'Último día de Numancia', obra de Ramón Martín Alsina. Propiedad del Museo del Prado.

La resistencia

«Probemos esta vez el sufrimiento / tantas veces rendido a la fortuna / quizá podrá de tantas veces una / resistir a la fuerza del tormento» | Lope de Vega ('Probemos esta vez el sufrimiento')

Jorge Alacid

Logroño

Domingo, 20 de septiembre 2020, 08:58

En las páginas de 'Postguerra', el desaparecido escritor inglés Tony Judt medita sobre una cuestión más o menos invisible de ese periodo histórico, postergada del análisis global porque alguna incomodidad causaba: el alto grado de colaboracionismo que en la Francia ocupada encontraron los invasores ... alemanes durante a II Guerra Mundial. Una lectura benevolente de ese tiempo, que mantenga a resguardo las buenas conciencias, aún tiende hoy a poner el énfasis sobre su opuesto, la llamada Resistencia. Formada en comparación por una magra cantidad de franceses: la mayoría convivió con el enemigo más o menos conforme. Resignada, seguramente asqueada. Pero fue una minoría de ciudadanos la que respondió al llamamiento radiofónico de De Gaulle desde Londres a tomar las armas contra el enemigo; el resto de compatriotas aceptó ser sometido por la fuerza de las balas. Hubo quien entre ellos incluso medró, porque se mostró favorable al programa que traía consigo la fuerza ocupante o porque en tiempos de conflicto ocurre lo de siempre: que los más carentes de escrúpulos trepan en la pirámide social mirando hacia otro lado, con envidiable desenvoltura. Los resistentes franceses fueron desde luego unos héroes formidables, pero la guerra interna de Francia tuvo otro vencedor: ganaron los adaptacionistas.

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En ese mismo capítulo, Judt traza una semblanza de los meses inmediatamente posteriores al final de la guerra y desvela cómo también en tiempo de paz se extendió la conformidad hacia lo recién ocurrido con la mayor naturalidad, hasta sellarse entre los franceses un pacto tácito consistente en no darle demasiadas vueltas al asunto. Se trataba de volver a poner en pie todo un país y convenía no ir pidiendo a los supervivientes el certificado de buen francés: de lo contrario, una gran masa de ciudadanos, manchada con el pecado original de haber colaborado con el Ejército de Hitler, hubiese sido descartada para el propósito de reconstrucción nacional. Es una de tantas enseñanzas que ofrece la Historia, aplicables a otras coyunturas: alguna lección al respecto podrían extraer hoy los socialistas riojanos, bien que en su modesta escala, para afrontar los tres años de legislatura.

También disponen las facciones capitaneadas por Concha Andreu y Francisco Ocón de otra alternativa: escarmentar en cabeza ajena. La del PP riojano, por ejemplo, escindido en dos mitades desde que prendió la división y el sentido común se dio a la fuga, con el resultado conocido. Acusada pérdida de poder, grave desorientación en su labor de oposición, nulo impacto en el tejido social de la región... La misma travesía del desierto que aguarda al PSOE si persiste en ahondar en ese cisma que suma cifras de récord: empate en filtraciones, crisis de Gobierno salvaje en apenas un año de mandato y medio Palacete vuelto del revés en ese escaso periodo de tiempo.

Se supone que en algún momento alguna de las partes en liza ondeará la bandera blanca porque, aunque de momento las pasiones siguen muy encendidas, se trata de una lucha desigual. Los afines a Andreu cuentan a su favor con un arma muy poderosa: el BOR. Gestionan el Presupuesto mientras sus rivales sólo administran el grupo parlamentario. Donde su jefe hará bien en observar los movimientos sigilosos de los suyos que tenderán a producirse en el corto plazo. Véase de nuevo el caso del PP como ejemplo. Las lealtades selladas anteayer saltarán en el PSOE por los aires, escasearán los voluntarios a la inmolación y las promesas de amor eterno se olvidarán en cuanto cristalice la clave de arco de esta clase de pulsos: enfrentarse a su propio Gobierno exige un sacrificio por encima de las posibilidades de todo buen militante.

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Porque de la resistencia al colaboracionismo media un parpadeo, que obligará a Ocón a rehacer cada día sus cuentas. Le sirve de pista un relato de ficción: en la serie 'El ala oeste de la Casa Blanca', un colaborador de aquel presidente de mentirijillas revisaba con exagerado celo la pizarra donde anotaba sus apoyos, todos esos congresistas y senadores cuyo respaldo alguna vez dio por descontado con excesiva alegría y tristes consecuencias para sus fines: la traición siempre acecha. «Cuenta bien tus votos, Josh», le solía avisar algún amigo. Un buen consejo para Ocón. Que de momento ha encontrado un estupendo aliado, la operación Kitchen. La mejor noticia en meses para el PSOE riojano.

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