Las primeras elecciones autonómicas se celebraron en mayo de 1983. El convento de La Merced todavía no estaba acondicionado como sede del Parlamento y los diputados elegidos se arracimaban en una salita humilde que parecía el aula de un instituto. La Rioja acababa de estrenar ... comunidad autónoma y sus competencias eran casi ridículas. Era un bebé escuálido que todavía no había echado sus primeros dientes. En aquellas primeras elecciones regionales, la Cámara contaba con 35 diputados. Cuatro años más tarde, en 1987, la Ley de Elecciones a la Diputación General de La Rioja redujo esa cifra a 33, los mismos que hay ahora.
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En 1983 ganó el PSOE por mayoría absoluta, la única que ha conseguido en toda la democracia. Un año después de que la ola de Felipe González barriera España, con la UCD ya momificada, José María de Miguel se convertía en el tercer presidente riojano, primero elegido en unos comicios autonómicos. El PSOE se llevaba 18 diputados con el 47,17% de los votos, muy por delante de la Coalición Popular, que se quedaba unas centésimas por debajo del 40% y solo podía atrapar quince escaños. El Parlamento se completaba con los dos miembros del Partido Riojano Progresista (PRP).
Esas mayorías absolutas socialistas no se han vuelto a ver en esta orilla del Ebro. En 1987, con el PSOE bien asentado en La Moncloa y después de haber ingresado en la Unión Europea (entonces Mercado Común Europeo) con gran trompetería, la rosa siguió siendo la opción preferida en La Rioja, aunque por un margen mucho más exiguo. La candidatura encabezada por Alicia Izaguirre atrapó el 39,44% de los sufragios, una cifra considerablemente inferior a la de su predecesor que le reportó 15 escaños. No llegó a gobernar porque Alianza Popular (13 diputados) cerró un pacto con el Partido Riojano (2) y se benefició de la abstención de los cuatro parlamentarios del CDS. Joaquín Espert llegó al Palacete, en el que, sin embargo, no se quedó mucho tiempo. Tras una legislatura tormentosa e imposible de resumir en menos de mil palabras, con idas, venidas e incluso cambios de chaqueta, una moción de censura acabó con la presidencia de Espert. En enero de 1990, subió al poder el socialista José Ignacio Pérez Sáenz, que compartió gobierno con el Partido Riojano. En las elecciones de 1991, el PSOE mantuvo una pequeña ventaja sobre el PP, menos de un punto porcentual, que le sirvió para conseguir un escaño más que su adversario. Pérez Sáenz reeditó la coalición con el PR y se mantuvo en el Palacete durante toda la legislatura.
El ciclo cambió bruscamente cuatro años después. El Partido Popular, que hasta entonces había sobrellevado una existencia atropellada y confusa, encomendó su destino a Pedro Sanz, un joven diputado, maestro de educación especial y antiguo director general de Bienestar Social, que supo imponer una firme jerarquía en el partido y surfeó a su gusto la ola nacional, que ya empezaba a virar a estribor. Un año antes de que Aznar llegara a La Moncloa, Pedro Sanz subió por primera vez las escaleras del Palacete. Engarzó cuatro mayorías absolutas consecutivas mientras el PSOE se despeñaba por un abismo que parecía no tener fondo.
Ni siquiera cuando Zapatero recuperó el gobierno los vientos cambiaron en La Rioja. En las autonómicas de 2011, con la crisis económica desatada y en vísperas de que Rajoy saliese elegido presidente español, Sanz alcanzó un techo que nadie ha hollado hasta la fecha: se hizo con el 51,8% de los votos y ocupó veinte escaños en el convento de La Merced. El PSOE se conformó con once asientos y el PR mantuvo sus dos parlamentarios. No se había visto ni se ha vuelto a ver una mayoría tan absoluta.
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Una vez pasadas las convulsiones de la transición, en La Rioja se asentó un bipartidismo clásico, enriquecido con una tercera fuerza regionalista y con la ocasional aparición en el Parlamento de Izquierda Unida. Pero esta estructura se resquebrajó con la corrupción sangrante de las dos grandes fuerzas políticas, la crisis económica del 2008 y los consiguientes recortes sociales. Ciudadanos y Podemos se alimentaron de los despojos de PP y PSOE e irrumpieron en las elecciones de 2015 con la fuerza arrolladora de un huracán tropical. Los dos grandes partidos sufrieron sendas estocadas y vieron reducidos sus porcentajes de voto. El Partido Popular pudo conservar el gobierno, pero a cambio de cerrar un pacto parlamentario con Ciudadanos. Sanz, acostumbrado a mandar sin que nadie le chistara, dejó su sitio a Ceniceros. Lo que entonces no se podía ni siquiera intuir es que la nueva política iba a envejecer tan pronto y tan mal.
Con Concha Andreu, en 2019, el PSOE recuperó una hegemonía de la que no gozaba desde 1991. Le bastó el apoyo de dos diputadas de Podemos y de IU para entrar en el Palacete. El 28M se sabrá si Andreu logra extender su mandato cuatro años más o si el PP recupera, con Gonzalo Capellán, un antiguo bastión.
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