguillas para desaguar en el mayor de ellos, el de la Umbría.
En muchas ocasiones el nombre define a la perfección un lugar. Y La Soledad refleja muy bien esa idea de aislamiento, pero también podría denominarse La Belleza o El Sosiego. Porque el ímpetu de las aguas, el rumor casi alpino de estos torrentes riojanos, emerge como casi el único sonido de un lugar alejado geográficamente de Canales pero muy vinculado sentimental y emocionalmente a los canaliegos.
La ermita de la Virgen de la Soledad, cuya historia se hunde en orígenes eremíticos, se alza a orillas del riachuelo de su mismo nombre como la única construcción firme de la zona. Junto a ella, una noche a finales de agosto, pernoctan los Esclavos de la Virgen de la Soledad en una de las procesiones más antiguas, solemnes y singulares de La Rioja, que reúne a los vecinos de Canales, pero también a los de Monterrubio de la Demanda, Neila, Villavelayo…
Es la jornada en la que La Soledad deja de serlo y se convierte en lugar de cita multitudinaria y festiva, con sus campas repletas de romeros y viandas. Después, volverán a ser los animales los que reinen en este pequeño paraíso con una idiosincrasia diferente a la del resto de La Rioja.
Senderistas, seteros (boletus y níscalos, pero también alguna seta fina, que es el precioso nombre con el que en Canales se denomina al perrechico), cazadores y José Antonio, ganadero de Canales que sube a sus vacas a pastar a la zona en primavera-verano, son los habituales de un lugar que rebosa agua.
Porque la humedad reina en un paraíso a más de 1.300 metros de altura que embrida las escorrentías del sur de la Demanda y que mira hacia Castilla-León con la soberbia del pequeño que reta al gigante.
Este paraje no representa apenas nada en comparación con una cuenca del Duero que riega 97.290 kilómetros cuadrados entre España y Portugal. Pero sí que suma aguas (la Soledad es un arroyo regular durante todo el año) que desembocan primero en el Pedroso, posteriormente en el Arlanza y este en el Pisuerga para llenar el Duero.
Un largo camino que estas corrientes inician en La Rioja y que engordan uvas de otros nombres: Ribera, Cigales, Rueda, Toro, Arribes, Douro y Porto. El milagro del agua convertida en vino a través de un sinuoso camino de casi 900 kilómetros.
Contemplar la vega del Duero requiere un telescopio y la hoya de La Soledad más bien un microscopio para descubrir las sutiles diferencias de cada uno de sus regatos.
Por ejemplo, el de la Umbría, que zigzaguea entre Burgos y La Rioja, tiene un carácter de alta montaña, esponjando praderas que rezuman agua y generando livianas corrientes que juegan a unirse y separarse antes de encajonarse en un barranco en el que gana velocidad y pierde su carácter infantil y moroso para convertirse en un auténtico cauce en el que desaguarán sus compañeros..
Mientras, el Viguillas ofrece un recorrido cómodo para los caminantes, con una ribera llena de hayas, robles y escobas. El arroyo se vigoriza entre pequeños saltos hasta chocar casi violentamente con el de La Soledad. Lo hace después de una poza que invita al baño (invitación que se desvanece, ya sea verano o invierno al rozar las aguas) y junto a un puente de madera que, en esta ocasión sin ninguna pega, mueve a pasar las horas dejándose mecer por el fluir sin fin de un cauce impetuoso que solo se remansa al paso por la ermita.
Ahí cruza la pista que limita La Rioja y Burgos y, en su primer metro de recorrido por Castilla y León, ya puede leer un cartel de coto de caza burgalés. En ese punto y reabsorbido por el arroyo de la Umbría se despide de La Rioja La Soledad y empieza su descenso de más de 1.400 metros hasta el Atlántico.
No es baladí citar el océano aunque, aguas tan adentro parezca más una quimera que una realidad. La altura de la sierra de la Demanda hace que este enclave cuente con un clima de montaña húmeda, de carácter atlántico de transición, y que difiere del continental y el mediterráneo, los habituales en La Rioja. Según el historiador local Benjamín Blanco, eso se percibe especialmente en la pluviometría, con unas precipitaciones abundantes durante todo el año, aunque especialmente en primavera e invierno.
Agua que cae, se filtra y vuelve a manar creando espacios únicos, como una fuente natural que brota junto a La Soledad y por la que un jardinero italiano hubiese entregado, sin dudarlo, uno de sus brazos.
La Confederación Hidrográfica del Duero vela por estos espacios, incluidos en las Zonas de Especial Conservación Sierras de La Demanda, Urbión, Cebollera y Cameros, hasta que la brújula marca los 42º9'15'' de latitud norte y los 3º4'42'' de longitud oeste. En ese punto, con el desafiante Urbión a un lado y la Demanda, al otro, se separan las vertientes y se marca el límite entre Ebro y Duero.
Aquí no hace falta remontar, como el semidentólogo Amedeo en 'El Danubio' de Claudio Magris, los regatos hasta encontrar el nacimiento de ambas masas. La orografía no deja lugar a dudas y solo se trata de seguir la pendiente. El azar decidirá qué gota de lluvia caída en este punto irá a parar a Tortosa u Oporto. Una nimia diferencia de centímetros que acabará convirtiéndose en miles de kilómetros.
El vértice riojano que controla la Confederación Hidrográfica del Duero en Canales de la Sierra es una anécdota en comparación con los 5.013 kilómetros cuadrados que desaguan en el Ebro. La CHE es responsable y custodia los recursos hídricos del 99,6% de la superficie regional, con el Ebro como eje vertebrador de la región, alimento por los siete valles con sus respectivos ríos que acaban desembocando en la 'madre' en distintos puntos de la comunidad.Ambas confederaciones se ocupan de preservar el recurso fundamental que da vida a un espacio de valor único, que fue declarado Zona de Especial Conservación de las sierras de La Demanda, Urbión, Cebollera y Cameros. En ese espacio habitan once especies protegidas (desde la nutria hasta la orquídea silvestre 'spiranthes aestivalis' pasando por el tritón jaspeado o el murciélago ribereño, por ejemplo) y se encuentran siete hábitats protegidos. Un pulmón verde indisolublemente unido a aguas limpias .
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