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Una mano tendida y un cordón umbilical, en forma de dispositivos tecnológicos de última generación, hacia la seguridad. Más de 1.600 personas disfrutan en la comunidad del servicio de teleasistencia que ofrece Cruz Roja en La Rioja, un manto protector para aquellos que, sin cumplir los criterios fijados en la Ley de Dependencia para acceder al apoyo público, sufren discapacidad física y problemas de movilidad, patologías crónicas o algunas de las más crueles enfermedades en las que el deterioro cognitivo se ve agudizado por un mal muy extendido, la soledad.
No hay requisitos, solo se precisa una llamada y el interesado disfruta en unas horas de un servicio integral e individualizado por 34 euros mensuales (la opción básica es de 25 euros), en el que se incluye la custodia de llaves para que el personal de la entidad pueda entrar al domicilio en cuanto el usuario precise de ayuda.
«Tenemos 1.604 usuarios totales, 1.543 con teleasistencia fija, 53 con teleasistencia móvil y 8 con el telelocalizador. Hombres son solo 376, el resto, 1.227, mujeres. Por edades el grueso son los mayores de 80 años, 1.297, pero cada vez hay más usuarios de edades más jóvenes, por ejemplo tenemos 25 menores de 60 años. De 75 a 79 años, que empieza a despegar ahora un poquito, hay 165 usuarios; entre 65 y 74 años hay 99 personas; y entre 60 y 64, otros 16», detalla Mariví Hernando, coordinadora de Teleasistencia de Cruz Roja en La Rioja, quien destaca que «aunque el perfil sigue siendo el de personas de edades avanzadas, cada vez nos encontramos con usuarios más jóvenes, sobre todo a raíz del covid, personas no tan mayores con patologías importantes, una cuestión que parece que tiene que ver con los avances diagnósticos, claro».
34 euros al mes cuesta el servicio avanzado, incluida la custodia de llaves del hogar del usuario.
40.376 llamadas ha atendido desde el 1 de enero el centro el centro de operaciones autonómico de Cruz Roja.
4.175 llamadas fueron erróneas, algunas achacables a la soledad, frente a las solo 269 por caídas.
De hecho, incluso hay usuarios que han preferido completar con Cruz Roja el servicio de teleasistencia público que garantiza la Ley de Dependencia. «Hay personas que quieren seguir con Cruz Roja porque esta entidad les da mucha confianza y porque saben que el contacto y la atención son permanentes», resalta Hernando.
En los últimos años el servicio ofrecido se ha reforzado en base a los avances tecnológicos. «Tenemos los dispositivos ya conocidos, la medallita con el botón conectada a un aparato que antes solo era de conexión a la telefonía fija dentro del domicilio, pero que hoy va enchufado a la luz y que lleva una tarjeta interna móvil de Cruz Roja, lo que permite al usuario trasladar el dispositivo a cualquier parte de España», concreta.
Cruz Roja también ofrece la teleasistencia móvil y el denominado 'Lope', el localizador de personas a través de un reloj inteligente o smartwatch que lleva el usuario en su muñeca. «En el caso de la localización, permite al familiar, a través de una aplicación descargada en su móvil, ubicar al usuario, habitualmente personas con un principio de alzheimer o un deterioro cognitivo leve o moderado que les permite una rutina y salir solas a la calle», aclara Mariví Hernando, que explica que «el servicio de teleasistencia móvil es más avanzado, ya que, además de como localizador, permite a través del reloj que el usuario nos llame y podamos hablar, porque lleva un botoncito rojo como el de la medalla y altavoz y micrófono incorporados». El perfil de dichos usuarios, la mayoría residentes en el entorno rural, es el de «una persona cada vez más joven con enfermedades crónicas o algún tipo de discapacidad, pero que puede hacer una vida más o menos autónoma», añade la responsable de la entidad, que completa el catálogo del servicio con una docena de dispositivos ideados para la seguridad en el domicilio del usuario: dispensadores de medicación, detectores de caídas, de humos, de monóxido de carbono, gas, agua o inundaciones... Y otros integrados en el servicio 'Cuídate más', para el control de la tensión arterial, el peso o la detección de presencia, para comprobar, por ejemplo, si la persona se ha acostado en su cama.
Control y prevención
Además de los instaladores o el personal de la entidad que acude a los domicilios en caso de emergencia, el servicio tiene en Pradoviejo uno de sus ejes claves de la estructura, el Centro de Operaciones Autonómico (COA) de Cruz Roja. «Aquí en la central atendemos todas las llamadas de índole social que se reciben en el 112, y nos hacemos cargo de todo lo relacionado con violencia de género, otro tipo de violencias, suicidio, protección de menores y de mayores, de personas en riesgo de exclusión social...», avanza Mariluz García Velasco, subdirectora del COA, el área responsable, además, de la atención a los usuarios de teleasistencia.
