-¿Le satisface que el Senado haya aprobado aplicar del controvertido artículo 155?
-Nos hubiera gustado no llegar a este punto, pero lo cierto que los padres de la Constitución lo previeron como el instrumento para corregir la situación en caso de que en un momento dado una comunidad se saliera de la legalidad como ha sucedido en Cataluña. Puestos en ese camino, el Senado ha actuado como debía dando la imagen de una institución que ha sabido responder a los acontecimientos con dignidad y eficacia.
Artículo 155: «Al que hablaba de él hace unos meses casi le llamaban dictador; ahora se ha visto que era la única salida legal»
-¿No ha sido una salida excesivamente drástica?
-Hace cuatro meses, al que hablaba del 155 casi le llamaban dictador. PSOE y Cs hablaban que ni tocarlo, nada de aplicarlo. Al final han visto junto al PP que era la única salida legal ante los que pretendían llevamos al precipicio. La decisión ha servido también para dar tranquilidad a todos los españoles que exigían medidas de solvencia y evitar otros precedentes hacia el futuro.
-¿De verdad que no cabían otras vías de solución cuando desde el 2015 Junts pel Sí venía avanzando en sus pretensiones de ruptura?
-La solución era el diálogo. Y a ello ha estado abierto el presidente del Gobierno, que ha sabido administrar con mucha mesura la confrontación planteada por la Generalitat. El problema es que el diálogo quería suscribirse a hacer un referéndum y eso no cabe porque está fuera de la Ley. Una vez que se traspasa la línea roja llega la firmeza y la aplicación del Estado de Derecho.
Diálogo: «El Gobierno siempre ha estado abierto; el problema es que querían suscribirlo a hacer un referéndum, y eso está fuera de la Ley»
-Cuando los votos de CiU eran imprescindibles para el PP en Madrid el diálogo sí era fluido e incluso Aznar hablaba catalán en privado.
-En Cataluña se han ido encadenado una serie de acontecimientos sin más estrategia que la de ejercer a una presión al Estado que ha conducido a sus exdirigentes a lanzarse al vacío. El sistema electoral de España ha hecho que tanto PP como PSOE establecieran históricamente acuerdos con PNV y CiU. El punto de inflexión lo marcó Artur Mas cuando empezó a llevar esa relación desde una locura tras perder elecciones, encontrarse en minoría y buscar pactos con ERC y la CUP por un interés partidista. Sólo les unía el afán por la independencia que nunca podrían alcanzar y que ahora también ha generado disensiones dentro de la coalición cuando se ha frustrado. La clave no es el diálogo entre el Gobierno catalán y el central, sino las tesis de Junts pel Sí, tan radicales que eran del todo inviables.
Independencia: «No es posible ni se puede dar automáticamente para que callen dos millones de personas a las que han engañado sus dirigentes»
-¿No reconoce ninguna culpa del PP en esa tensión? El discurso en Cataluña no ha ayudado a sosegarla y Madrid siempre ha sido hasta ahora renuente a una comisión de reforma constitucional.
-No pongamos todo el acento en la reforma constitucional, porque eso no resolverá el problema catalán si no se cambian las actitudes y la visión de lo que es el modelo autonómico. De lo contrario, será muy difícil que un cambio en la Carta Magna satisfaga a todos porque si sólo a Cataluña se le da determinados privilegios, La Rioja será la primera que tendrá que saltar junto al resto de comunidades que se vean agraviadas. La solución no es esa, sino definir el marco en el que deben moverse los territorios para avanzar todos pero sin discriminaciones.
Encarcelamientos: «Las decisiones judiciales se deben respetar, no hacer con ellas cálculos electorales»
-¿Hacia dónde debería ir la reforma con esa premisa de igualdad?
-Podemos hablar de financiación, competencias, identidad... pero la línea roja es que España es un país unitario. No son las comunidades las que han conformado un Estado, sino que desde el Estado se ha ido produciendo una descentralización hacia las comunidades. Cualquier cambio debería consensuarse en ese marco, que por otro lado fue la grandeza del pacto autonómico donde los dos grandes partidos estaban de acuerdo y cuando un territorio definía la reforma de su Estatuto, PP y PSOE en Madrid vigilaban que esas aspiraciones cumplieran las reglas de juego. Sin criticar a nadie, ese equilibrio lo rompió Zapatero con aquel 'Lo que decida Cataluña en su Parlament, yo lo aprobaré en Madrid'.
Pacto autonómico: «Zapatero fue quien rompió el equilibrio al decir que sin más aprobaría el Estatut»
-¿Pueden por sí solas unas elecciones apaciguar el conflicto?
-Lo que pretende Rajoy con el 21D es devolver la voz a los catalanes y, después de todo lo que han visto, poder manifestarse ante las urnas para evitar la confrontación sabiendo que el Gobierno que salga de ahí tendrá que someterse al orden constitucional. Y todo ello, teniendo en cuenta que el proceso vivido ha hecho salir a la calle a una mayoría silenciosa superando el miedo existente.
-Pero quizá también haya polarizado a favor del independentismo a otros catalanes moderados tras la encarcelación primero de los 'jordis' y ahora de los exconsejeros.
-En nuestro país está garantizada la división e independencia, sin intromisión alguna, de los tres poderes. España es un Estado de Derecho, no un Estado de Opinión. Hay que respetar las decisiones judiciales, porque sólo así seguimos haciendo fuerte la democracia. Utilizar las decisiones judiciales para hacer cálculos electorales contamina todo nuestro sistema y la clave ahora es recuperar el orden constitucional, la legalidad y la convivencia en Cataluña.
-En cualquier caso y sea cual sea el resultado, es improbable que el sentimiento de más de dos millones de catalanes vaya a evaporarse y habrá que gestionarlo.
-¿Y el sentimiento de todos los demás? La democracia la marcan las mayorías. Quizá haya dos millones de personas que quieren la independencia, pero es que hay 44 en contra porque no es una decisión exclusiva de Cataluña, sino del conjunto de los españoles. No es posible, porque para ello primero habría que reformar la Constitución con la mayoría correspondiente; lo que no puede ser es que se les dé automáticamente para que callen dos millones de personas que, como se ve, han sido engañadas por sus dirigentes.
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