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Jueves | Comentarios
Cuando era algo menos viejo, mucho más ignorante y terriblemente más optimista, y aún pensaba que internet iba a convertir el mundo en un lugar mejor, me encantaban las redes sociales. Era un patológico «early adopter»: a la que salía la última novedad ahí estaba yo. Pionero en el nuevo mundo, qué risa.
Por ahí sigo, con perfil en, creo, todas las redes sociales conocidas. Pero ya no escribo. Leo, por motivos laborales, para saber por dónde va ... esto, en fin. Y lo hago con creciente terror y gradual pesimismo. El mundo no son las redes sociales, nos dicen. Pero la cosa es que cada vez se parece más.
El jueves nos escribió una muy razonable asociación que nos llamaba la atención sobre algo que habíamos colgado en Instagram. Una cosa bastante inocente, en realidad: unos cuantos cientos de musulmanes que, como cada año, se reúnen para rezar juntos por el fin del Ramadán cerca de Las Norias. Llevan haciéndolo años, saben ustedes. Lo malo no era nuestro vídeo, sino el cenagal de odio que inmediatamente se desplegó en los comentarios. Docenas de insultos, amenazas y racistadas varias de esas que hacen perder la fe en la humanidad. Y muchas, qué cosas, en nombre de la defensa del cristianismo.
Cuando leía esos comentarios con creciente desconsuelo, el Papa llevaba muerto tres días y pico. Un Papa al que algunos llamaban comunista, qué cosas, hasta el punto de rezar por su muerte. Porque intentó cambiar algunas cosas, sí, pero principalmente por una: por recordar lo que dijo ese tal Jesús que tantos llevan colgado del cuello. Que si uno quería ser cristiano, debía amar al prójimo, pero sobre todo a los desconocidos, a los pobres, a los extranjeros. Al samaritano, no sé si recuerdan. Esa es la base principal de lo que nos contaba ese tal Cristo.
Dicen muchos que eso que llamamos cristianismo es la base de la civilización occidental. Una de ellas al menos, sin duda. El problema es usar esa cruz como una bandera, que es la antesala a blandirla como un arma. Qué mala idea es siempre poner en la religión la base de tu identidad, porque siempre habrá otro enfrente que levante la suya, creyendo tener la misma razón que tú. Y entre religiones no puede haber diálogo, porque entre fes distintas no hay razón común. Son los hombres quienes dialogan, no las religiones. El hombre Francisco nos recordaba, pobre, eso de la compasión. Pero ya hay quien dice en los USA que la empatía es un pecado capital. Ay de nosotros.
Miércoles | Balas
En el 2023 acordamos (el Gobierno nuestro) no comprarles armas a los israelíes. Un veto como otro cualquiera, que ya hay tantos que es fácil perderse.
Quizá eso le pasó al Gobierno, que, en fin, al año siguiente decidió comprar un porrón de balas a los israelíes. La cosa tenía su cierta lógica, porque esas balas iban a parar a las pistolas del mismo fabricante que porta la Guardia Civil y que, dicen fuentes beneméritas, algún problema han dado al disparar munición de otros fabricantes. El Gobierno, como suele, defendió valientemente su incoherencia. Durante un ratito: luego sumó incoherencia a la incoherencia, dejó las explicaciones lógicas a un lado (y al ministerio que sabe de esto) y dijo que nones.
Lo bueno del tema es que llevamos tantas de estas (digo A pero luego digo B y si me hace falta digo C, y en los tres momentos llevaba razón y el resto se equivocaba) que esto de las balas se olvidará. Sólo espero que ningún guardia tenga que acordarse en el peor momento.
Jueves | Campo
Este viernes no había influencers en Auschwitz. No que se viera: ninguno de esos imbéciles que se graban con sus bolsos de Prada en la entrada del máximo símbolo de la maldad humana. No, el viernes, 80 aniversario de la liberación del campo nazi en Polonia, muchos judíos anduvieron la Marcha de los Vivos, un año más.
Había supervivientes de los nazis, alguno queda, y también víctimas de Hamás, otra locura. Locura con locura no se tapa. Los muertos, dijo Kubrik, solo saben una cosa: es mejor estar vivos.
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