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Como un galeón hundido en el fondo del mar, los restos del monasterio de San Prudencio yacen, quizás para siempre, en los riscos de Monte Laturce. Una ruina arrasada es todo cuanto queda de aquel rico cenobio levantado hace mil años en las tierras fronterizas ... de Cameros, enclave durante siglos de un cierto esplendor finalmente abatido por el abandono, el expolio y el peor de los vientos, el olvido. Muy de cuando en cuando, algún lamento emerge de esa nave fantasma y nos mueve a recordar para volver a llorar sobre su pecio.
Hispania Nostra, la asociación cultural dedicada a vigilar el estado del patrimonio histórico-artístico español, tiene San Prudencio destacado en su 'lista roja' de monumentos desahuciados. Son cerca de un millar en toda España, trece de ellos en La Rioja. Más ruinas, más naufragios, más fantasmas de otro tiempo; víctimas de otras crisis que invitan a mirar la nuestra con perspectiva y proyectar los peligros de un futuro que será patrimonial y culturalmente muy pobre si no lo evitamos.
La lista roja es solo la punta de un iceberg de abandono contra el que se estrella el ciego Titanic del progreso urbano y la despoblación rural, la forma de Hispania Nostra de dar la voz de alarma destacando solo algunas ruinas emblemáticas: el monasterio de San Prudencio, la iglesia de la Asunción de Santa María en Cameros, la ermita de Yerga y el palacio de Inestrillas (incluidas en 2007), la ermita de Orzales y la iglesia de Torremuña (en 2008), las de Montalbo y Luezas (2010), el castillo de Castañares de las Cuevas (2012), la casa-palacio de los Manso de Zúñiga en Cidamón (2018) y las dos últimas incorporaciones, el castillo de Davalillo y el puente de Ortigosa.
Obviamente es una lista relativamente reciente, creciente y que aún podría ser mucho más amplia. Bastaría con que cada riojano ejerciera de delegado local de Hispania para redactar una lista con decenas de ruinas de nuestros pueblos. Como será difícil que el delegado regional llegue al mío en breve, aprovecho para apuntarle la iglesia de Santa María de Robres del Castillo o lo que queda de un hermoso templo gótico del siglo XIII al que ya parece sostener más la hiedra que los pocos sillares que conserva. O sin salir de Logroño: han hecho falta décadas para ver una intervención arqueológica en Monte Cantabria; ¿cuánto deberá esperar el Puente Mantible? Y, lo que es más acuciante, ¿aguantará en pie?
¿Es imposible recuperar estos tesoros? Depende. Salvar la ermita de San Martín de Leza no fue tan difícil. Bastó con la voluntad de hacerlo y, claro está, un cierto esfuerzo presupuestario. Aunque débil, que esa humilde ermita junto al río fuera retirada de la lista roja el año pasado tras su total restauración simboliza la esperanza.
En cambio, lo que cunde en la memoria es la derrota. Esa misma sensación que debe de sentir el fugitivo de 'El planeta de los simios' cuando, tratando de buscar el camino a casa, descubre varada en una playa, hundida hasta la cintura, la Estatua de la Libertad, todo cuanto queda de un tiempo que ya nunca podrá recuperar.
Toda ruina encierra al menos dos derrotas, la del momento del hundimiento y la de todo el tiempo de abandono que le sucede. De nosotros y de nuestra voluntad depende evitar la derrota final, el naufragio definitivo.
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