«La mayoría de las llamadas del servicio de teleasistencia son por caídas o temas sanitarios, pero también contactan por cualquier preocupación o problema que tengan, como la otra noche, cuando una usuaria nos llamó por una fuga de agua. Al final le dan al botón para todo, y, de hecho, para eso estamos. Por eso nos dicen que somos sus ángeles de la guarda, porque les proporcionamos seguridad y tranquilidad las 24 horas del día», asegura la responsable de un dispositivo del que, asegura, «no es solo un servicio de telealarma en el que te piden ayuda y vas, sino que también realizamos una labor preventiva ya que hay veces que en las llamadas de control para saber si el sistema funciona y de seguimiento para comprobar que el usuario está bien, hay veces que detectas alguna situación anómala».
Solo en lo que llevamos de año, la central ha atendido 40.376 llamadas, 18.535 entrantes y 21.841 salientes. De las entrantes, 282 fueron por temas sanitarios y 269 por caídas, con un capítulo que no deja de crecer, el de las comunicaciones o pulsaciones del botón erróneas, 4.175 en estos ocho meses y medio, un epígrafe en el que muy a menudo el usuario busca una voz amiga frente a su soledad.
Pese a su relativa juventud, 43 años, Rocío Iglesias Sánchez es ya una veterana del servicio de teleasistencia de Cruz Roja.
«Llevo ya años con el servicio y, además de la medallita de teleasistencia fija, tengo un dispositivo anticaídas, un reloj de pulsera, que me garantiza la tranquilidad si me desplomo al sufrir un ataque epiléptico», explica Rocío, vía telefónica, desde su pueblo de Ávila en el que pasa unos días.
«Me da una tranquilidad y una seguridad tremendas, porque vivo sola y sé que si me pasa algo me van a atender de inmediato».
Como con el resto de usuarios, Cruz Roja se interesa también por su estado. «Frecuentemente me llaman a ver qué tal estoy y siempre andan pendientes de mí, así que genial», admite para destacar otro de los avances en su protección: «Ahora tengo un nuevo dispositivo fijo que solo necesita conectarse a un enchufe, con lo que me lo puedo llevar fuera y, si pasa algo, saltaría la alerta en la centralita de Cruz Roja de La Rioja pero avisarían a la Cruz Roja de la región en la que esté yo. Eso me da autonomía y tranquilidad y puedo arriesgarme a ir a lugares a los que igual no me atrevería a viajar».
Luis Moreno Marín cumplirá en unos días 66 años, una edad no excesivamente avanzada a la que, sin embargo, no acompaña un estado de salud con demasiados achaques y riesgos. Por ello, Luis, que había heredado de su esposa el servicio de teleasistencia fijo de Cruz Roja ha decidido extender su protección a todos los escenarios posibles.
«La medallita ya la tenía mi mujer, que estaba en silla de ruedas, y al fallecer la cogí para mí tras quedarme solo y haber sufrido varias caídas», explica para mostrar el smartwatch que luce orgulloso en su muñeca izquierda. «Desde el año pasado llevo también el reloj para cuando salgo a la calle, porque no soy muy mayor pero de salud no estoy nada bien; además de diabetes, sufro arritmias, tengo la columna y las caderas hechas polvo... Esto me da mucha tranquilidad, porque sé que hay alguien pendiente de mí las 24 horas y que, si pasa algo, van a venir de inmediato».
«Ahora me siento seguro en casa y en la calle al estar telelocalizado. Alguna vez han tenido que venir», admite, para asegurar que «también se agradecen esas llamadas a ver cómo estás porque ves que están pendientes y no te sientes solo», afirma.
Al marido de Elisa le diagnosticaron alzheimer en plena pandemia, en el año 2020. Había cumplido los 70 años y no tardaron en aparecer los primeros síntomas para preocupación de su esposa cada vez que él salía a la calle. Un telefonazo a Cruz Roja le proporcionó, en apenas unas horas, la tranquilidad que necesitaba en forma de reloj localizador.
«Va a hacer ahora tres años con este servicio y estoy encantada. Te da mucha tranquilidad, porque a él le permite disfrutar de su autonomía y moverse por Logroño a su gusto, aunque suele repetir el mismo recorrido a diario. Yo sé siempre dónde está y eso me da mucha seguridad, que es lo que le agradezco muchísimo a Cruz Roja, ya que incluso nos avisan cuando está el reloj que lleva mi marido en su muñeca a punto de quedarse sin batería», explica Elisa, que muestra en su móvil la aplicación en la que se resalta la ubicación actual de su esposo y el recorrido realizado, con detalle de las diez últimas localizaciones visitadas».
«Es una maravilla, la verdad, porque, insisto, te da una gran tranquilidad dentro de lo que es el caso de cada uno», resume con una sonrisa.
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